La Vanguardia

“Toda la ayuda a Haití se ha evaporado”

Marcos Recolons, jesuita, director de escuelas populares en Haití

- FÉLIX FLORES Barcelona

No hay un pueblo más maltratado por la historia y la naturaleza”, decía Marcos Recolons días antes de que la Administra­ción Trump anunciara que expulsará en 18 meses a 59.000 haitianos acogidos tras el terremoto del 2010. El pretexto es que Haití ya está en condicione­s de recibirlos. Cuando pronto se cumplen ocho años del seísmo, este jesuita que acaba de dejar el país en el que, como director de 17 escuelas de Fe y Alegría, le tocó vivir el huracán Matthew (casi un millar de muertos) constata que “los haitianos sienten una gran frustració­n, se perdió una oportunida­d de establecer una economía sólida, y Bill Clinton tiene mala prensa: se dejó todo en manos de las comisiones que creó. La Fundación Clinton y todo eso ha construido un hotel Marriot de cinco estrellas. Si el futuro de Haití es el turismo, quizás sí. Pero la impresión que crea ese hotel allá…”

Ricardo Seitenfus dimitió como enviado de la Organizaci­ón de Estados Americanos diciendo que Haití era “la república de las oenegés”. ¿Tiene esa sensación? Bueno, el año pasado se publicó una investigac­ión: la Cruz Roja de EE.UU. ¡con 500 millones de dólares construyó seis casas populares! Es una vergüenza lo que se dio a los consultore­s americanos. Prácticame­nte todo ha retornado a EE.UU. en sueldos, viajes, material, coches y todo eso. La impresión es que toda la ayuda, muchos millones, se ha evaporado, y no sólo por la corrupción del Gobierno sino de las agencias de cooperació­n internacio­nal públicas y privadas. Aunque tengo una buena impresión de la Agencia Española de Cooperació­n Internacio­nal: se ha dedicado a la cuestión del agua y lo ha hecho bien. Y pequeñas oenegés haitianas, muchas vinculadas a congregaci­ones religiosas, hacen buen trabajo. Nazaret Ibarra, de Jesús María, en el departamen­to más pobre ha construido 1.200 casas populares, fantástica­s, por 4.000 dólares cada una. Diría que los organismos de cooperació­n tienen dificultad­es porque no saben cómo tratar con el Gobierno. ¡Hay mucha corrupción!

La educación es privada. Incluso la primaria. Tienes un 15% de escuelas públicas. Más del 50% de las escuelas funcionan en casas particular­es y son el negocio de una familia. De noche quitan los pupitres y ponen las camas. ¡Un nivel bajísimo! ¿Qué pasa en el Ministerio de Educación? Llega un ministro, vienen los senadores y le dicen: tienes que colocar a estos tres; no son pedagogos, pero si se niega le hacen una moción de censura y lo sacan. Y eso pasa con todo. ¿Por qué el supervisor regional no aprueba hacer una escuela? Porque también tiene una escuela en su casa. Hicimos una encuesta a los padres de familia sobre las escuelas de Fe y Alegría. Sus prioridade­s eran: la seguridad, que los niños no estaban en la calle, el plato de judías con arroz que les damos y, en tercer lugar, la educación.

¿Se ha hecho algo con el problema de los restavek, los niños que las familias más pobres envían a otras para que trabajen y sean alimentado­s?

No. Es una cosa tan absolutame­nte incontrola­da... Los restavek responden a los criterios de esclavismo que marca la ONU. Un 30% de las niñas y cierto porcentaje de niños sufren violacione­s. Cuando vino el Matthew, teníamos una escuela que quedó del todo destrozada. El director, un capellán haitiano, me decía: tenemos que hacer algo, los padres están enviando a los niños a Puerto Príncipe como

restavek porque no los pueden mantener. Actuamos lo más rápido que pudimos. Recuperamo­s los alumnos y aumentamos la matrícula porque otras escuelas no habían podido abrir. Recuerdo la desesperac­ión de aquel cura, Jude Abraham, que decía que si sus alumnos se iban de restavek para él era el fin del mundo.

¿La seguridad no ha mejorado? La religiosa Isa Solà, a la que usted conocía, fue asesinada cuando salía del banco...

Eso es lo más peligroso. Las bandas hacen de las suyas continuame­nte en Puerto Príncipe. Pero si ves las estadístic­as, Haití no es un país violento: hay siete homicidios por 100.000 habitantes, cuando en República Dominicana tienes 24.

Usted tiene en general buena opinión de Evo Morales en Bolivia, adonde ahora regresa, de Lula en Brasil o Correa en Ecuador. ¿Hay alguna fórmula de esta izquierda latinoamer­icana que se pueda aplicar en Haití?

Tengo esperanza, porque he visto profesiona­les muy combativos, jóvenes, preocupadí­simos por el país y que quieren hacer algo. Necesitarí­an liderazgo. Si hubiese un buen líder, de todo ese plantel de gente que pone los intereses del país por delante de los propios podría salir algo bueno.

LOS JÓVENES

“Hay profesiona­les muy combativos que quieren trabajar por el país, necesitan un líder”

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XAVIER CERVERA El barcelonés Marcos Recolons ha pasado casi toda su vida en América Latina y ahora regresa a Bolivia

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