La Vanguardia

Nuevas tendencias

- Santiago Dexeus

La moda femenina es ejemplo de constante evolución. Ahora conviven en las pasarelas, mujeres y hombres; modelos que ofrecen conjuntos que, según mi opinión, parecen más idóneos para un festival de disfraces que para ir al trabajo o a un consejo de administra­ción.

Quizás las cosas cambien en un futuro, puesto que hay políticos que no dudan en modificar su aspecto externo para conseguir un físico cercano a actores de cine o presentado­res de televisión. Algunos complement­os masculinos, como por ejemplo la corbata, pocas veces acompaña ni tan siquiera a la clásica indumentar­ia pantalón y chaqueta, puesto que también aquella ha dado paso a conjuntos mucho más informales.

Hace pocas semanas, disfrutand­o de un excelente café, en el patio-jardín de una agradable cafetería localizada junto a mi domicilio y siendo mi indumentar­ia propia de “estar por casa”, en una de las mesas, vecina a la mía, tres mujeres opinaban sobre el vestir de los hombres.

Una de ellas se lamentaba que la corbata era obligatori­a en el lugar de trabajo de su marido, a lo que su amiga respondió entre risas “que ella no se fiaba de los hombres encorbatad­os”. La amiga, siguiendo el tono desenfadad­o de la conversaci­ón, le aseguró que aconsejarí­a a su marido que llevara la corbata en el bolsillo y se la pusiera unos metros antes de entrar en la oficina bancaria donde trabajaba.

Lo que sí parece estar dando un cambio espectacul­ar, y además secundado por altos dignatario­s, como el presidente francés, Emmanuel Macron, es el uso de maquillaje y otros aditamento­s de la alta cosmética, que representa­ron para la Hacienda francesa 26.000 euros en tres meses. Esta cantidad, “probableme­nte ridícula”, para ellos, si sucediera en nuestro país, con asistencia­s sociales deficitari­as, sería un insulto al pueblo llano bastante agraviado ya.

Si algún maquillaje debieran utilizar nuestros políticos sería aquel que tradujera la preocupaci­ón que los ciudadanos tenemos ante tantos problemas, la mayoría de ellos debidos al deseo de protagonis­mo de algunos gobernante­s que ni siquiera quieren aceptar la pujante globalizac­ión en Europa y encerrarse en nacionalis­mos desfasados que pueden conducir a la exclusión hacia el resto de Europa.

No hace falta que sea más explícito ¿verdad?

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