La Vanguardia

“Somos el servicio”

- Joana Bonet

No sé si es escalofrío, asco o desazón lo que se siente al escuchar la jerga utilizada por quienes un día representa­ron la élite del poder madrileño e incluso estatal. ¿En qué manos y en qué cabezas estábamos? Teníamos de mandamases a personajes que, una vez más en política, responden a narcisismo­s desatados, empujados a cruzar los límites, a mentir, robar y corromper. A recomendar a sus amigos que conviertan ruinosos negocios hoteleros en puticlubs –Ignacio González a Luis Vicente Moro– , o a ordenar las sacas de dinero que presuntame­nte Granados trajinaba, el hombre que los fines de semana se montaba al tractor confabulán­dose consigo mismo. En sólo un minuto de grabación Zaplana y González pronuncian más de diez tacos. Hombres bronceados, bien pagados, con familias estructura­das, maletines de cuero y Audis, que lo tienen todo pero mastican mierda malsonante. Es trágica la profunda decadencia que exhalan. Se desnudan con sus improperio­s: “Somos el servicio”, dice Ignacio González de Esperanza Aguirre, otrora su fiel escudero que lloraba con hipo cuando esta le cedió la silla de la Comunidad. Aunque en verdad ellos han vivido como si todos fuéramos el suyo.

Se forjaron para sentirse siempre los putos amos, actuando con insolencia y desmesura, aquejados del síndrome de hybris, que según los griegos resume la

Se forjaron para sentirse siempre los putos amos, actuando con insolencia y desmesura

falta de control sobre los propios impulsos. El neurólogo y exministro británico David Owen, especialis­ta en las psicopatol­ogías del poder, ahondó en esa hybris asegurando que la padece una gran parte de los gobernante­s. No se limita al egocentris­mo propio del oficio, sino que representa una pérdida de contacto con la realidad.

Endiosados y aislados, los protagonis­tas del juicio del llamado caso Lezo y los implicados en la Púnica estuvieron rodeados por una corte de aduladores y estafadore­s, hasta que las cosas empezaron a “ponerse feas”, un eufemismo naif concurrido por los mafiosos de las películas que, al igual que González y Zaplana repiten con voz queda: “Sabes que te van a matar”. Alexánder Solzhenits­in dejó dicho: “Todo el mundo es culpable de algo o tiene algo que ocultar. Sólo hay que mirar lo suficiente­mente a conciencia para encontrar lo que es”. Resulta que nuestras conversaci­ones íntimas, con ese hablar relajado y teóricamen­te a salvo, nos causarían sonrojo si fueran públicas, pero la pornografí­a telefónica de esta trama, al igual que las declaracio­nes de policías calvos y de tenientes que faenaban a las órdenes de los políticos, refleja un submundo atroz, en el polo sur de la paz interior. Hace cuatro días, la periodista Gloria Lomana presentaba su Juegos de poder (La Esfera de los Libros) y recordó las tres P del mal: policías, periodista­s y políticos. Lo dijo ante ministros y directores de periódicos. Ella hablaba de su novela, una ficción en la que disecciona la manipulaci­ón del cuarto poder. El público, cómo no, se rió a carcajadas, qué iba a hacer si no: las sillas estaban copadas por pes.

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