Como un martillazo
En realidad, nunca estuviste aquí Dirección: Lynne Ramsay Intérpretes: Joaquin Phoenix, Alessandro Nivola, John Doman, Ekaterina Samsonov Producción: Reino Unido. 2017. You were never really here .95m. Thriller drama.
Como si fuera un remedo de Travis Bickle, el taxista de Taxi driver, Joaquin Phoenix se acerca aquí a la locura para rescatar a una adolescente tan descarriada como la del filme de Scorsese, pisando repetidamente la fina línea que separa la alucinación de la pesadilla. En realidad, nunca estuviste aquí es un mal viaje, muy malo.
Una abrumadora, descompuesta
y excesiva propuesta en caída libre hacia el lado oscuro, realizada por la escocesa Lynne Ramsay. Una directora que ya nos habló de soledades y disonancias, de silencios y de maldad –de mucha maldad– en la inquietante Tenemos que hablar de Kevin. Con En realidad nunca estuviste aquí, Ramsay afronta las expectativas de un cierto sentido de redención a través de una travesía descarnada por los sótanos de (cierta) sociedad. Un paseo que te enamora o te repele; o ambas cosas a la vez, como a uno le pasa.
Joaquín Phoenix, como se ha dicho, es el protagonista. Un veterano de guerra, abrumado por recuerdos y difusos traumas. Cariñoso con su madre, pero moralmente tan desvalido como su anciana progenitora. Un hombre roto, acosado por manías y miedos. Personaje perfecto para el histrionismo de Phoenix, un killer que solventa sus
negocios martillo en mano, a golpes secos. Hay que recalcar que estamos ante un Phoenix desfondado y desaforado, aficionado a ahogarse con bolsas de plástico. Víctima de las pastillas, más solitario aún que aquel Bickle de Scorsese en manos de De Niro que quería conectar y no podía. Con Bickle acababas por tener una cierta simpatía, o empatía al menos, pues ¿quién no ha sentido en alguna ocasión la mordedura de esa soledad que a él lo devora?
El personaje de Phoenix, con ser muy parecido, es otra cosa. No despierta simpatía, no. Si acaso, se queda en enigma. Contratado para arreglar problemas (a martillazos) es incapaz de arreglar los suyos propios ni de dar cuenta de sus fantasmas .El mejunje dramático está servido de forma efectista. Oscuro, seco y pastoso, acaba por dejar un regusto cálidamente amargo en el espíritu y su huella en la memoria.