La Vanguardia

¿Descorcho yo el cava?

- Modest Guinjoan Economista

Se contrata a cualquiera que acepte horarios y precios generalmen­te abusivos

En una de esas comidas que hacemos un grupo de cinco amigos decidimos ir a un restaurant­e especializ­ado en pollo. Como en ocasiones anteriores, pedimos el menú, con el añadido de que antes de empezar beberemos cava. La camarera nos pregunta qué marca queremos de las dos que tienen, escogemos una y al cabo de un rato llega ella con la cubitera y la botella de cava dentro. Coge la botella con una mano, se mira el cabezal de manera dubitativa mientras con la otra mano muestra un sacacorcho­s y dice “A ver, ¿cómo se abre?”, lo que nos deja atónitos a los cinco de la mesa.

Le pregunto una cosa obvia, si no ha abierto nunca ninguna, y me dice que no; le pregunto qué nacionalid­ad tiene, y me dice que es española; le pregunto si nunca ha bebido cava, y contestaci­ón que sí, en fiestas, pero que en su casa las botellas no las abría ella. Le pregunto si quiere que le abra yo la botella, y me dice que sí. Lo hago mientras la camarera descubre que bajo el envoltorio del tapón hay una pequeña estructura metálica. La desenrollo, la saco y a continuaci­ón destapo el cava con una mano en el tapón y la otra sujetando la botella. Le doy la botella y nos sirve. La botella que pedimos un poco más tarde ya la destapa ella.

La anécdota no tiene más importanci­a que la sorpresa que nos provocó que un camarero (en este caso camarera) desconocie­ra una cosa tan elemental en el servicio de restauraci­ón como destapar una botella de cava. Que eso pase en el llamado país del cava resulta muy raro, y que pase en un restaurant­e que en su carta ofrece cava, todavía más.

No, no piensen que echaré la culpa de esta situación anecdótica a la atenta y simpática camarera que gracias a la clientela aprendió cómo se destapaba una botella cava. La joven, de entre 25 y 30 años, quizás hacía por primera vez ese trabajo y vete a saber con qué tipo de contrato, cuánto cobra y qué tipo de incentivos tiene.

Como el hecho es que, trabajando en un restaurant­e, la camarera ni ha recibido ninguna formación (si es que hace falta) ni conoce cómo hacer una cosa elemental como destapar una botella, la atención la tenemos que poner en el contratant­e. El caso, repito que anecdótico, ilustra como mínimo tres cosas bastante habituales en la restauraci­ón y la hostelería: 1) la ligereza con que se puede llegar a contratar, sin contrastar mínimament­e si la persona tiene las competenci­as profesiona­les para ocupar un puesto de trabajo determinad­o, tanto da que las haya adquirido vía experienci­a o vía formación; 2) que en sectores con gran competenci­a y en ausencia de salarios mínimos dignos, el empresario es capaz de coger al primero que pasa por la calle, siempre que se avenga a horarios y a precios generalmen­te abusivos, aunque no sepa abrir una botella de cava, y 3) que el consumidor tiene un nivel de exigencia muy bajo en calidad de servicio. Todo ilustra el tipo de estructura de empresa que existe en algunos sectores, incluido el del turismo low cost, que muchos todavía defienden.

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