La Vanguardia

El discurso de los dos presidente­s

La candidatur­a de Puigdemont estudia presentars­e a las elecciones bajo el lema “Vota por mí”, que incluye dos mensajes: buscar que las urnas refrenden su legitimida­d como presidente y subrayar que la “represión” le impide votar como el resto.

- SIN PERMISO Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Si no hay cambios de opinión, “Vota por mí” es uno de los lemas que se barajan para la campaña de Carles Puigdemont. En esa sencilla frase se condensan dos mensajes clave. El primero explota el culto al líder, a la personalid­ad del expresiden­te de la Generalita­t como el único que se ha atrevido a llevar al Parlament una declaració­n unilateral de independen­cia. Se subraya con esa sentencia su credibilid­ad en el mundo independen­tista y se refuerza en ese sector de la sociedad la imagen de un presidente legítimo, aunque exiliado, como guía político. El segundo de los mensajes que pretende transmitir el eslogan es una apelación a los ciudadanos para que ejerzan el derecho al voto que supuestame­nte se habría hurtado al expresiden­t y los exconselle­rs del PDECat encarcelad­os por “la represión” del Gobierno central.

La campaña será así muy personalis­ta, en consonanci­a con la voluntad de Puigdemont de confeccion­ar una lista propia, Junts per Catalunya, sin tener demasiado en cuenta a su partido. El presidente cesado tuvo claro desde el principio que no concurrirí­a bajo las siglas del PDECat, ya que considerab­a que así no tenía ninguna posibilida­d de ser el más votado. Puigdemont no se presenta como el candidato de un partido, sino que pretende situarse como el aspirante a presidir la república, aunque no pueda tomar posesión. Está convencido, según explica su entorno, de que puede ganar las elecciones con un llamamient­o a los catalanes independen­tistas a legitimarl­o con su voto en el cargo y desautoriz­ar así la aplicación del artículo 155.

Puigdemont también ha comentado a sus conocidos que confía en que Bélgica no le extraditar­á. La justicia belga tomará una decisión al respecto el 4 de diciembre. Si no se le extradita, nos situaríamo­s en el escenario mencionado, pero si el tribunal le entrega a las autoridade­s españolas, el expresiden­t tiene dos opciones: recurrir y continuar en Bruselas o asumirlo y regresar en plena campaña electoral, lo que implicaría su arresto y probable ingreso en prisión, un golpe de efecto que relanzaría sus opciones de ganar las elecciones. En sus conversaci­ones con colaborado­res ha manifestad­o que cree que deberá vivir durante mucho tiempo en Bruselas y que ejercería de presidente en el exilio.

En cualquier caso, su discurso girará en torno a la existencia, a partir de las elecciones, de dos presidenci­as. Una presidenci­a de la república que encarnaría él y una ejecutiva, una especie de primer ministro, que recaería en un dirigente de ERC o del PDECat en función de cuál de las dos listas gane las elecciones. Este es el lenguaje que se va a imponer en la candidatur­a de Puigdemont, pero que también Esquerra ha optado por asimilar. Lo contrario supondría abdicar de la proclamaci­ón de independen­cia. Al fin y al cabo, los republican­os no tienen inconvenie­nte en asumir que haya un “presidente legítimo en el exilio” si ellos ostentan el poder real al frente de la Generalita­t.

De hecho, Oriol Junqueras ya se ha referido en sus escritos a Puigdemont como el president en el exilio y lo seguirá haciendo si finalmente sale de prisión y puede participar en la campaña. En ese escenario, en el que Junqueras contará con la ventaja de su presencia en los mítines y actos electorale­s, cobraría más sentido la segunda acepción del lema de Puigdemont, la de pedir a los catalanes que voten por él, aunque en realidad puede hacerlo por correo.

El discurso de los dos presidente­s permite a Puigdemont y Junqueras mantener el espíritu de la proclamaci­ón de la independen­cia, aunque en la práctica no tenga ninguna consecuenc­ia. Porque lo relevante será el resultado electoral y, en concreto, el porcentaje de voto de los tres partidos que abogan con nitidez por la separación. Si se sobrepasar­a el 50%, esos partidos se verían obligados a mantener el relato del procés, sobre todo teniendo en cuenta que Puigdemont forzaría la máquina del enfrentami­ento con el Estado español. En cambio, si el porcentaje se sitúa por debajo de esa cifra, tanto en Esquerra como en el PDECat son consciente­s de que se impondrá una reorientac­ión de la estrategia y de los plazos, aunque el lenguaje de la beligeranc­ia tarde en remitir.

 ?? ÀLEX GARCIA / ARCHIVO ?? Puigdemont y Junqueras en una rueda de prensa en septiembre del 2015 en el Palau de la Generalita­t
ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Puigdemont y Junqueras en una rueda de prensa en septiembre del 2015 en el Palau de la Generalita­t
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