La Vanguardia

La primera dama que cayó en desgracia

LA ESPOSA DEL PRESIDENTE DESTITUIDO ROBERT MUGABE COMO LÍDER DEL PARTIDO GOBERNANTE EN ZIMBABUE TRAS 37 AÑOS EN EL PODER HA SIDO EXPULSADA DE LA ORGANIZACI­ÓN

- XAVIER ALDEKOA Barcelona

Con un 90% de desempleo, se veía con horror su afición a gastarse fortunas en ropa, coches o lujo

El pasado agosto, The Herald, principal diario de Zimbabue, le dedicó un artículo a toda página a la primera dama. El título apuntaba por dónde irían los tiros: “Una madre cariñosa para la nación”. En el artículo, abundaban los adjetivos para definirla. “Compasiva, apasionada, mujer de negocios astuta, política perspicaz, patriota…” La semana pasada, después de que militares tomaran el control del país y retuvieran al matrimonio Mugabe en arresto domiciliar­io en su mansión de la capital, The Herald volvió a escribir sobre Grace. “Carece de preparació­n y de verdadero instinto de madre como muestra su lenguaje soez”. Tras la dimisión el martes de su marido, Robert Mugabe, como presidente del país tras 37 años en el poder, Grace cayó en desgracia. Sus ansias de poder han acabado provocando la caída de quien parecía el líder eterno de Zimbabue y la han arrastrado a ella también.

A principios de los años

90, nada hacía presagiar que aquella veinteañer­a tímida que entraba por primera vez en la oficina del presidente sería uno de los actores políticos más relevantes del país. Seria, inteligent­e y atractiva, Grace Marufu había sido contratada como tipógrafa de Mugabe. Aunque ambos estaban casados y pese a una diferencia de edad de casi 41 años, se enamoraron. Robert Mugabe siempre ha asegurado que su primera esposa, Sally, enferma en aquella época y una mujer muy querida entre la población, bendijo la relación poco antes de morir en 1992. Grace y Robert se casaron en 1996 y tuvieron tres hijos.

Veinte años después, Grace tenía todo de cara para tomar las riendas del país. Ambiciosa y sin escrúpulos, la primera dama se había rodeado de un grupo de amigos poderosos en el partido —los denominado­s G40 o generación 40 por la edad media de sus integrante­s—y había movido hilos para eliminar a sus rivales. En 2014, acusó a la vicepara presidenta Joice Mujuru, heroína de la independen­cia, de planear el asesinato de su marido e incluso de haber tomado parte en ceremonias de magia negra. Cuando la vicepresid­enta fue expulsada, Grace no tuvo compasión. “Si Mujuru es asesinada, ni los perros ni las moscas se acercarían a su cadáver”.

Aunque en la prensa local se la presentaba como una mujer solidaria, preocupada por los desfavorec­idos y que había fundado un orfanato, Grace nunca se ganó la estima de la población. En un país con el 90% de desempleo, se veía con horror su afición a gastarse fortunas en ropa, coches o artículos de lujo durante sus viajes por el extranjero y se populariza­ron apodos ella como “DisGrace” (desgracia), “Gucci Grace” o “La primera compradora”. Dueña de varios negocios y propiedade­s de lujo y granjas en territorio nacional y el extranjero, Grace aseguraba tener la piel curtida ante las críticas, como cuando la comunidad educativa clamó al cielo porque la principal universida­d del país le concedió un doctorado en sólo tres meses.

No siempre ha ignorado las críticas. En 2010, denunció al periódico que había publicado un cable destapado por Wikileaks en el que diplomátic­os estadounid­enses advertían que Grace y otros políticos habían ganado millones con la extracción ilegal de diamantes. Otras veces, ha empleado la violencia. En una ocasión, golpeó a un fotógrafo británico que tomó fotos de ella en Hong Kong y hace unos meses la emprendió a latigazos con una joven modelo a quien sorprendió con su hijo en un hotel de Sudáfrica. En las dos ocasiones, su inmunidad política le salvó de rendir cuentas.

Esos tiempos han terminado. Su rivalidad con Emmerson Mnangagwa, apodado “el cocodrilo”, favorito para la sucesión de la vieja guardia política y militar y probable nuevo presidente de Zimbabue, provocó la intervenci­ón del ejército y la caída de su marido. Su ambición desmedida ha acabado para siempre con la dinastía Mugabe.

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ZINYANGE AUNTONY / AFP Mugabe en una reunión del partido Zanu-PF el 4 de noviembre

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