De belenes, ‘caganers’ y el artículo 155
Los compañeros que italianizamos sus señas desde sus tiempos de corresponsal en Roma nos preguntamos si Enrico Giuliani resucitará el sobrenombre que tantas veces aplicó a otro político, pero esta vez referido a la alcaldesa Ada Colau. Antes de popularizar la expresión de català emprenyat, el director adjunto de La Vanguardia utilizó el título de
príncipe de las mareas (quizá sin haber visto la película homónima de 1991, dirigida y protagonizada por Barbra Streisand, junto a Nick Nolte). Era una metáfora sobre la duda y la imposibilidad de estar en dos sitios a la vez.
Las mareas siempre han acompañado a Colau. ¿Activismo o política? ¿PSC o ERC? ¿Tradición o modernidad? Cansada de la eterna dicotomía, la alcaldía de Barcelona ha optado definitivamente por la tercera vía. Se acabaron las sempiternas polémicas a raíz del belén municipal entre conceptualistas y tradicionalistas, o entre apocalípticos e integrados, que diría Umberto Eco. A partir de esta Navidad, no habrá un belén, sino dos: uno moderno y otro clásico. Y que cada cual elija.
El arquitecto Jordi Darder, responsable del montaje de la plaza Sant Jaume, no cree que su apuesta sea transgresora, “pero sí contemporánea”. En realidad, es un innovador retorno a los clásicos. Todas las figuras tradicionales –un total de 25, de metacrilato y con luces led– aparecen aquí, sobre unos mástiles metálicos de entre tres y siete metros de altura. Cada poste tiene el nombre de una virtud. Algunas son evidentes, como la que vincula la astucia con el gato o la que relaciona la fidelidad con el perro. Otras son más conceptuales, como la que une la esperanza y una vaca.
Una apresurada y nada científica encuesta de este diario sobre la aceptación ciudadana dio una nota muy alta. Algunos viandantes, eso sí, elogiaron que Jordi Darder no se hubiera olvidado de algo tan nuestro como el caganer, aunque subrayaron la desproporción de la deposición. Que juzgue el lector: foto de arriba, esquina inferior izquierda. “Sí, parece la tifa del buey”, admite el propio Darder. El belén, que estará más o menos iluminado las 24 horas del día, se admira en todo su esplendor por la noche, cuando los juegos de luces tienen todo el protagonismo. Es uno de los mejores montajes del kilómetro 0 de Catalunya de los últimos años, muy integrado cromáticamente en el entorno y con visiones distintas desde cada esquina de la plaza.
Quienes consideren que belén e innovación sean términos antitéticos pueden acercarse al vecino Museu Marès, en la plaza Sant Iu, donde el Ayuntamiento ha encargado a la Associació de Pessebristes un montaje tradicional. La planta baja del museo se ha convertido en un bosque, con abetos y arbustos que trasladan al visitante a la sierra del Cadí. Las figuras, de madera y con tela policromada, han sido realizadas en Italia por la firma Heide Original. Son una preciosidad, en especial los Reyes Magos, como destaca Josep Porta, el presidente de la Associació de Pessebristes, una de las más veteranas del mundo, de la que hay constancia –gracias al Brusi– desde 1863.
Llama especialmente la atención el sant Josep, en una postura muy original e intimista. Todo es tan artesano, tan propio de una orfebrería, que hasta los anacronismos más ingenuos se perdonan, como la aparición de dos ejemplares de setter irlandés en la Jerusalén de Nochebuena. También aquí hay un caganer, muy cerca por cierto de un lazo amarillo que pide la vuelta a casa de los políticos presos y denuncia la aplicación del artículo 155.
Los viandantes elogian el montaje de la plaza Sant Jaume, pero destacan la enorme deposición del ‘caganer’