El Barça de los días laborables
Después de la victoria contra el Leganés, circula entre los culés una nueva consigna: “Te puede gustar más o menos el juego del equipo, pero funciona”. Se trata de una contorsión mental para no admitir que, cuando conviene, somos tan resultadistas como cualquier otra afición (sobre todo si los resultados nos mantienen distanciados del Madrid). El subtexto de la afirmación incluye una verdad como las que le gustaban a Pere Calders: cuando decimos de algo o de alguien que “nos puede gustar más o menos”, en realidad estamos diciendo que no nos gusta. Pruébenlo: apliquen a lo que sea (un plato de macarrones, una película, un tertuliano...) este nuevo aforismo conformista y lo constatarán. Es una manera de situarnos en una posición que nos permite dividir nuestro criterio y ser capaces de distinguir la calidad objetiva y funcional de un producto (tres puntos y tira-que-te-vas) y, al mismo tiempo, ser coherente con nuestras sofisticadas y refinadas exigencias.
El peligro es que el resultadismo o el valor de la eficacia nos impida valorar la ética de los días laborables y la cultura del esfuerzo. José Maria García, virtuoso de la radio nocturna depredadora, acuñó la expresión “ponerse el mono de trabajo”. Era un intento de describir un fútbol de sudor y garra, sin más estrategia que la voluntad y la incontinencia testicular. Y sería un error confundir aquello con lo que el Barça hizo en Leganés. La aparente renuncia al espectáculo ya venía condicionada por la hora del partido y una retransmisión televisiva incapaz de gestionar los excesos de sol y sombra y una visibilidad parecida a la que perjudicó al portero del Leganés.
Con la visera puesta, el margen creativo se reduce. Pero eso no significa que el Barça no jugara con una seriedad notable y que al final, y como siempre dice el admirado Josep Maria Minguella, la solidez de un equipo empieza a construirse con un buen portero, un buen central y buen delantero centro. Esta fue la diferencia entre el Barça y el Leganés, justificada por una diferencia de presupuestos que, por suerte para el fútbol, no siempre equivale al rendimiento futbolístico. Si se aplicara el criterio de los puntos de los combates de boxeo, el resultado habría sido diferente. Pero muchos boxeadores han hecho carrera precisamente porque saben que si colocan un par de tortas categóricas se ahorran arriesgarse a perder (o empatar) por puntos. Y hasta ahora la aportación de Valverde a esta temporada parece ser la de saber gestionar con la máxima rentabilidad el espíritu de los días laborables. Es un espíritu esclavo de la opulencia y de la luminosidad de un pasado cada vez menos reciente.
Viendo jugar al Barça de las últimas semanas a veces parece que esté viendo a los Rolling Stones. Pletóricos y rentables, con una vitalidad notable en el escenario y una afición comprometida pero que en realidad parecen participar de una especie de liturgia de imitación de si mismos, siempre honesta y nunca autoparódica. Es como si Messi, Busquets, Iniesta y Piqué nos proporcionaran el privilegio de prolongar un repertorio con pocas renovaciones pero que nos satisface porque nos recuerda aquella época maravillosa que siempre dijimos que no podría durar eternamente (mentíamos: confiábamos en que duraría siempre). Por eso es tan importante la aportación de los nuevos fichajes, que, por desgracia, están tardando en definirse, ya sea a causa de lesiones tan inoportunas como la de Dembélé, ya sea porque la adaptación ha sido lamentable.
Y en este contexto, Messi es Mick Jagger. Y aunque el sábado parecía que no estaba, de repente hizo un toque delicado para dejar desmarcado a Alcácer y nos regaló un detalle con más sustancia futbolística que la carrera de muchos futbolistas. No me extraña que Joan Manuel Serrat esté tan preocupado por la renovación de Messi. Su artículo en El País así lo demuestra. Además de recordarnos cuáles son las prioridades de compromiso de un artista de la grandeza de Serrat (reacio a hablar de otras causas pero siempre dispuesto a hablar de lo que de verdad importa: el fútbol y los amigos), planteó una duda que enseguida fue interpretada como frivolidad de culé gagá. Pero cuidado con estas aparentes extravagancias. Demasiado a menudo hemos preservado las consignas corporativas y oficiales contra los francotiradores que, con información de calidad o intuiciones visionarias, intentaban prevenirnos de catástrofes y disonancias inminentes. Y que conste que no estoy hablando de política.
Viendo jugar al Barça, a veces da la impresión que es como los Rolling Stones
Un detalle de Messi tiene más sustancia futbolística que la carrera de muchos jugadores