La luz comienza a asomar
La promoción inducida asegura taxativamente que la nueva entrega discográfica de la islandesa Björk, Utopia, es una suerte de contraposición de su anterior Vulnicura, que hay un evidente contraste estético y conceptual entre el álbum casi hedonístico publicado este viernes con la desgarradora entrega aparecida hace dos años y medio. Pero la verdad indica en este caso que los anhelos no son exactamente lo mismo que las realidades, y como mínimo se puede aseverar que las similitudes entre ambas obras son más numerosas que las posibles diferencias. También es visible que la principal novedad entre ambas entregas radica en la paleta sonora, como, por ejemplo, evidencia el que no se recurra a sección de cuerda y sí se apueste por una de viento especialmente atmosférica, que no duda en incluir una copiosa formación de flautas islandesas o abundantes trinos de pájaros (grabados en rituales chamánicos venezolanos).
Pero a la hora de la verdad los beats sincopados permanecen como marca rítmica de la casa –reflejo distintivo de la renovada colaboración con el productor también venezolano Arca, con quien ha alcanzado una simbiosis –, al igual que su manera de decir, que tiene mucho más de recitado redundante que de cantar, lo que lastra sus posibles inflexiones emocionales. Con todo hay que conceder que la luz sí parece asomar en un firmamento que en su obra anterior estaba determinada por la desolación, la ruptura de su pareja, la pérdida y una radical fragilidad. Pero ya entonces tenía preparado un plan B que aquí comienza a pergeñar tímidamente.