El Barça, despierto
Hay partidos que más que ganarlos hay que sacárselos de encima, que computan mucho más numérica que estéticamente. El de Leganés era uno de esos partidos. En realidad, era ese partido. Y el Barça lo superó, olvidando con buen criterio lo que sucedería después en el Wanda Metropolitano y sorteando una auténtica aglomeración de elementos incómodos.
Nunca es fácil ganar en Leganés. Y mucho menos todavía a las cuatro de la tarde, un horario nefasto para los biorritmos de los futbolistas y criminal también para el espectador televisivo, cuya predisposición en ese momento del día (el de los documentales sobre koalas holgazaneando en árboles) es dejarse llevar por el bueno de Morfeo hasta la pérdida del conocimiento. La realización televisiva, que nunca ha resuelto la combinación de sol y sombra pese a los avances tecnológicos, empeoró la sensación borrosa que ofrecía el espectáculo con una nueva moda absurda, la de superponer en las imágenes unos dibujitos que se supone esconden algún significado
Leganés concentraba muchos elementos incómodos, era una invitación a la dejación
pero que nadie se pregunta cuál es para no quedar como un idiota. Esos dibujitos, y por supuesto la sospechosa tarjeta amarilla a Piqué de Undiano Mallenco, desde la final de Copa del 2011 el árbitro más odiado por el vestuario blaugrana, lograron despertar al culé por la vía del ataque de nervios. Arruinada la siesta, al partido lo reanimó Suárez , un delantero amante de la reyerta al que el barcelonismo odiaría si no fuera “uno de los nuestros”. La tomó con Cuéllar (que jugó sin gorra para el sol, una vieja costumbre olvidada por los porteros de ahora, y así le fue) y le metió dos. No fue el del uruguayo, como tampoco el del Barça, un partido para enmarcar (aunque mejoró considerablemente cuando se retiró el sol), pero le vale para seguir mostrándose como un líder cada vez más fiable y sólido y, lo que es más sorprendente, que ha distanciado al Real Madrid y al Atlético a diez puntos a mediados de noviembre. Y eso es mucho. Muchísimo.