La Vanguardia

Dimitrov cierra el año tenístico llevándose el Masters

Grigor Dimitrov, alias ‘Baby Federer’, se erige maestro del 2017 al tumbar a Goffin

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Bien raro ha sido el año del tenis.

Se han diluido Murray y Djokovic. El uno se ha pasado medio curso en el ambulatori­o y el otro quedó postrado en el diván. Y han reaparecid­o Nadal y Federer, qué error haber ido dándoles por finiquitad­os.

Pero el gran maestro será Grigor Dimitrov, el artista antes conocido como baby Federer, quién lo hubiera dicho hace algunos días: derrotó a David Goffin (7-5, 4-6 y 6-3) y se apuntó el octavo título de su carrera deportiva. Claramente, el éxito más valioso. “Es cierto, es lo mejor que me ha pasado”, dijo. Lo mejor que tenía hasta ahora era un Masters 1.000, el de Cincinnati (este mismo año).

Dimitrov ya no es baby Federer. Entre otros motivos, porque ya no es un crío. Va por los 26 años. Aunque su estilo apunta cosas, similitude­s con el suizo. Es alargado y anguloso. Más muñeca que músculo. Ha heredado el elegante revés a una mano. Y se enfada poco.

Lo que pasa es que a veces se deja llevar. Cuando eso sucede, se muestra indolente, como si prefiriera jugar a medio gas.

Y eso se paga.

Goffin (26), octava raqueta del mundo, es otra cosa. Parece más intenso e implicado. Pero registra algunas limitacion­es. Un punto de continuida­d. Esas inestabili­dades le costaron la derrota de ayer, igual que le habían costado otra derrota en la primera ronda, también ante Dimitrov, que entonces lo había aplastado (6-0 y 6-2).

No tuvo nada que ver el encuentro de ayer con el de inicios de semana. Goffin venía lanzado. “Estaba agotado, también es cierto”, contaba: en la víspera había tumbado a Federer, la gran sorpresa del torneo. Se trataba de su primer triunfo ante el genio suizo, el primero en sus siete enfrentami­entos directos.

Con ese éxito en el zurrón, parecía confiado, convencido.

Crecido bajo esos argumentos, Goffin planteó una final emocionant­e. Más eléctrica que talentosa. Se abrió con tres roturas sucesivas. Dos para Goffin y una para Dimitrov. A partir de ahí, aquello fue una montaña rusa.

En ese caos, Dimitrov encontró antes el orden. Rompió dos veces más el servicio de Goffin y se adueñó de la primera manga. Lo hizo a la quinta bola de set. Luego bajó la guardia. Goffin le robó el saque en el séptimo juego y llevó la final al límite. En el último tramo, el belga se atascó. Dimitrov está más acostumbra­do a verse en estos lares.

Se creyó más maestro.

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LINNEA RHEBORG / GETTY Grigor Dimitrov celebra su victoria en el torneo de maestros, ayer en Londres

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