El curioso encanto de Benjamin Appl
El barítono bávaro, último heredero del mítico Fischer-Dieskau, revalida sus cualidades en el Life Vitoria
Si le hacía falta un meneo a la escena internacional de la ópera y el lied, le ha llegado esta vez en forma de barítono. Alguien lo bastante joven (35) como para tener por delante los dos o tres mejores lustros de su carrera y lo suficientemente maduro como para tener claro qué hacer con ella. Benjamin Appl (Regensbur, 1982), el último y aventajado alumno de FischerDieskau, parece ser la gran esperanza de la creación operística contemporánea a juzgar por cómo se lo disputan los nuevos compositores, pero también un cantante con una gran curiosidad y una habilidad para detectar qué puede resultarle enriquecedor como artista.
Su debut en el Barbican londinense o el Wigmore Hall y la publicación de su primer CD de canciones –ha fichado por Sony Classical– le hna puesto en el punto de mira de la prensa. A nadie le pasa desapercibido. Y no son sólo sus dos metros de altura. Hablamos de una voz aterciopelada, con extensión, aérea en los agudos, oscura en los graves, y al servicio de un gran narrador de historias. No le pasó por alto su musicalidad a Víctor García de Gomar, que lo presentó en el Nits de Clàssica de Girona este verano. Y ahora es el festival Life Victoria el que lo acerca hasta Barcelona (mañana en Sant Pau Recinte Modernista, 20 h)
“Mi primer álbum lo titulo Heimat, una palabra muy alemana difícil de traducir, no es la tierra madre o el lugar donde te sientes en casa, sino más bien un concepto que habla también de identidad, de pertenencia. Algo a lo que di vueltas tras mudarme a Londres hace siete años y plantearme luego regresar a Alemania, o quizás trasladarme a Mallorca, ya que como cantante freelance tanto da dónde residas. Para mí heimat no sólo habla de un lugar, sino de la gente y de las experiencias que has tenido en esos sitios y con esas personas amadas”.
Dos tercios del álbum son canciones alemanas. Schubert, Brahms, Wolf, pero también Britten o Williams, o el Allerseelen de R. Strauss o la bella canción que Adolf Strauss escribió días antes de ser enviado a Auschwitz a morir. “Habría sido fácil armar una colección de canciones que abordaran el tema. Eso podía hacerlo cualquiera, así que lo convertí en algo personal. El Schubert que incluyo en el CD tiene relación con mi abuelo. Habla de un hombre anciano que va al bosque a morir, y es lo primero que trabajé al día siguiente de fallecer él”.
Appl se explica con un milagroso acento británico –siete años ya afincado en Londres–, teniendo en cuenta que antes “odiaba la lengua inglesa”. Su carrera es el resultado del azar –“hay muchas decisiones que nunca tomé en mi vida”–, pues llegó a trabajar en un banco. Mientras, tomaba clases de canto, saltándose el resto de asignaturas de música. Pero en la escuela fueron amables con él, le permitieron acudir sólo a los exámenes. De manera que siguió cantando... hasta que finalmente dejó el banco. Su madre, directora de coro, tenía la esperanza
‘Heimat’, su primer CD, son canciones sobre la identidad, “que he seleccionado en tanto que eran algo personal”
de que fuera tenor, sus dos hermanos ya cubrían el rango baritonal, pero la realidad se impuso.
En tanto que barítono, su línea estética es la de la belleza, más emparentada con el incomparable Dietrich Fischer-Dieskau –hay críticos que ven en Appl a su sucesor– y Christian Gerhaher que con la vertiente naturalista de un Matthias Goerne. De hecho, Fischer-Dieskau fue su mentor al final de su vida. Appl es su último alumno. Y explica, sin ápice de morbo, el tiempo que pasó con él semanas antes que falleciera, en el 2012.
“Tuvimos unas sesiones en su casa, estaba muy cansado. Me dijo que tenía muchas cosas que decirme, las tenía en la cabeza, pero ya no se veía capaz de articularlas. Pasé tres años y medio estudiando con él, iba regularmente a su casa, pasábamos 5 o 6 horas, me quedaba y al día siguiente volvíamos a la carga. Fue un mentor, especialmente en la interpretación técnica y la presencia escénica. Y la experiencia de poder estar con él en la intimidad de su hogar fue inigualable. Cuando no había cámaras era una persona muy abierta”.