Castellucci: “La comunicación ha tomado el lugar del pensamiento”
El director italiano lleva a Temporada Alta su críptica y fascinante ‘Ethica’
Es un montaje breve, fascinante y críptico. O, más bien, repleto de posibles sentidos, porque todo el mundo sale discutiendo el significado de lo que ha visto. ¿Qué representa esa joven mujer colgada de un cable por un solo dedo a varios metros de altura? ¿Qué simboliza ese enorme perro terranova que pasea entre los espectadores comiendo de vez en cuando del suelo y con un micrófono al cuello por el que maúlla o habla? ¿Y esa silueta humana perforada en la pared por la que entra el público y a través de la cual se ven escenas casi oníricas? Es Ethica. Natura e origine della mente , un montaje del gran director italiano Romeo Castelluci nacido en la Bienal de Teatro de Venecia que dirigía Àlex Rigola. Una performance, casi una instalación artística, que hoy y mañana aterriza en el festival Temporada Alta, en el Centre Cultural La Mercè de Girona, y cuya base es un libro que en el siglo XVII quiso cortar cadenas: la Ética de Spinoza.
Castellucci la leyó y quedó fascinado. Y se propuso llevar a escena de los cinco libros en que se dividía: Naturaleza y origen de la mente es el título del segundo. Un ensayo que acabó asociando a imágenes que tenía para futuros trabajos, como una mujer suspendida de un cable de acero. Junto a otros personajes como un perro que habla ha creado, señala, “una especie de fábula”.
Una fábula, un juego de alegorías, en el que el enorme perro representa a una cámara de vídeo. Un objeto que, subraya Castellucci, “forma parte de nuestra vida... o de no vivir. Porque la cámara de vídeo es en cierto modo un proyecto de inmortalidad, una ilusión. Con ella se da una especie de resurrección tecnológica. Y tenemos esa imagen de aparente eternidad y, en cambio, no sabemos vivir. Es el hábito que, para Spinoza, tenemos al enfrentar la vida, con una especie de ilusión, de oscuridad. No es casualidad que la cámara de vídeo la represente en Ethica un perro oscuro que tiene siempre la cabeza en el suelo, hambriento, que nunca usa la cabeza para pensar”. En el juego de alegorías
la mujer suspendida es la luz, “una imagen de extrema fragilidad, que puede caer en cualquier momento, pero también de increíble fuerza: aguanta todo su peso con un dedo”. Las figuras que pasan tras la silueta de la pared representan la mente, una tormenta de pensamientos.
Castellucci (Cesena, 1960), habitual en los últimos años de Temporada Alta y desaparecido de los teatros barceloneses –el año pasado estrenó en el Real de Madrid su impactante versión de la ópera Moses und Aron de Schönberg, en la que colocó un tremendo toro charolés en escena–, afirma que la Ética de Spinoza “no es un libro de filosofía, es un manual de instrucciones para alcanzar la felicidad, para liberar la persona confiándose a la inteligencia en vez de a la fe o a la religión”. “Esta obra –prosigue– no tiene nada que ver con las de los filósofos que le preceden. Para algunos es una catedral del pensamiento construida en medio del desierto. Es un libro de increíble complejidad, pero con calma, rigor y método geométrico Spinoza desarrolla, piensa, todos los aspectos de la vida, intenta utilizar la inteligencia como llave de la liberación”.
“Es un libro todavía necesario –añade– porque no vivimos bien en el plano personal, social y político. Spinoza no espera un milagro y cree que sólo podemos confiar en la mente para liberarnos de la esclavitud. Hoy vivimos una época en la que la esclavitud se ha convertido en blanda, invisible, como este momento histórico, pero hay cadenas”. Y apunta que la cadena más importante “es sin duda la comunicación”. “Es una de las formas de esclavitud mayores porque la comunicación ha tomado el lugar del pensamiento, ya no se piensa, se comunica. Lo que más me impresiona es la invasión de la comunicación, convertida en una especie de ideología dominante que se impone sobre todo, es mucho más fuerte que la Iglesia o el Estado. Ocupa todo el espacio vital, íntimo y social. Y todo el día lo pasamos en ese río de la comunicación”. ¿Se puede escapar? “Leyendo la Ética de Spinoza”, ríe. “También a través, por ejemplo, de la experiencia del arte. No se trata de combatir la comunicación, sino de encontrar ámbitos, espacios, que puedan funcionar de interruptor, de suspensión, y la experiencia del arte puede tener ese sentido en esta época”, concluye.
“Hoy vivimos una época en la que la esclavitud se ha convertido en blanda, invisible, pero hay cadenas”