La Vanguardia

La actriz que abraza al tirano... hasta la muerte

LÓPEZ SE PONE CADA NOCHE UNA TÚNICA PARA INTERPRETA­R A CESONIA, LA ÚLTIMA MUJER DEL CRUEL CALÍGULA, EN EL ROMEA. ACTRIZ DE TEATRO –MUSICAL Y DE TEXTO–, HA HECHO TAMBIÉN CINE Y TELEVISIÓN. Y FUE ABRIL EN ‘NISSAGA DE PODER’

- SILVIA HINOJOSA Barcelona

“Este texto no es nada naturalist­a, ¡gracias a Dios! Estoy harta de que el teatro parezca un set de televisión”, dice En la escuela alemana donde estudió cantaba en la coral y ya le gustaba preparar obras con sus compañeros

Cada noche, Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) sale a escena a contener la ferocidad del emperador. Vestida con una túnica, Cesonia abraza a Calígula en los momentos en los que el tirano es capaz de mostrar su fragilidad, aunque teñida siempre de locura salvaje. López lleva casi tres décadas haciendo teatro en Barcelona y ha trabajado con grandes directores, pero admite que el Calígula que Mario Gas lleva ahora a escena en el Romea (hasta el 10 de diciembre), con un enérgico Pablo Derqui en el papel protagonis­ta, le está dejando huella. “Me fascina interpreta­r a Cesonia, un personaje capaz de acompañar a Calígula en su viaje hacia el desastre por amor y que lo haga de forma tan altruista, hasta la muerte... eso la vida no te lo permite. Y además es un texto que no es nada naturalist­a, hay que proyectar la voz para decirlo, ¡gracias a Dios!, estoy harta de que estemos convirtien­do el teatro en un set de televisión”, asegura la actriz, sentada en la platea del Romea.

Canaria de nacimiento, Mónica López se vino a Barcelona a estudiar teatro con 18 años. Había hecho las pruebas para entrar en el Institut del Teatre, siguiendo la recomendac­ión de Concha Doñaque, experta en voz y lenguaje, que le había dado clases en el Centro Insular de Cultura, en Las Palmas. Su primer trabajo como actriz fue en un musical, un género en el que se ha prodigado, a pesar de que no tiene estudios de canto. “Los directores con los que he trabajado, tanto Mario Gas, como Calixto Bieito o Alfonso de Vilallonga, querían más una intérprete que una actriz, que no desafinara y que pudiera aportar algo que no fuera sólo una voz cantando. Y realmente ha sido así, ¡espero no haber hecho nunca el ridículo! No soy espectador­a de musicales, pero hacerlos es uno de los mayores placeres”, dice.

Después de ese primer musical, Línea roja (1990), siguieron Golfus de Roma (1993), Company (1997), Guys and dolls (1998), Brecht x Brecht (1999), A little night music (2000), Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (2007) o Groucho me enseñó su camiseta (2009). Pero

Mónica López también posee una extensa carrera en teatro de texto, con obras como El temps i els Conway (1992) –con la que se fue de gira por primera vez–, A Electra le sienta bien el luto, Oncle Vània, Las criadas o Las troyanas, entre muchos otros títulos.

El teatro es el género en el que admite que se siente más cómoda, pero en cine ha intervenid­o en diversas produccion­es, entre ellas En

la ciudad, de Cesc Gay, trabajo por el que recibió el premio Butaca y fue candidata al Goya; Intacto ,de Juan Carlos Fresnadill­o, o Que Dios

nos perdone, de Rodrigo Sorogoyen, con el que este verano rodó El

reino. Ha recibido dos veces el premio de la Crítica de Barcelona por

Top dogs y A little night music ,el premio a la mejor interpreta­ción femenina del Festival de Cinema Fantàstic de Sitges por El habitante

incierto, o el premio Curtficcio­ns por Pernocta, entre otros.

La televisión tampoco le ha sido ajena. Se estrenó con la serie Nissaga de poder, en 1996. Durante dos años interpretó a Abril, personaje que llegó a poner de moda este nombre entre las niñas catalanas, debido al éxito de audiencia del culebrón. También participó en series como 23F, el día más difícil del

Rey, Andorra o Acusados.

Respecto al método de trabajo, explica que prepara sus papeles en casa, en ningún rincón en especial. “Estudio en voz alta. Y me llevo el texto conmigo a donde voy, pero no practico por la calle, para no parecer una loca –bromea–. Aunque alguna vez en la moto me he sorprendid­o a mí misma recitando algún fragmento más complicado. Supongo que la gente piensa que hablo por el móvil”, señala. Como en general los ensayos se han reducido al mínimo en prácticame­nte todas las produccion­es, los directores piden que los actores lleguen al ensayo con el texto aprendido. “Eso no me gusta nada porque, cuando memorizas, sin querer tomas decisiones sobre como dices la frase y a mí me gusta que eso pase en las lecturas con los compañeros, no decidirlo yo en casa. Por eso intento memorizarl­o lo más plano posible y nunca me grabo, para no fijar tonos antes de tiempo y darle forma en el ensayo”, afirma.

En su familia no hay tradición de teatro, pero ella, que estudió en una escuela alemana –el origen de su madre– en Las Palmas, ya organizaba montajes de teatro con los compañeros. Como todos los alumnos, participó en la coral, un aprendizaj­e para los musicales que interpretó años después. “En mi familia son muy musicales, mi hermana tiene oído completo y afina que es una maravilla y mi hermano empezó haciendo bolos con orquestas pero tampoco se ha dedicado nunca. Y en el coche íbamos siempre cantando todos a voces”, recuerda.

Le gusta viajar y sobre todo aprender nuevas palabras en distintas lenguas, allí adonde va, y revisar la raíz, las etimología­s, confiesa. De hecho, es una vocación: “Si no hubiera hecho teatro, me habría dedicado a los idiomas”, asegura.

 ?? XAVIER CERVERA ?? López, en el Romea, donde interpreta Calígula, bajo dirección de Mario Gas, hasta el 10 de diciembre
XAVIER CERVERA López, en el Romea, donde interpreta Calígula, bajo dirección de Mario Gas, hasta el 10 de diciembre

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