Entrañable y familiar
El Trabuc lleva 29 años empapado en la tradición
El Trabuc es una bonita casa de campo de principios del siglo pasado que Albert Arimany –la familia Arimany viene de La Garriga– ha preservado con refinamiento. Ubicada en el barrio del Palol de Granollers, empezó su trayecto como restaurante hace 29 años a causa del afán emprendedor de Albert. “Abrí con la idea de hacer un grill, pero la clientela me fue pidiendo platos de restaurante. Hoy, a pesar de la evolución de la casa, los platos a la brasa –inicialmente, la madre del cordero– siguen siendo una parte notable y distinguida de la cocina de El Trabuc, tanto en lo que a pescado fresco se refiere, llegado a diario de Palamós, como con las carnes de la mejor procedencia y calidad” nos dice Albert Arimany.
En un entorno serenamente elegante, rústico y tranquilo, El Trabuc constituye un cuadro sumamente noble y confortable. Ante este proyecto entrañable y familiar Albert ha confiado los fogones a Alejandra Cruz, cocinera autodidacta que empezó en la misma casa hace 18 años, y a Maria Pascual, que atiende la sala desde hace ya 27.
Tradición y sabor, sensatez y exigencia, la culinaria de este casa es franca y comprensible. Prescinde de modas pasajeras. Platos dignísimamente resueltos sin caprichos ni comedias. El buen producto y el sentido común sueño determinantes. Albert sabe que, en cocina, la exquisitez no se calibra por las rarezas. Por eso complace tanto. Y a tanta gente.
Hablamos de una casa empapada de sabiduría, de veintinueve años impregnados de honestidad, firmeza y encanto que Albert prosigue con la valiosa colaboración de un equipo humano cortés y complaciente.
Hemos charlado y compartido la sobremesa con Albert. Nos ha acompañado Joan Beson –gourmet refinado y amigo de años–, que nos habló por primera vez de esta casa, dos personas afables y sapientes a quienes la vida y la amistad han enseñado las pocas cosas que son inexcusables para vivir. Comer hoy en El Trabuc, y conversar con ellos, ha sido un placer. Volveremos.