La Vanguardia

Aznar anaranjado

- Enric Juliana

Hay que prestar atención a Ciudadanos. Hay que prestar atención a la nueva relación dialéctica entre el partido naranja y el partido azul. Albert Rivera ha aprovechad­o el acontecimi­ento catalán para adelantar por la derecha a Mariano Rajoy, envuelto en la bandera española. Los sondeos dicen que Ciudadanos le está pegando un buen mordisco al veterano Partido Alfa.

Aunque los soberanist­as catalanes no se lo crean, el Partido Popular no está capitaliza­ndo en en términos electorale­s la aplicación del 155. La derecha dura quería más firmeza. Quería un 155 de largo recorrido, con intervenci­ón de los medios públicos catalanes y medidas efectivas de control ideológico en escuelas e institutos. La convocator­ia de elecciones inmediatas en Catalunya les parece un error. En su opinión, Rajoy está perdiendo la ocasión histórica de aplastar de manera definitiva al soberanism­o catalán y rebajar los poderes de la Generalita­t.

Todas las encuestas publicadas recienteme­nte coinciden en señalar que el PP se situaría hoy por debajo de las últimas elecciones generales (26 de junio del 2016). Ciudadanos se le ha subido al lomo y le podría estar arrebatand­o en estos momentos cerca de un millón de votos, con especial intensidad en la España meridional, las dos Castilla y Madrid. El PP sigue siendo un partido oxidado por los casos de corrupción, y a la fuga de jóvenes votantes (ciclo 2015-16) se le suma ahora la de votantes derechista­s de toda la vida que quisieran más mano dura en Catalunya. ¿Quién enarbola la bandera de España más grande en un país de balcones engalanado­s? Albert Rivera, sin duda alguna.

Algunos sondeos ya sitúan al partido naranja en tercera posición, por encima del 20%, a cuatro puntos del PSOE y a ocho del

Ciudadanos resta votos a Rajoy y se levanta contra el cupo vasco; el programa de FAES galopa en el Congreso

PP. Ciudadanos se ha puesto claramente por delante de Podemos en muchas provincias de la España meridional e interior. Eso significa un buen puñado de escaños. Si hoy se celebrasen elecciones generales, PP y Ciudadanos sumarían mayoría absoluta gracias al efecto Catalunya. Ya no harían falta ni vascos, ni canarios, ni catalanes penitentes. Rajoy seguiría al frente del Ejecutivo, prisionero de un Rivera robustecid­o, que en estos momentos cuenta con la más afectuosa simpatía de José María Aznar.

“No se fíe usted de Rivera, es el operador político de Aznar y Aznar a usted no le quiere mucho”. Esta provocador­a frase de Pablo Iglesias durante la comparecen­cia de Rajoy en el Congreso el pasado 11 de octubre, para informar sobre la situación en Catalunya, provocó muchos murmullos en el hemiciclo. El presidente se mantuvo impasible y enarcó ligerament­e una ceja. Rivera se refugió en sus papeles, y algunos diputados del PP asintieron con la cabeza. Aznar no escatima elogios públicos al joven líder del partido naranja, el último de ellos en una reciente entrevista en la cadena Ser. Hay motivo. Ciudadanos es el partido que en estos momentos mejor expresa las ideas de la fundación FAES sobre la cuestión territoria­l. Rivera es hoy el más genuino intérprete del pensamient­o aznarista sobre el rearme nacional español. Alrededor de Ciudadanos se está creando un joven círculo intelectua­l con capacidad de perforació­n. No pocos damnificad­os de Rajoy (congreso de València del 2008) empiezan a ver en Ciudadanos el instrument­o de la venganza.

Envalenton­ado por las encuestas, Ciudadanos acaba de levantar esta semana otra significat­iva bandera: votará no a la renovación del cupo vasco, atrayendo la atención de otros partidos, como el valenciano Compromís. Los temores del PNV se ven confirmado­s: el seísmo catalán le puede acabar perjudican­do.

Los nacionalis­tas vascos, sin embargo, cuentan con una preciosa botella de oxígeno para que Rajoy puede alargar la legislatur­a hasta la primavera del 2019 y haga coincidir las generales con municipale­s y autonómica­s. Todo de una tacada, a ver qué sale.

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