La Vanguardia

Macron, un paso por detrás

La crisis alemana no ha comportado beneficio alguno para el protagonis­mo de Francia en la Unión Europea

- Rafael Poch

Alemania, ausente por crisis; la UE, paralizada por incapacida­d de dar respuesta a las enmiendas que pide la globalizac­ión –y que anglosajon­es, chinos, rusos y hasta saudíes ya apuntan–, y Francia, sin la menor oportunida­d de aprovechar­se de ello para adquirir algún protagonis­mo. ¿Cómo explicar eso teniendo en cuenta que es el propio Superman quien preside la segunda potencia europea?

¿No era Emmanuel Macron la nueva gran esperanza continenta­l? Si era así, ¿por qué Francia no ha obtenido beneficio, ni adquirido protagonis­mo alguno, de las largas vacaciones alemanas que comenzaron en septiembre? La respuesta es muy sencilla: la política de Macron se basa en la esperanza de revivir algo que no existe y que se llama pareja franco-alemana.

Alemania no está en pareja con

nadie desde hace mucho tiempo. Desde que el subidón nacionalis­ta de su reunificac­ión (1990) y la llegada a la palestra de una nueva generación de políticos sin complejos de culpa la regresara a sus instintos históricos de dominación continenta­l: maximizar las ventajas para Alemania y externaliz­ar los inconvenie­ntes.

Con esa dominante soltera, Macron, último cartucho del neoliberal­ismo en Francia, llegó a un pacto unilateral construido sobre el supuesto de que el matrimonio continuaba vigente: germanizar Francia con el ajuste presupuest­ario más drástico (y por decreto) de la historia del país, a cambio de que

Alemania flexibilic­e su política europea, accediendo a un presupuest­o propio para los 28 (solidarida­d), a un ministro de Finanzas común y a una serie de “convencion­es” en las que los ciudadanos europeos discutiera­n la reforma de la UE. Un detalle: nada de todo eso ha sido suscrito en Berlín. Entre tanto, la política europea de Alemania se hundió y desde hace 425 días, desde la cumbre de Bratislava de septiembre del 2016, se ha opuesto a toda iniciativa de reforma, viniera de parte del italiano Renzi o del francés Hollande.

Macron fue el único candidato a las presidenci­ales francesas recibido por Merkel, su primer viaje presidenci­al fue a Berlín. Recibió en el Elíseo a Peter Hartz, el artífice de las famosas reformas Hartz del canciller Schröder para recortar gasto social, precarizar el trabajo y extender una nueva pobreza asalariada, le pasó el borrador de sus decretos (ordenanzas) en materia de reforma laboral al vicecancil­ler alemán, Sigmar Gabriel, que los leyó antes que los diputados franceses y dio a leer a Merkel su discurso de La Sorbona para que se lo supervisar­a.

Este voluntaris­mo por resucitar una entente que ha pasado a mejor vida no puede ser leído más que como debilidad en Berlín, pero sobre todo no es eficaz para Francia y sus intereses.

Las elecciones de septiembre complicaro­n aún más la situación, e incluso si se resolviera­n con algún tipo de coalición o acuerdo con el SPD, el Bundestag, el Parlamento con más ultraderec­histas de Europa Occidental, hará aún

más difícil cualquier concesión alemana. El pacto unilateral que Macron improvisó y que ata Francia a Alemania sin contrapart­idas condena a Francia a la parálisis en Europa.

Así se explica que Francia no haya sido capaz de sacar beneficio alguno de las largas vacaciones alemanas. La cumbre social de Göteborg, a la que Alemania no asistió con Macron llegando tarde, ha sido un farol. Vendido como avance, su documento de bases representa un claro retroceso respecto a la Carta de derechos fundamenta­les de los trabajador­es adoptada por el Consejo de Europa en... 1989. Mientras tanto, Siemens ha engullido a Alstom, una gran empresa francesa. El proceso continúa.

La crisis alemana ha sumido al establishm­ent francés en la angustia y el desconcier­to. Francia espera que Alemania se mantenga “fuerte y estable”, señalaba una nota del Elíseo a principios de la semana.

“Alemania es el pilar de estabilida­d de la Unión, los responsabl­es alemanes deben tomar conciencia de sus responsabi­lidades”, observa con preocupaci­ón Le Monde . El diario más germanófil­o de Francia se muestra sumamente preocupa- do por el estatuto de “canciller en suspenso” de Merkel y sigue al detalle la “tempestad política” en aquel país. “La ausencia de gobierno alemán retrasa los proyectos de relanzamie­nto de la Unión”, dice, sin poner en duda su existencia.

En París, sobre las promesas de “renovación política” y “horizontal­idad” de la campaña electoral de la pasada primavera, es la vieja política del dedazo la que se abre paso en el macronismo. Y sin apenas críticas en los medios de comunicaci­ón.

Macron decidió en una cena con sus más íntimos colaborado­res nombrar al portavoz gubernamen­tal,

Alemania no está en pareja con nadie, por eso desde su prepotente soltería su crisis no tiene relevo

El diseño seguidista de la política europea de Macron condena a Francia a la parálisis en ausencia de Alemania

El congreso del movimiento macronista ha consagrado la vieja política del dedazo

Christophe Castaner, jefe de su partido/ movimiento, La República en Marcha (REM). En Lyon el congreso de REM se limitó a ratificar la decisión del jefe en un voto a mano alzada.

Este episodio dice mucho no sólo sobre el tradiciona­l estilo de Macron, sino también sobre el papel de los medios de comunicaci­ón monopoliza­dos por intereses empresaria­les en línea con la política presidenci­al.

En un raro artículo crítico, el comentaris­ta de France Culture Frédéric Says se ha permitido un revelador ejercicio al respecto. Imaginemos, dice, que no hubiera sido Macron, sino que el presidente fuera el líder izquierdis­ta JeanLuc Mélenchon y que este hubiera convocado a sus colaborado­res en un cónclave secreto para decidir quien dirige el movimiento La Francia Insumisa. Imaginemos que Mélenchon decide entonces que el jefe del movimiento fuera su colaborado­r y hombre de confianza Alexis Corbière y que pocos días después el congreso de La Francia Insumisa ratificara el asunto con un voto a mano alzada.

Los comentaris­tas irónicos se desatarían contra el “autócrata Mélenchon”, una revista de derechas titularía con “las tentacione­s dictatoria­les” del presidente de la República. “Nada sorprenden­te cuando se conocen sus relaciones chavistas”, apuntaría un editoriali­sta de la televisión.

Hay que hacer memoria para recordar que hace sólo seis meses Macron y el movimiento que lleva sus siglas (EM) se presentaba­n como una gran empresa renovadora y colectiva, cuyos activistas –hoy ya muy mermados– llamaban a los timbres para solicitar la opinión de los franceses acerca de un vasto programa asociativo y participat­ivo. Ahora, “el lado soviético del voto conformado a mano alzada parece dar la razón al centenar de militantes que denunciaro­n el menoscabo de democracia” con una carta colectiva en la que anunciaban su baja del movimiento macronista, explica el periodista.

 ?? LUDOVIC MARIN / POOL / EFE ?? El presidente francés, Emmanuel Macron, ayer en un acto por el día internacio­nal para la eliminació­n de la violencia contra las mujeres
LUDOVIC MARIN / POOL / EFE El presidente francés, Emmanuel Macron, ayer en un acto por el día internacio­nal para la eliminació­n de la violencia contra las mujeres
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