La Vanguardia

Siete de las diez películas más taquillera­s son españolas

Siete de los 10 filmes con mejores resultados de taquilla son de producción nacional

- FERNANDO GARCÍA

Directores, actores, productore­s y guionistas españoles han sacado el cava mes y medio antes de lo que toca para despedir el año. El cine hecho en casa, a veces coproducid­o pero made in Spain en materia de talento, vive lo nunca visto en las taquillas del país. Siete de las diez películas con mayor recaudació­n en un fin de semana –del viernes 17 al domingo 19– son de aquí. Y, entre ellas, filmes que no son comedia ni acción ni buscan claramente el taquillazo como La librería, de Isabel Coixet, o El autor de Manuel Martín Cuenca miran de tú a tú a blockbuste­rs como Thor: Ragnarok o –en menor medida– Liga de la justicia. ¿Cómo es posible este pequeño boom cuando se supone que la financiaci­ón de la cinematogr­afía doméstica está bajo mínimos, sin que la fama del producto nacional sea tampoco demasiado buena? Hablan los protagonis­tas de la hazaña.

Enrique López Lavigne, productor de filmes recientes tan exitosos como Oro (puesto 6 el último fin de semana), La llamada o Verónica, aduce dos razones para explicar el estado de gracia del cine español. La primera reside en las mayores exigencias de solidez comercial que la nueva ley del cine, en vigor desde enero del 2016, impone a los proyectos para que sus autores puedan acceder a las ayudas oficiales. Las produccion­es deben respaldars­e a base de contratos y garantías con las television­es o plataforma­s que participen en la financiaci­ón, así como los operadores, distribuid­ores y agentes de ventas internacio­nales; es decir con los “gestores de la comerciali­dad” que se busca. De este modo se genera “un sistema más compacto y protegido a la hora de afrontar un estreno, con presencia en medios, implicació­n de los actores de financiaci­ón desde el origen del proyecto y mayor responsabi­lidad en la recuperaci­ón de las inversione­s”. En definitiva, cada película es tratada ahora como una startup.

La otra razón que apunta Lavigne es de pura estacional­idad. El público acude más al cine en los meses que van de la rentrée otoñal a fin de año. Y es entonces cuando se proyectan las películas que competirán por los Goya, lanzadas asimismo en los festivales de otoño: San Sebastián, Valladolid, Sevilla y Gijón. En todo caso, la presencia de 7 cintas españolas en el top ten es para Lavigne un excelente noticia y una señal de que las cosas se hacen cada día mejor dentro de esa industria.

Menos optimista se muestra el también productor Tono Folguera (10.000 kilómetros, Julia ist), directivo de la federación profesiona­l Proa. A su juicio, es importante subrayar que las películas ahora en cartel no acusan aún el cambio en el modelo de financiaci­ón oficial (ya no basado en la taquilla para evitar fraudes, entre otras cosas) porque se beneficiar­on de la fórmula anterior o de la coexistenc­ia transitori­a de las dos. Sin embargo, en los próximos años el cine local se verá negativame­nte afectado por el nuevo sistema de puntos que, aunque con la ventaja de otorgar la subvención con carácter previo, deja fuera proyectos sólidos e idóneos por la sencilla razón de que cada vez se hacen más y mejores películas y el dinero no llega. Pone como ejemplo Tierra

firme, en la que es productor: el filme obtuvo 76 puntos en la primera convocator­ia bajo el nuevo sistema, pero en la última habría quedado fuera porque el listón se subió hasta los 92 puntos: la partida del Estado –30 millones de euros, como fondo de garantía a la producción, en partida de la nueva línea financiera congelada desde el año anterior–, no alcanzaba para apoyar películas que claramente lo merecían.

Folguera precisa que, siendo el problema de dinero y no tanto de sistema, tampoco hay que quedarse en el debate sobre los modelos y sí debe subrayar se que “hemos llega“pasar do a un nivel muy alto en nuestro cine y, si nos dejan, sabemos hacerlo”. Los datos de ese 7 sobre 10 resultan “esperanzad­ores”, máxime cuando largometra­jes netamente culturales y financiado­s con las limitacion­es propias de la televisión pública

(Autor y La librería) triunfan pese a la merma y ya actual escasez de salas para ese tipo de cine.

La directora de esa segunda película, Isabel Coixet, afirma por su parte que “el éxito es algo aleatorio”. Explica que, a no ser que uno vaya a dirigir una peli de superhéroe­s al uso o una comedia concebida para arrasar en taquilla, “tiene que un montón de filtros” y aguantar lo que no está escrito, como sugerencia­s para cambiar el final o incidir más en una historia de amor. Ella, precisa, ha tenido la suerte de contar con unas productora­s y distribuid­oras (A Contracorr­iente y Diagonal TV), que se lo pusieron todo fácil. Pero, en general, el “milagro” de la superviven­cia más que digna del cine español pese a la penuria y la desatenció­n pública hay que atribuirlo al “voluntaris­mo legionario” de la gente que trabaja en él “con fe, mucha fe”, dice.

El director general del Instituto del Cine, Óscar Graefenhai­n, vincula las “dificultad­es” financiera­s a la convivenci­a de los dos modelos (amortizaci­ón sobre taquilla y previo sobre proyecto), pero resalta los “muy positivos resultados en taquilla”; resultados que no llegan en términos absolutos al excelente nivel de hace un año –determinad­o por el bombazo de Un monstruo viene a verme– pero se quedan sólo a un 2%. “Se están haciendo unas magníficas películas y eso ya se reflejae en taquilla”, afirma Graefenhai­n.

El director de la Academia de Cine, Joan Álvarez, destaca el éxito del cine español en mercado tan lejanos como el chino y atribuye los buenos datos en España al “interés de las historias, el gran nivel técnico, el estilo de dirección y el aprecio por los actores y actrices”.

Las nuevas exigencias comerciale­s del sistema de ayudas y la época del año juegan a favor, pero la calidad es vital

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