Curas trabucaires
La sociedad catalana está dividida como nunca lo estuvo desde la Guerra Civil, hace 80 años, y la tensión derivada de la situación política penetra en familias y amistades. Entre gente sensata casi siempre se elude hablar del tema a fin de preservar la unidad de la familia o la concordia amistosa, porque las posiciones se han radicalizado y los argumentos de partidarios y contrarios al procés tienen base sentimental, emocional, y por ello mismo resulta más difícil el diálogo. ¡Cuántos de nosotros no hemos renunciado en las últimas semanas a responder o a reenviar cientos de watsap de uno u otro signo político, a menudo tendenciosos o insultantes! ¡Cuántas familias eluden mencionar el asunto porque saben que hay visiones encontradas! ¡Cuántas persones “se tragan” en soledad sus tensiones para evitar choques!
Tal contención puede resultar apropiada para un período breve, pero no eternizarse. Pase lo que pase el 21 de diciembre hemos de seguir conviviendo en paz. Por ello urge quitar hierro a la visceralidad política para remontar el deterioro de la convivencia, empezando por resituar la política al nivel que le corresponde. Ni todo en la vida acaba en la política ni ésta lo resuelve todo. En la vida diaria convivimos con personas que no piensan como nosotros en muchas cosas. Es claro en las creencias religiosas, que no son motivo de choque en el rellano de la escalera, el puesto de trabajo o el club deportivo a pesar de que la religión llega más al núcleo fundamental de la persona que la política. Excepto para quienes han convertido la política en una religión, lo cual es un drama.
Ante la situación, muchos cristianos son conscientes de la urgencia de actuar para mejorar la convivencia. Los obispos catalanes y la Conferencia Episcopal española han emitido documentos muy positivos. El cardenal Juan José Omella ha dicho explícitamente que “en Catalunya caben todos”, y el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, dirigiéndose a sus sacerdotes les recordó que “son pastores de todos”. En las preces de las misas de muchas iglesias se reza a diario por la convivencia en Cataluña, y algunos grupos de fieles han organizado incluso horas santas para pedir a Dios la paz y reconciliación
Ha sido la tónica de la mayoría de sacerdotes y de muchos fieles. Pero los católicos están divididos entre los partidarios y contrarios a la independencia de Catalunya casi exactamente igual que el resto de la sociedad. Lo mostraba la encuesta del
El sacerdote debe recibir a todos los que quieren acercarse a la iglesia, a los que son nacionalistas y a los que no, a los de derechas y a los de izquierdas
CEO. Es una cuestión opinable, sobre la que nadie puede arrogarse la totalidad de la verdad. Mala señal cuando unos u otros utilizan a su favor argumentos religiosos con fines políticos.
Por ello mismo entiendo deplorable la actitud de aquellos 420 sacerdotes que tomaron postura sobre el referéndum, o la del rector de Vila-rodona convirtiendo la iglesia en sala de recuento electoral, así como la de algunos sacerdotes españolistas de dentro y fuera de Catalunya con posiciones contrarias. En estos temas, los curas, prudencia extrema. Ni por un bando ni por el otro. A la hora de votar que emita su voto como quiera, pero el sacerdote recibe a todos los que quieren acercarse a la iglesia, los nacionalistas y a los que no lo son, a los de derechas y los de izquierdas. Las banderas muy a menudo separan, pero en su caso las banderas se convierten en banderías.
En el siglo XIX llamaban “trabucaires” a los curas que se inmiscuían en la política. Algunos hasta cogían las armas. Eran casi siempre próximos al carlismo, llamados “realistas”. Después hemos vivido el nacionalcatolicismo del franquismo. Algunos vuelven hoy a las andadas, porque ser trabucaire o nacionalcatólico no es exclusivo de una línea política, o de España. Es la mezcla de religión y política, que al final instrumentaliza lo religioso al servicio de intereses políticos concretos.
Aquellos sacerdotes ni siquiera se han enterado que la acción en la sociedad civil corresponde a los laicos, y, como dijo el Concilio, los laicos cristianos deben intervenir buscando el bien común. El sacerdote trabajo tiene en celebrar misa, administrar sacramentos incluido el tan olvidado de la confesión, visitar a los enfermos… y hasta llevar la organización de las parroquias. En los temas de política no ir más allá de promover la convivencia, la concordia, el amor, respetando las legítimas opciones. Sobre aspectos concretos, como decimos en catalán, “muts i a la gàbia”.