Londres dobla hasta 40.000 millones de euros la factura del Brexit
El Gobierno británico pone como condición a la UE un pacto comercial satisfactorio
El Gobierno británico, ansioso por comenzar las negociaciones del futuro acuerdo comercial con la UE cuanto antes, ha doblado su oferta de dinero por la factura del divorcio hasta 40.000 millones de euros. Pero con una condición: sólo hará efectiva la suma si el trato final al que se llegue resulta satisfactorio para el Reino Unido.
La decisión fue tomada en una reunión del Gabinete que preside Theresa May, con los eurófilos claramente a favor de pagar más, y los euroescépticos reticentes. Tan sólo dieron su brazo a torcer cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, y el de Medio Ambiente, Michael Gove, aceptaron subir la puja con la condición antes mencionada. Tras tirarse los trastos a la cabeza después del referéndum y neutralizarse mutuamente como aspirantes a primer ministro (por eso ganó May), ahora ambos han hecho las paces.
Numerosos diputados partidarios del Brexit duro, encabezados por Jacob Rees-Mogg (que aspira al liderazgo del partido y a quien se conoce como el “Trump inglés”), expresaron sin embargo su disgusto por la nueva oferta, que May presentará oficialmente el viernes a Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo. No mencionará una cifra concreta, pero sí las obligaciones que Londres está dispuesto a asumir, por lo que en el lenguaje comunitario se llama el reste à liquider (pensiones de los funcionarios, proyectos a los que el Reino Unido dio luz verde siendo miembro, etcétera).
Un grupo de euroescépticos se opuso a la nueva oferta con el argumento de que el fracaso de las conversaciones para formar un gobierno de coalición en Alemania, la delicada posición de Angela Merkel y la perspectiva de nuevas elecciones podrían mejorar la débil carta negociadora británica, y hacer que los europeos, en un clima de incertidumbre política, se conformasen con menos. La propia primera ministra, según fuentes oficiales, les respondió que esa hipótesis es altamente improbable.
Michel Barnier, el jefe del equipo negociador de la UE, ha advertido a Londres que habrá de someterse en el futuro a las normas y regulaciones europeas en cuestiones alimentarias, sanitarias, bancarias, laborales y de aviación civil si quiere evitar el caos y aspira a un buen acuerdo comercial. “La elección del Reino Unido es clara, y consiste en optar por un modelo como el europeo o uno como el de Donald Trump”, señaló el diplomático francés.
A mediados de diciembre los líderes de los 27 han de decidir si la oferta británica ha mejorado lo suficiente como para permitir el inicio de las discusiones comerciales, en las que el Reino Unido aspira a un pacto más ambicioso que el recientemente suscrito entre la UE y Canadá, como un traje hecho a medida, que respete al máximo los beneficios de la pertenencia al mercado único y la unión aduanera. Pero, además de la factura del Brexit, está el problema de la frontera de Irlanda, con el taoiseach Leo Varadkar firme en su oposición a todo lo que signifique el restablecimiento de controles que alterarían el statu quo y podrían poner en peligro los acuerdos del Viernes Santo. Londres dice que “todo se arreglará con imaginación”, pero no dice cómo.
A todo esto, el ministro de Economía, Phil Hammond, enemigo público número uno de los euroescépticos, presenta hoy al Parlamento unos presupuestos generales del Estado marcados –cómo no– por la larga sombra del Brexit.
El Gobierno británico pone como condición a Bruselas que haya un acuerdo comercial satisfactorio