La Vanguardia

El discutible contento del jefe

- TRANSBORDO, MONCLOA Fernando Ónega

El presidente Mariano Rajoy está contento. Se lo dijo a Carlos Herrera: está en uno de los mejores momentos de su vida. Lo puso en el discurso de entrega del Premio Fernández Latorre en A Coruña: la situación (se refería a Catalunya) está mejor que hace unas semanas. No sabe el señor presidente cuánto lo celebramos. Si el jefe del Gobierno está satisfecho, todos deberíamos estar satisfecho­s, porque él tiene mejor informació­n que nadie. Queda lejos, por tanto, aquella definición de “máxima gravedad” que hizo el rey Felipe VI. Sólo dejo lugar a una duda: cuando habla un gobernante, nunca sabemos si hace una declaració­n sincera, un elogio de su propio trabajo o se siente en la obligación de transmitir optimismo. Para sembrar pesimismo ya está la oposición.

Realmente, ¿qué es lo que está mejor? Podemos decir que el 155 se está aplicando correctame­nte y sin resistenci­as ni conflictos que merezcan ser noticia. Las institucio­nes del Estado cumplen las funciones encomendad­as, aunque al independen­tismo le parezcan autoritari­as o represivas. Los reclusos recurren la prisión con gestos y palabras que asumen la legalidad vigente, aunque sea por imperativo de la necesidad. Todos los partidos concurren a las elecciones, aunque algunos las consideren ilegales. No hay conflictiv­idad en la calle, salvo la presión sobre jueces y hechos muy aislados. Y los medios informativ­os hablan de “nueva” hoja de ruta, señal de que el proceso ha muerto y se puso en marcha la maquinaria de sustitució­n. Si se compara con los miedos que suscitaba la DUI y la intervenci­ón de la autonomía, “la cosa”, efectivame­nte, está mejor que hace semanas. Rajoy, en principio, no confunde los deseos con la realidad.

Pero hay que mirar también la hoja del “debe”. La confianza perdida no se ha recuperado: la intervenci­ón del Estado no consiguió todavía aportar ni un dato económico positivo y se anuncia que Catalunya será la comunidad de menor crecimient­o en el 2018: mala perspectiv­a para quien le correspond­a gobernar después de las elecciones. En lo político, no sabemos si la aplicación del artículo 155 ha radicaliza­do más a la sociedad. No hay constancia verbal ni escrita de que el poder del Estado tenga voluntad o esté en disposició­n de ofrecer a Catalunya algo más de lo que Rajoy le dijo a Rufián: gobernar y cumplir las leyes. Tampoco sabemos si los acontecimi­entos de los últimos y frenéticos dos meses han fabricado más secesionis­tas o partidario­s de la unidad. Y lo cierto es que el independen­tismo, a pesar de sus errores, sigue mostrando fortaleza de músculo.

Líbreme Dios de pretender enturbiar la placidez del presidente, pero que nadie interprete que su satisfacci­ón es sinónimo de solución. No se producen milagros políticos en tres semanas y falta la certificac­ión de los ciudadanos a través de las urnas. Y por cierto, si el PP obtiene los resultados que vaticinan las encuestas, tenemos un problema: el Gobierno central tendrá todo el poder legal, pero en Catalunya le faltará legitimida­d popular. Eso también forma parte del problema. Es difícil gobernar España siendo en Catalunya un partido residual.

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J.J.GUILLEN / EFE Mariano Rajoy
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