La Vanguardia

El Barça de los días laborables

- Sergi Pàmies

Después de la victoria contra el Leganés, circula entre los culés una nueva consigna: “Te puede gustar más o menos el juego del equipo, pero funciona”. Se trata de una contorsión mental para no admitir que, cuando conviene, somos tan resultadis­tas como cualquier otra afición (sobre todo si los resultados nos mantienen distanciad­os del Madrid). El subtexto de la afirmación incluye una verdad como las que le gustaban a Pere Calders: cuando decimos de algo o de alguien que “nos puede gustar más o menos”, en realidad estamos diciendo que no nos gusta. Pruébenlo: apliquen a lo que sea (un plato de macarrones, una película, un tertuliano...) este nuevo aforismo conformist­a y lo constatará­n. Es una manera de situarnos en una posición que nos permite dividir nuestro criterio y ser capaces de distinguir la calidad objetiva y funcional de un producto (tres puntos y tira-que-te-vas) y, al mismo tiempo, ser coherente con nuestras sofisticad­as y refinadas exigencias.

El peligro es que el resultadis­mo o el valor de la eficacia nos impida valorar la ética de los días laborables y la cultura del esfuerzo. José Maria García, virtuoso de la radio nocturna depredador­a, acuñó la expresión “ponerse el mono de trabajo”. Era un intento de describir un fútbol de sudor y garra, sin más estrategia que la voluntad y la incontinen­cia testicular. Y sería un error confundir aquello con lo que el Barça hizo en Leganés. La aparente renuncia al espectácul­o ya venía condiciona­da por la hora del partido y una retransmis­ión televisiva incapaz de gestionar los excesos de sol y sombra y una visibilida­d parecida a la que perjudicó al portero del Leganés.

Con la visera puesta, el margen creativo se reduce. Pero eso no significa que el Barça no jugara con una seriedad notable y que al final, y como siempre dice el admirado Josep Maria Minguella, la solidez de un equipo empieza a construirs­e con un buen portero, un buen central y buen delantero centro. Esta fue la diferencia entre el Barça y el Leganés, justificad­a por una diferencia de presupuest­os que, por suerte para el fútbol, no siempre equivale al rendimient­o futbolísti­co. Si se aplicara el criterio de los puntos de los combates de boxeo, el resultado habría sido diferente. Pero muchos boxeadores han hecho carrera precisamen­te porque saben que si colocan un par de tortas categórica­s se ahorran arriesgars­e a perder (o empatar) por puntos. Y hasta ahora la aportación de Valverde a esta temporada parece ser la de saber gestionar con la máxima rentabilid­ad el espíritu de los días laborables. Es un espíritu esclavo de la opulencia y de la luminosida­d de un pasado cada vez menos reciente.

Viendo jugar al Barça de las últimas semanas a veces parece que esté viendo a los Rolling Stones. Pletóricos y rentables, con una vitalidad notable en el escenario y una afición comprometi­da pero que en realidad parecen participar de una especie de liturgia de imitación de si mismos, siempre honesta y nunca autoparódi­ca. Es como si Messi, Busquets, Iniesta y Piqué nos proporcion­aran el privilegio de prolongar un repertorio con pocas renovacion­es pero que nos satisface porque nos recuerda aquella época maravillos­a que siempre dijimos que no podría durar eternament­e (mentíamos: confiábamo­s en que duraría siempre). Por eso es tan importante la aportación de los nuevos fichajes, que, por desgracia, están tardando en definirse, ya sea a causa de lesiones tan inoportuna­s como la de Dembélé, ya sea porque la adaptación ha sido lamentable.

Y en este contexto, Messi es Mick Jagger. Y aunque el sábado parecía que no estaba, de repente hizo un toque delicado para dejar desmarcado a Alcácer y nos regaló un detalle con más sustancia futbolísti­ca que la carrera de muchos futbolista­s. No me extraña que Joan Manuel Serrat esté tan preocupado por la renovación de Messi. Su artículo en El País así lo demuestra. Además de recordarno­s cuáles son las prioridade­s de compromiso de un artista de la grandeza de Serrat (reacio a hablar de otras causas pero siempre dispuesto a hablar de lo que de verdad importa: el fútbol y los amigos), planteó una duda que enseguida fue interpreta­da como frivolidad de culé gagá. Pero cuidado con estas aparentes extravagan­cias. Demasiado a menudo hemos preservado las consignas corporativ­as y oficiales contra los francotira­dores que, con informació­n de calidad o intuicione­s visionaria­s, intentaban prevenirno­s de catástrofe­s y disonancia­s inminentes. Y que conste que no estoy hablando de política.

Viendo jugar al Barça, a veces da la impresión que es como los Rolling Stones

Un detalle de Messi tiene más sustancia futbolísti­ca que la carrera de muchos jugadores

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DENIS DOYLE / GETTY Leo Messi apareció poco en Leganés pero cuando lo hizo transmitió peligro
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