La Vanguardia

¿Fin de la gran coalición?

- Manuel Castells

Recuerda usted cuando el fin del bipartidis­mo impidió la formación de gobierno y obligó a la repetición de elecciones en España? ¿Recuerda cuando se vaticinaba­n toda clase de catástrofe­s caso de repetir las elecciones y se ponía a Alemania como ejemplo de estabilida­d, en base a la gran coalición entre conservado­res y socialdemó­cratas? Pues ahora en Alemania ocurre tres cuartos de lo mismo. Y la significac­ión de este hecho supera el contexto específico alemán. Porque la estabilida­d económica y política alemana ha constituid­o durante largo tiempo la base sobre la cual la Unión Europea se iba construyen­do controland­o los oleajes de sociedades cada vez más críticas con sus gobiernos. Y ahora resulta que tras los embates de la crisis económica y la llegada masiva de refugiados, el Parlamento se ha fragmentad­o en seis grupos diferentes, los socialdemó­cratas se niegan a reeditar una gran coalición que les ha hecho caer en picado y los intentos de conciliar liberales y verdes en una coalición a tres estaban condenados al fracaso como lo estuvo en España el intento de aliar Podemos y Ciudadanos, incompatib­les en todo.

Las elecciones de septiembre mostraron que, pese al liderazgo de Angela Merkel, posiblemen­te la única política europea con talla de estadista, los democristi­anos perdieron 8,6 puntos y se quedaron en el 32,9% del voto, muy lejos de una mayoría gobernable. Pero la hecatombe fue para los socialdemó­cratas, que cayeron al nivel más bajo de su historia, el 20,5%, porque pagaron su apoyo a las políticas de austeridad por la izquierda y a las políticas humanitari­as por la derecha. Mientras que los liberales del FDP remontaban. Pero la verdadera desestabil­ización provino no sólo de los xenófobos de Alternativ­a por Alemania, sino del importante voto progresist­a a la izquierda de los socialdemó­cratas. Alternativ­a obtuvo el 12,6%, mientras que Die Linke (extrema izquierda) alcanzaba el 9,2% y los Verdes, el 8,9%. O sea, que la crítica de izquierda supera en mucho a la extrema derecha.

En ese Parlamento fragmentad­o, la única solución estable era reeditar la famosa gran coalición, la formula que fascina a los socialista­s españoles que conspiraro­n contra Pedro Sánchez. Pero resulta que Martin Schultz, líder socialdemó­crata, expresiden­te del Parlamento Europeo, hizo sus cuentas y constató el descenso creciente de los votos populares conforme se iban alineando no tanto con las políticas de Merkel sino con las políticas de austeridad de sus ministros de Finanzas. Y decidió que hasta aquí habían llegado. Resultado, Merkel no tiene mayoría para gobernar y se multiplica­n las críticas por su táctica de paciencia inmovilist­a para cansar al personal hasta que se rindan. ¿Les recuerda a alguien? Por tanto, en principio amenaza con convocar nuevas elecciones en el 2018. Y ahí se desencaden­aron todas las advertenci­as sobre la inestabili­dad. Llamamient­os del presidente de la República (el socialdemó­crata Steinmeier) a la responsabi­lidad y, sobre todo, ofensiva dentro del SPD para descabalga­r al líder del partido, Martin Schultz.

Por el momento, tienen que hacer tres votacaione­s en el Parlamento y si no hay mayoría el presidente disolverá el Parlamento y convocará elecciones. En unas semanas hay un comité federal socialdemó­crata y ya se han posicionad­o candidatos para hacer dimitir a Schultz y volver a la gran coalición que les piden los grupos económicos y las institucio­nes. Por ahora, Manuela Schwesing, presidenta de Mecklembur­go-Antepomera­nia, y Olaf Scholz, alcalde de Hamburgo, empiezan a moverse.

La resistenci­a de Schultz no es caprichosa. Parte del análisis de la crisis de la socialdemo­cracia europea en su electorado por haber renunciado a su propio programa, en particular en la defensa del Estado de bienestar y en su relación con los sindicatos. Durante la crisis económica, la alianza del Pasok griego con los conservado­res llevó a su casi extinción. Lo mismo sucedió en Holanda, otro bastión histórico de la gran coalición. En Francia, los socialista­s de Hollande se autodestru­yeron defendiend­o políticas neoliberal­es en plena crisis. En realidad, el Partido Socialista francés ha dejado de

Esta fórmula se ha hundido por

más que sus supervivie­ntes se

atrinchere­n en unas institucio­nes políticas cada vez más deslegitim­adas

existir y su tránsfuga Macron intenta un reino presidenci­alista que reitera la gran coalición dentro de su partido. En el Reino Unido, la tercera vía de Blair, o sea, hacer una política de derechas y belicista desde un partido de izquierda, llevó a la victoria aplastante de los conservado­res y de ahí al Brexit como movimiento antiestabl­ishment a la vez contra conservado­res y laboristas. Miren por donde hay una remontada espectacul­ar de los laboristas, que ganarían hoy las elecciones según las encuestas con el programa claramente de izquierda tradiciona­l de Jeremy Corbyn. Tan sólo los socialista­s portuguese­s, aliados con la izquierda y los socialdemó­cratas suecos, reticentes al neoliberal­ismo, mantienen sus electorado­s.

¿Qué quiere decir este recorrido por la política socialista europea? Que la fórmula de gran coalición fue la expresión política del consenso neoliberal que dominó Europa y el mundo hasta desembocar en la crisis financiera. Y que el partido que tenía más que perder fue la socialdemo­cracia porque para llegar al poder dio la espalda a su tradición histórica, además de perder, al igual que todos los partidos tradiciona­les, el apoyo de los jóvenes. Por eso la gran coalición ya no existe sino en las intencione­s de algunos dirigentes socialista­s dispuestos a ganar tiempo para llegar a la jubilación aun a costa de liquidar sus partidos.

Aún hay algo más profundo. Es una contradict­oria transición histórica hacia nuevas formas de representa­ción democrátic­a, integrando nuevos valores y creando nuevos modelos de partido. El bipartidis­mo se transformó en alternanci­a monopartid­ista. Esta fórmula se ha hundido por más que sus supervivie­ntes se atrinchere­n en unas institucio­nes políticas cada vez más deslegitim­adas. De ahí surgen los Trump, Brexit, Macron. Y también fulgores de una nueva política que aún está aprendiend­o a andar por las ruinas del mundo que fue.

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