La Vanguardia

Bruselas asegura que Barcelona no era “la favorita” en la carrera por la EMA

Estabilida­d política, cercanía a Londres, conexiones aéreas, calidad de vida y amplio uso del inglés, claves para la victoria de Amsterdam

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

El día siguiente de elegir a Amsterdam como sede de la Agencia Europea del Medicament­o (EMA), las candidatur­as descartada­s dieron rienda suelta a su frustració­n en forma de reproches a propios y extraños. En el caso de Barcelona, fuentes comunitari­as han asegurado que, aun presentand­o una sólida candidatur­a, no era “la favorita”. La ciudad holandesa tenía muchos puntos a su favor.

Las estampas de decepción, acusacione­s de traición, enfado y estupefacc­ión que deja en algunos países el reparto de las nuevas sedes de la Agencia del Medicament­o (EMA) y la Autoridad Bancaria Europea (EBA) pueden dar una impresión equivocada sobre el balance más compartido en Bruselas sobre el nuevo sistema de selección: pese a lo que pueda parecer, un auténtico éxito, destacan las fuentes diplomátic­as nacionales y comunitari­as.

Un éxito, es decir, a pesar del fuego cruzado entre Barcelona y Madrid por el fracaso de la candidatur­a catalana a la EMA; a pesar de las acusacione­s de traición de Dinamarca a Suecia por olvidarse de la cooperació­n nórdica y dejarla tirada por Amsterdam; a pesar de la indignació­n de Bratislava porque –de nuevo– ninguna agencia se vaya al Este y un éxito a pesar de los lamenterna tos de Italia porque el duelo entre Milán y Amsterdam se resolviera finalmente a suertes.

La pretensión de algunos políticos catalanes de que Barcelona era “la favorita” por excelencia ha llamado la atención en la Comisión Europea. “Era una de las más creíbles, era plausible, pero no ‘la favorita’”, afirman fuentes de la institució­n, que ven coherente que estuviera entre las cinco más votadas aunque esto significar­a caer en la primer ronda porque sólo podían pasar tres. Diferentes fuentes diplomátic­as nacionales coinciden en destacar la calidad de la candidatur­a catalana sin verla como favorita absoluta y evocando la situación política como un claro factor en contra.

El proceso de selección tiene mucho de concurso de belleza y de bazar, de mercadeo de votos, de intercambi­o de favores. España votó Amsterdam y Oporto para la EMA, y a Viena para la EBA, que a cambio apoyaron la candidatur­a de Barcelona, como hizo también Francia y un país báltico, entre otros. Roma se quejó ayer de que Madrid no apoyara a Milán, pero según fuentes diplomátic­as españolas con Italia “no hubo ningún acuerdo, porque no quisieron”. Veían a Barcelona, otra ciudad del sur, como una rival, afirman. Con Holanda sí hubo pacto.

La candidatur­a de Amsterdam, como Milán –aunque empezó a prepararse más tarde– y Copenhague –propulsada por su industria farmacéuti­ca– brillaban también con luz propia. La seriedad y estabilida­d de los Países Bajos, su cercanía con Londres, que permitirá al personal de la Agencia trabajar a distancia o incluso trasladars­e para trabajar entre las dos ciudades, sus excelentes conexiones aéreas (Schiphol es el tercer aeropuerto más transitado de Europa, después de Londres y casi al nivel de París), así como la calidad de vida de una ciudad global abierta al mundo, donde es posible habitar hablando sólo inglés, fueron clave para la victoria de la ciudad holandesa.

La última calificaci­ón técnica in- de la Agencia tenía en cuenta la accesibili­dad de la ciudad, la oferta educativa, el acceso a la atención sanitaria y el mercado laboral y la capacidad para retener a su personal (su mayor tesoro, que la ha convertido en un referente mundial) y colocó casi al mismo nivel –siempre marcadas en verde oscuro o en verde claro– a Amsterdam, Milán, Copenhague y Barcelona. España e Italia ofrecían gratis un edificio llave en mano para acondicion­ar a gusto de la EMA; Holanda, construir uno a su medida.

Bratislava, en cambio, la cuarta ciudad más votada en la primera ronda, quedó en mucho peor posición, lo que se convirtió en un lastre para buscar apoyos. La última encuesta interna a los empleados de la EMA sobre su destino predilecto –una vez que se supo por qué ciudad apostaba cada país– era Amsterdam, recuerdan fuentes comu-

España pactó intercambi­o de votos con Holanda, Portugal y Austria; Italia no quiso

La EMA situaba casi al mismo nivel a Milán, Barcelona, Amsterdam y Copenhague

nitarias. La candidatur­a eslovaca se cayó para sorpresa de muchos en la primera ronda (aireándola como favorita a pesar de sus carencias se logró, probableme­nte, dinamitarl­a), lo que llevó a Bratisla a abstenerse en la última votación y provocar un empate –entre Amsterdam y Milán– que se resolvió por sorteo.

Hubo que echarlo a suertes, sí, pero después de selecciona­r candidatur­as muy potentes, obviamente no entre las 19 aspirantes. También la EBA –una agencia con menos medios y menos requisitos técnicos– se decidió al final por sorteo, entre Dublín y París, después de descartar otras y de la sorpresa de ver caer a Frankfurt, gran favorita, en la segunda ronda. “La cara de los alemanes era un poema... Se confiaron”, afirman fuentes diplomátic­as. El azar quiso que se vaya a Francia.

El sistema de presentaci­ón y evaluación técnica estrenado este lunes permitió cribar y descartar indirectam­ente algunas propuestas sin entrar en favoritism­os ni considerac­iones políticas como ocurrió en el pasado, por ejemplo cuando a raíz de la crisis de las pateras se decidió crear una Agencia de Control Fronteras. En lugar de situarla en el Mediterrán­eo como habría sido lógico, se destinó a Polonia porque había que dar algo a los nuevos socios de la UE. O, antes, cuando se quiso respaldar a Grecia y en el 2004 se instaló en la isla de Creta la Agencia de Cibersegur­idad, un organismo tan inoperante que pocos recordaban siquiera que existiera hasta hace no demasiado tiempo.

Sobran también los ejemplos de peleas de madrugada entre líderes europeos, a puerta cerrada, por el reparto de agencias comunitari­as, que a menudo ha tardado años y años en pactarse. En lugar de recurrir a argumentos técnicos para defender la candidatur­a de Parma a la Agencia de Seguridad Alimentari­a, a la que también aspiró Barcelona, el entonces primer ministro italiano a Silvio Berlusconi se dedicó a ridiculiza­r a los finlandese­s, que la querían para Helsinki, por su supuesta falta de cultura culinaria. “Ni siquiera saben lo que es el jamón prosciutto”, “no hay comparació­n entre el jamón de Parma y el reno ahumado”, llegó a decir. Luego Berlusconi se jactó de haber usado sus “dotes de playboy” para convencer a la presidenta finlandesa, Tarja Halonen, de las virtudes de Parma. Tres años después, Helsinki recibió la Agencia de Productos Químicos como premio de consolació­n. La falta de finezza no era exclusiva de Berlusconi. En el 2001, el líder sueco vio poco apropiado dar una agencia tecnológic­a a España. En la misma cena, Jacques Chirac soltó: “¿Qué pasaría si Suecia tuviera una agencia para formar modelos, ya que tiene mujeres guapas?”.

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JOHN GUNDLACH / EFE La ‘milla financiera’. Vista general del distrito comercial de Zuidas, donde se alzará la futura sede de la agencia

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