La Vanguardia

A la pistola de la agente detenida le faltaba una bala

Un informe de balística confirma que el proyectil hallado junto al cadáver del urbano es del calibre que usa la policía local

- TONI MUÑOZ Barcelona

ESCRITO ENVIADO A LA JUEZ

El arma de la mujer estaba en comisaría cinco días después del asesinato

TRIÁNGULO AMOROSO

Una amiga reveló que Rosa dudaba entre seguir con su novio o volver con Albert

Las piezas de este rocamboles­co asesinato empiezan a encajar. Tal como avanzó La Vanguardia, la juez sospechaba que un disparo causó la muerte del agente de la Guardia Urbana de Barcelona Pedro Rodríguez, cuyo cuerpo apareció calcinado en el maletero de un coche en el pantano de Foix. Las sospechas de la instructor­a se basaban en el hallazgo junto al cadáver de un objeto de metal en el maletero del vehículo cuya composició­n hacía pensar de que se trataba de una bala. Y así es. Un informe balístico de los Mossos d’Esquadra concluye que, en efecto, el objeto encontrado es “una bala disparada, blindada con núcleo de plomo del calibre 9 milímetros Luger”, munición que utiliza la Guardia Urbana. El siguiente paso pues era encontrar de qué pistola fue disparada. La juez encargó un informe a los Mossos para averiguar si las armas de los tres guardias urbanos protagonis­tas del caso habían sido utilizadas en las fechas cercanas al crimen. Se revisaron las pistolas reglamenta­rias de la detenida Rosa P, del otro arrestado Albert L. y del fallecido Pedro Rodríguez. A pesar de que el estudio no arrojó resultado alguno, ya que no se pudo determinar cuándo fueron usadas las armas, el examen sí fue capaz de hallar un elemento clave. A la pistola de Rosa P. le faltaba una bala. Mientras las armas de los dos agentes tenían 30 cartuchos cada una, en la de la mujer había sólo 29. Una bala menos. La investigac­ión pues se inclina a pensar que la bala hallada junto al cadáver fue disparada desde el arma de la mujer.

La pregunta que cabe formularse en este punto es dónde estaba la pistola de Rosa el día 1 de mayo cuando se produjo el crimen. La mujer estaba de baja y, a priori, los agentes que se encuentran en esa situación deben tener el arma guardada en el armero de la comisaría.

Lo que es seguro es que el 6 de mayo –cinco días después del crimen– el arma estaba en comisaría. Según consta en un documento remitido a la juez, Rosa P., pidió autorizaci­ón a la Guardia Urbana para que “le hicieran llegar a su domicilio su arma reglamenta­ria o bien una particular porque tenía miedo”. La petición fue denegada.

La jefa de Asuntos Internos de la Guardia Urbana ordenó la retirada y custodia del arma de fuego y la munición del armero de la comisaría en la que estaba destinada Rosa P., como medida cautelar “dada la posible afectación anímica por la muerte de su pareja”. Asimismo, el jefe de la Guardia Urbana, Evelio Vázquez, fue informado y ordenó que no se le devolviera el arma, pero en cambio autorizó que dispusiera de un servicio de protección que consistió en el despliegue de escoltas frente a su domicilio por una amenaza que se consideró cierta. Los protagonis­tas de este episodio, el jefe de la Urbana, la responsabl­e de asuntos internos y un subinspect­or que gestionó el ruego de la mujer, han sido citados por la juez el próximo martes para que expliquen la concesión del servicio de protección. Cuando autorizaro­n la vigilancia de Rosa P., los responsabl­es de la Guardia Urbana desconocía­n su implicació­n en el crimen. Rosa fue detenida una semana después junto a Albert L. también agente del mismo cuerpo policial.

Así las cosas, la posibilida­d de que el guardia urbano fuera asesinado de un disparo pasa a ser más que una mera sospecha. El mal estado en el que quedó el cadáver pudo arrojar poca informació­n, pero señaló que el fallecido fue estrangula­do. Los forenses llegaron a esa conclusión porque sólo pudieron analizar unos pocos restos óseos que se salvaron de la quema. Apreciaron “dos roturas de las bases de las astas del cartílago tiroides”.

Aun así, esta conclusión no cuadra con los restos de sangre que fueron hallados en la casa donde vivía Rosa P. con Pedro, el fallecido. Según consta en el sumario, se encontró sangre tanto en el piso de arriba como en el piso de abajo. Si Pedro hubiera sido estrangula­do, no habría tanta sangre esparcida por el piso. De ahí que gane enteros la hipótesis de que la víctima recibió un disparo, que después fue descuartiz­ada y , finalmente, calcinada en el maletero de su coche. La autopsia sí que destaca que el cuerpo presentaba las extremidad­es amputadas aunque lo considerab­a una consecuenc­ia de la acción del fuego.

La investigac­ión destaca que, en las fechas cercanas al crimen, Rosa y Albert, que eran expareja, retomaron el contacto hasta el punto que la mujer reveló a una amiga suya que tenía dudas entre seguir con su novio Pedro o volver con Albert. La investigac­ión apunta al móvil sentimenta­l como principal hipótesis.

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LA VANGUARDIA El vehículo calcinado en cuyo maletero fue encontrado el cadáver del agente Pedro Rodríguez
 ?? LA VANGUARDIA ?? Pistola reglamenta­ria de Rosa P., la agente arrestada
LA VANGUARDIA Pistola reglamenta­ria de Rosa P., la agente arrestada
 ?? LA VANGUARDIA ?? Una toalla con restos de sangre de la víctima
LA VANGUARDIA Una toalla con restos de sangre de la víctima
 ?? LA VANGUARDIA ?? Proyectil encontrado junto al cadáver calcinado
LA VANGUARDIA Proyectil encontrado junto al cadáver calcinado

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