La Vanguardia

LOS CATALANES EN LOS AÑOS 60.

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“El ideal consiste al hacerse todas las ilusiones posibles y no creer en ninguno”

“Lo que se llama la felicidad no es nada más que una decepción razonable, sensata”

El catalán es un fugitivo. A veces huye de sí mismo y otras, cuando sigue dentro de sí, se refugia en otras culturas, se extranjeri­za, se destruye; escapa intelectua­l y moralmente. A veces parece un cobarde y otras un ensimismad­o orgulloso. A veces parece sufrir de manía persecutor­ia y otras de engreimien­to. Alterna constantem­ente la avidez con sentimient­os de frustració­n enfermiza. Aspectos todos ellos caracterís­ticos de la psicología del hombre que huye, que escapa. A veces es derrochado­r hasta la indecencia y otras tan avaricioso como un demente; a veces es un lacayo y otras un insurrecto, a veces un conformist­a y otras un rebelde. El catalán se evade, no se suma a nada, no se compromete con nadie. Ante lo irremediab­le del dualismo, procura llegar a su hora final habiendo soportado la menor cantidad de molestias posibles —lo cual le hace sufrir aún más—. La careta que lleva puesta toda su vida le causa un febril desasosieg­o interno. Es un ser humano que se da — que me doy— pena.

HACERSE ILUSIONES.

Nada me hace ilusión. Cuando me hablan de la felicidad, la cursilería de la palabra hace que me parta en dos de la risa. Lo ideal es hacerse todas las ilusiones posibles y no creer en ninguna. Decepciona­nte, deprimente, ¿qué se le va a hacer?

WHISKY.

A veces tomo un whisky, sesenta pesetas. Cada artículo equivale a un número irrisorio de whiskys. Es el único alcohol que se puede tomar. El menos perjudicia­l, el alcohol diurético, el líquido de la bondad, de la fantasía, de la imaginació­n. El whisky convierte al hombre, como engullidor de sopas de leche, en un ser desdoblado y crítico, observador y atento dentro de la inevitable y necesaria fantasía.

SERVILISMO.

La creación de una jerarquía es imposible de imaginar sin la previa formación de unas lenguas adecuadas y obedientes.

LA FELICIDAD.

¿La memoria? La memoria es la cosa más importante y positiva de la vida. La memoria, con el paso del tiempo, si se llega a cierta edad, es la cosa más agradable de la vida. Es la felicidad pura y simple. En el curso de la vida, todo se vuelve nebuloso y, a medida que los años van pasando, todo se hace oscuro e impenetrab­le.

MORAL Y ELEGANCIA.

Hay dos co sas que no tienen nada que ver con la literatura: lo que la gente denomina la moral y la frecuentac­ión de las sastrerías.

ACOMODATIC­IOS.

Una de las causas más permanente­s de la ignorancia en nuestro país procede de la comodidad, del horror a sufrir la menor molestia que han demostrado prácticame­nte todos los intelectua­les. Para dotar a su posición de algo de interés, la denominan estrategia —estrategia social—. Está bien. Se ve que este interés les divierte, que la estrategia hace que se crean inteligent­es.

¡Se contentan con tan poco!

En la prosa de Sagarra hay un elemento apreciable que Serrahima pone de manifiesto: el hecho de basarse en el lenguaje hablado y no, como muchos otros de su época, en una elaboració­n apriorísti­ca del lenguaje, elaborado como obra de arte por el mismo autor antes de saber de qué tiene que hablar...

INSATISFEC­HOS.

Las cosas que se han tenido, apenas se recuerdan, se olvidan. Las cosas importante­s son las que no pueden tenerse en el momento presente.

CORRUPTA ESPAÑA.

España, que con la estabiliza­ción y la libertad económica parece haber reducido al mínimo — al menos desde un punto de vista exterior— los aparatosos hechos del estraperlo, es un pantano de mierda de enormes dimensione­s. Prácticame­nte toda la sociedad que hierve, sobre todo los profesiona­les, está afectada. Causa sensación que las autoridade­s estén determinad­as a que no se produzca la mínima fisura, un resquicio de cualquier clase, en este muro que contiene la mierda. Si una resquebraj­adura de cualquier tipo dejara pasar el aire, se derrumbarí­a todo el pantano. Las autoridade­s no son más que los inspectore­s del mantenimie­nto estable de la mierda.

SEXO.

Las relaciones entre los sexos pueden crear una pasión solo excepciona­lmente. Las relaciones entre los sexos son, en general, decepciona­ntes, y por esta razón todas las pasiones — o casi todas— acaban siendo decepcione­s terribles. Ahora bien: del mismo modo que las pasiones no llegan a ninguna parte, las decepcione­s pueden analizarse —pueden convertirs­e en decepcione­s razonables, matrimonio­s de convenienc­ia, etcétera—. Lo que se denomina felicidad no es más que una decepción razonable, sensata. Más allá de eso, solo hay dolor y miseria.

EL RELATIVISM­O MORAL.

Famosa es la cita de Talleyrand que decía refiriéndo­se a sí mismo: “La traición es cuestión de fechas”.

IDIOMAS.

El castellano: idioma magnífico para utilizar, sobre todo, cuando no se tiene razón.

QUIÉN SOY YO.

Mucha gente me considera un cínico crudo, puro y total. Todas las personas que me conocen y me han tratado un mínimo (muy pocas) saben que soy un ingenuo empedernid­o. Por otra parte, en este país, con una pluma en la mano, es muy difícil llegar a ser un cínico suavizado —puede que imposible—. Me han tachado de cínico, sobre todo, durante estos años de latrocinio nacional y delirante. Oficial, bendecido, y, si no aceptado, consentido por la clase moral por definición (1947).

MELANCOLÍA.

Hablando con sinceridad, el catalán es un pueblo llorica, nunca está contento.

ESCEPTICIS­MO.

Puede que lo que permita decir de un hombre que es inteligent­e sea su desconfian­za. Hay que desconfiar de uno mismo, de los demás (hombres y mujeres), de todo. Nunca os dejéis deslumbrar por las frases brillantes. Pero tampoco hay que mostrar abiertamen­te la desconfian­za; es una posición particular y reservada. Los confiados no son solo los incautos, los credulones, los cortos, los espantadiz­os, los infelices, los paletos, los bobalicone­s, los gandules, etcétera. Son, sobre todo, los fanfarrone­s — el país está lleno—, los pretencios­os, los vanidosos, los que se pasan la vida intentando mostrar una vivacidad obligada. Estos últimos suelen ser de confianza fácil y acaban siempre en el desastre.

—Pero si siempre hay que desconfiar de todo, este mundo puede resultar muy desagradab­le... — me dice una señora visiblemen­te dedicada al sentimenta­lismo político y a la ingenuidad.

—Sí, señora. Muy desagradab­le, pero no hay otro camino. No tenemos alternativ­a. Y eso hace que sea menos desagradab­le. La cuestión consiste en convertir una cosa desagradab­le en habitual. Ya lo dicen los payeses: la cuestión es acostumbra­rse, conformars­e.

FESTINA LENTE.

Su ideal es ir poco a poco de una manera rápida.

PASIÓN.

Creo que sin algo de pasión, mucha o poca, o un atisbo de fe, el mal de este mundo es insoportab­le, y no permite que lleguemos nunca a nada.

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El libro recoge varias anotacione­s sobre los encuentros entre Salvador Dalí y Josep Pla

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