Los memes de la independencia
Desde los días 6 y 7 del pasado septiembre hasta hoy mismo, el denominado “problema catalán” ha invadido de manera amplia y generalizada los espacios en los medios de comunicación impresos, radiofónicos y televisivos. Incluso la llamada prensa de provincias –desde Almería hasta León– interesada por los asuntos locales mucho más que por los derivados del proceso, dedica amplios comentarios al tema.
En las redes proliferan las opiniones, sensatas, algunas, e insensatas, la mayoría. La catalanofobia y la hispanofobia se dan la mano, pero con el dedo corazón a manera de peineta. Los improcedentes y por descontado inadmisibles comentarios sobre el fiscal Maza, a raíz de su muerte, son tan intolerables como otros deseando la del president Puigdemont o la de la presidenta Forcadell.
Como hemos perdido la noción de diferencia entre lo público y lo privado, vamos al cine olvidándonos de que no estamos viendo la película desde el sofá de casa, donde podemos, faltaría más, mascar palomitas con ruido de incisivos de máquina perforadora o comentar a voz en grito el interés o desinterés del filme. Del mismo modo, nuestras opiniones en las redes, vertidas casi siempre a bote pronto, de manera irreflexiva no se diferencian de las que emitimos en privado entre colegas o coleguis a la hora del desayuno en el bar de la esquina. Y así deberían ser tomadas. Pero no, los tuits van a misa, imprimen carácter como antes los sacramentos y nos pueden mandar al cielo o condenar al infierno en un abrir y cerrar de ojos. ¿Será que todavía la letra impresa cuenta? ¿Esos insuperables 140 caracteres guardan aún un levísimo perfume de consideración sagrada? ¿Será la perdurabilidad de lo escrito frente a lo dicho?, aunque lo escrito sea una estupidez mayúscula, como lo son la inmensa mayoría de las opiniones escupidas o, peor, vomitadas en las redes, malolientes a jugos gástricos.
Sobre la cuestión catalana han circulado y circulan por las redes numerosos memes, ya saben, ese producto que nace en internet para ponerlo todo en solfa, sacándole punta. Tengo recogidos muchísimos. Los vengo coleccionando desde que comenzaron a proliferar, a finales del verano pasado, porque me parecen una estupenda muestra sociológica, una panorámica de actualidad intrahistórica, que nos permite constatar aspectos que la historia con mayúscula suele orillar. En casi todos, prima la imagen sobre la palabra, la caricatura, la distorsión de los rasgos. El flequillo trumpiano del expresident Puigdemont da para mucho y la apariencia un tanto voluminosa y polifémica del exvicepresident Junqueras no le va a la zaga. Del mismo modo, la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, aparece más empequeñecida y tan agresiva como un dóberman. Entre los dedicados al presidente Rajoy, uno de los más ingeniosos lo muestra con un pelucón tirando a color zanahoria y la inscripción: “Haznos un muro a los catalanes que ya lo pagamos nosotros”.
Esos son sólo algunos ejemplos entre los infinitos que circulan por las redes, donde el éxito de los tuits consiste en el retuiteo, junto con el comentario que el tuit inicial genera. En este sentido, el tuit del independentista señor Carlos Vilaseca, militante de las Juventudes de Esquerra Republicana, se convirtió en viral en las redes.
El señor Vilaseca en un subidón de patriótica adrenalina independentista, tras la proclamación republicana de Puigdemont, tuiteó la imagen de su DNI roto en dos pedazos y la inscripción “Adeu Reino d’España. Hola República Catalana”. La reacción no se hizo esperar. La inmensa mayoría de retuits señalaban que el DNI nuevo le costaría once euros. Incluso un tuit de la policía le indicaba la necesidad de pedir cita previa si quería renovar el documento y otros muchos valoraban la ingenuidad del muchacho en cuestión mostrando parte de sus datos en público. Casi todos los retuiteadores advertían que iban a usarlos para cargarle compras y recibos… El joven militante, nacido en 1989, según indica el cadáver troceado de su DNI, cerró su cuenta de Twitter. Seguramente alguien le hizo ver que una cosa son los arrebatos patrióticos y otra muy distinta la vida cotidiana, en la que el DNI es casi imprescindible. Si hubiera nacido en Estados Unidos tal documento no le resultaría necesario porque allí no existe, pero de momento aquí, en Europa, es ineludible y forzoso contar con él. Por eso, al parecer, en algún lugar secreto, el Gobierno catalán tenía ya preparados los documentos nacionales de identidad para los ciudadanos de la nueva república. Quizá el señor Vilaseca estuviera en el ajo de todo ello, de ahí la inmediatez de su gesto, ejecutado cuarenta minutos después de la proclamación republicana, sin darse cuenta, con la euforia, de que se trató de una proclamación desproclamada cuatro minutos más tarde.
De todos modos, pese a que nos distraemos con memes y tratamos de tomarnos las cosas con sentido del humor, el problema catalán es una realidad y la situación, seria y preocupante. Ojalá las elecciones, además de la derogación del artículo 155, nos devuelvan una tranquilidad imprescindible para seguir adelante. Amén.
Los memes nos permiten constatar aspectos que la historia con mayúscula suele orillar