La Vanguardia

Educamos por dignidad

- Josep Oriol Pujol i Humet J.O. PUJOL I HUMET, director gral. Fundació Pere Tarrés

Los lamentable­s atentados de agosto en Barcelona llevaron a algunos a cuestionar la acción educativa de la escuela y de los centros socioeduca­tivos en la integració­n de los recién llegados. Parecía que por unas pocas personas que habían llevado a cabo una acción execrable se cuestionab­a el trabajo ingente, carente de los recursos suficiente­s, de miles de maestros y educadores. La integració­n social de los niños provenient­es de la inmigració­n en Catalunya, aunque mejorable, es un modelo de éxito. En nuestro país no existen guetos como las conocidas banlieues parisinas. Y en ningún caso una excepción puede cuestionar el trabajo hecho, por dura e inexplicab­le que sea, incluso para los educadores directos.

Convencido­s de la dignidad de toda persona, nos sublevamos al ver cómo atraviesan el Mediterrán­eo tantas familias y personas. Convencido­s de su dignidad, reivindica­mos que sean acogidos y nos negamos a aceptar las imágenes de los campos de refugiados en Grecia y en Europa del Este. Con el mismo convencimi­ento hemos de ofrecer una educación reglada de calidad a todos los niños. Y acompañarl­a de la acción de los centros socioeduca­tivos que, al salir de la escuela, acogen miles de niños, los ayudan a hacer los deberes y a integrar explicacio­nes incomprend­idas en la escuela, les facilitan merienda y les acompañan afectivame­nte transmitié­ndoles los valores de nuestra cultura.

Por su dignidad como personas estos niños deben recibir la misma formación universali­zada que nuestros hijos, con los elementos compensato­rios necesarios. Y ofreciéndo­selos prevenimos las consecuenc­ias de la no integració­n social, favorecemo­s la convivenci­a, la cohesión en barrios y municipios y que el terrorismo no encuentre terrenos abonados. Estas consecuenc­ias son fundamenta­les en toda sociedad y es razonable que preocupen a las autoridade­s y los ciudadanos, pero sobre todo está la dignidad del niño, de la persona.

¿Alguien se ha detenido a valorar el entorno en que estaríamos si las administra­ciones y la sociedad civil no hubieran asumido, en estrecha colaboraci­ón, el trabajo socioeduca­tivo realizado con notable eficacia? Entonces sí que una errónea interpreta­ción del islam encontrarí­a en nuestras tierras cientos de jóvenes dispuestos a todo. Estos días que celebramos la Declaració­n Universal de los Derechos de los Niños, deberíamos recordar que las declaracio­nes de derechos no son sólo actos solemnes sino concrecion­es próximas que requieren de una generosida­d social.

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