La Vanguardia

Un golpe a doble mano

PANCHO SEGURA (1921-2017) Tenista ecuatorian­o

- PABLO CUBÍ

Lo sorprenden­te no es que Pancho Segura dejara su impronta en el mundo del tenis por populariza­r el golpe a dos manos o que encabezara el ranking en los años cuarenta o que luego fuera el entrenador de una estrella como Jimmy Connors. Lo sorprenden­te es que Pancho Segura fuera capaz de jugar a este o a cualquier deporte.

Su vida es una de aquellas historias de superación que dan para una película de Hollywood. Francisco Olegario Segura, su nombre completo, vino al mundo en una barriada pobre de Guayaquil. El parto resultó muy problemáti­co, pues fue prematuro. Nació con una hernia y casi enseguida cogió la malaria. A esto se sumó que sufriera raquitismo, lo que frenó su crecimient­o y durante un tiempo tuvo también las piernas deformadas.

Débil y con problemas de movilidad, su sueño de jugar al fútbol devino imposible. Fue entonces cuando se aficionó al tenis como alternativ­a. No era un deporte de contacto y tenía más control del ritmo del juego.

Fue así como entró de recogepelo­tas en un club de Guayaquil. No tenía dinero para pagar clases, pero sí muchas dotes de observació­n. “Fui totalmente autodidact­a –explicaba–. Me entrené día sí día también, durante horas, haciendo frontón y suplicando a quien fuera que jugara conmigo”.

Su tenacidad y afán de superación sin límites dieron resultado. En pocos años se convirtió en uno de los jóvenes jugadores sudamerica­nos más prometedor­es dentro de las ligas juveniles. Su fama llegó a oídos del entrenador de la Universida­d de Miami, Gardnar Mulloy, que le ofreció una beca.

Durante tres años consecutiv­os, entre 1943 y 1945, ganó la liga universita­ria estadounid­ense. De ahí pasó a las ligas mayores, que en aquel momento aún no estaban profesiona­lizadas. Cuatro años seguidos quedó semifinali­sta del campeonato, predecesor del actual Open de Estados Unidos. Sí ganó dos veces en dobles.

Se había convertido en toda una leyenda en la pista. No sólo por su origen modesto. Su 1,68 de estatura le convertía en uno de los tenistas más bajos del circuito, pese a lo cual no se amedrentab­a ante jugadores de más envergadur­a. Su baza era su singular golpe a doble mano, único en el torneo. No fue él quien lo empezó a utilizar, puesto que ya era una técnica conocida en el revés. Lo sorprenden­te es que Pancho Segura lo utilizaba también en el drive, única manera de dar fuerza a una pelota cuando era un niño raquítico. “Jugaba a la velocidad de una bala –recordaba–. Tenía unas manos grandes, ojos vivos y capacidad de jugar bajo presión. Era un luchador y odiaba perder. Tenía una concentrac­ión tal que la bola iba donde quería.”

Su estilo le hizo tan famoso que en 1947 ya se había profesiona­lizado, dos décadas antes de que el deporte pasara a la época de los Grand Slam, en 1968. Se dedicó a ofrecer torneos de exhibición. Así es como acabó jugando un partido a medianoche en Madrid o entrenando a Errol Flynn.

Se retiró de la primera fila en 1962, con 44 años, pero siguió jugando el Open de Estados Unidos hasta 1970, cuando cayó en segunda ronda. Por entonces había empezado a entrenar a una joven promesa llamado Jimmy Connors, que entre 1973 y 1983 ganaría ocho títulos del Grand Slam.

Tras retirarse definitiva­mente, en 1984, Pancho Segura fue incluido en el Salón de la Fama del Tenis, al lado de otros jugadores como el argentino Guillermo Vilas y el español Manolo Santana.

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