La Vanguardia

El conservado­r Sánchez Melgar, nuevo fiscal general del Estado

Catalá ve posible la excarcelac­ión de los exconselle­rs ante “nuevas circunstan­cias”

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

Ni una semana. Ni siete días ha tardado el Gobierno en resolver sobre la sucesión del anterior fiscal general del Estado, José Manuel Maza, fallecido el pasado sábado en Buenos Aires. Y lo ha hecho por la vía más rápida, sin encomendar­se ni consultar a nadie, consciente de la delicadeza y urgencia de la decisión. El resultado, la propuesta de confiar la Fiscalía General del Estado al magistrado de la Sala Penal del Supremo Julián Sánchez Melgar (Palencia, 1955), un juez conservado­r, pero de suficiente y reconocida flexibilid­ad jurídica y doctrinal como para no partirse el espinazo en la primera curva.

Y vendrán curvas, vaya sin vendrán. Las primeras, a partir de la gestión procesal de las querellas contra el proceso independen­tista, que desde ayer han desembocad­o en un solo proceso judicial en manos del Supremo. Sánchez Melgar juega en esto con ventaja, porque conoce a la perfección los planos –y no sólo los arquitectó­nicos– de la casa, antiguo convento de las Salesas Reales, construido en 1750 para la mejor educación de las jóvenes de la nobleza.

Allí se ventilará ahora un proceso histórico, el relativo al 1-O, en el que se han abierto nuevas perspectiv­as. Lo dijo ayer con claridad cuasi meridiana el ministro de Justicia, Rafael Catalá, quien al presentar al nuevo fiscal general y ser preguntado sobre la posibilida­d de que el reagrupami­ento de toda la causa en el Supremo implique la libertad de los exmiembros del Govern, respondió que “nuevas circunstan­cias pueden llevar a nuevas valoracion­es”. Con ello Catalá se refería a la eventualid­ad de que los exconselle­rs sigan la “vía Forcadell” y, si declaran ante el juez del Supremo Pablo Llarena, asuman de un modo un otro la legalidad constituci­onal.

En este sentido, el paso dado con la propuesta de Sánchez Melgar como fiscal general refuerza la estrategia de control del caso, en un sentido institucio­nal. Lo que se trata de asegurar es la buena gestión de las querellas presentada­s contra el cesado Govern y contra la Mesa del Parlament y los Jordis, Sánchez y Cuixart. No es casual, en este sentido, que se haya pensado en una persona que, como Maza, procede de la Sala Penal del Supremo. Sánchez Melgar, además, figuró en la composició­n de la Sala que admitió a trámite la querella correspond­iente al Supremo.

Es precisamen­te en esta instancia, el TS, donde ahora seguirá toda

El nuevo fiscal general procede de la Sala del TS que ha asumido las querellas contra el proceso independen­tista

la investigac­ión de la causa contra los dirigentes del proceso independen­tista. Durante sus tres lustros largos en la Sala Penal, Sánchez Melgar ha destacado siempre por sus posiciones conservado­ras, pero matizadas. No es, en suma, un jurista conservado­r de piñón fijo. Así, fue el ponente de la sentencia que creó la doctrina Parot, ideada para impedir que los terrorista­s de ETA pudieran reducir fácilmente sus condenas. Y se opuso, en cambio, a la doctrina Botín, que evitó que el entonces presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, fuera juzgado por el caso de las cesiones de crédito, cuando sólo le acusaba la acción popular, sin respaldo de la Fiscalía.

Antes de llegar al Supremo, Sánchez Melgar desempeñó destinos en Catalunya, en concreto en los juzgados de Mataró y posteriorm­ente en la entonces Audiencia Territoria­l de Barcelona. En el Supremo ha sido magistrado suplente para las autorizaci­ones judiciales que debe dar este Alto Tribunal con respecto a determinad­as actuacione­s del Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI), una delicada responsabi­lidad institucio­nal.

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LV Julián Sánchez Melgar, el nuevo fiscal general del Estado

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