Historia de una foto
Leo Messi es un tipo impredecible. Lo es sobre el campo, cuando encara a los defensas, desesperados, pero también fuera de él, cada vez más enigmático y silencioso. Su última renovación ha tenido los ingredientes de una de sus jugadas personales. Regates, cambios de ritmo, suspense, contención del aliento del respetable y gol final con remate sorpresa en el momento menos esperado. En realidad, el desenlace ha sido el de casi siempre cuando el argentino interviene: Messi ha ganado, y el Barça, por supuesto, también.
Existían dos versiones alrededor de lo que venía sucediendo en los últimos meses. La teoría oficial, construida a partir de la información facilitada por el club, hablaba de que Messi estaba jugando ya con las condiciones del nuevo contrato, publicitado a través de un breve comunicado, desde el pasado 1 de julio. Habían firmado los documentos pertinentes el padre del futbolista, Jorge, ejerciendo de representante, y Rodrigo, su hermano, en lo referente a los asuntos de su fundación. El acuerdo era válido hasta el año 2021, la cláusula de rescisión ascendía a 300 millones de euros y sólo faltaban, a efectos protocolarios pero no necesariamente vinculantes, la fotografía y la rúbrica de Leo Messi. La segunda versión, nacida de la falta de información, de la especulación interesada o del miedo razonable, sostenía que la ausencia de la firma del crack abría la posibilidad de una rescisión unilateral de su contrato a partir del 1 de enero. Esa visión, poco realista pero atractiva para los amantes del terror, se fue haciendo sitio porque los meses pasaban y la dichosa instantánea no se producía, alimentando teorías catastróficas o artículos como el del mismísimo Joan Manuel Serrat, pidiéndole al presidente en formato de carta que con urgencia hiciera el favor de renovar al genio. Por cierto, Bartomeu, que ya llamó al del Poble Sec el día de la publicación de aquel artículo en El País para tranquilizarle, le volvió a llamar ayer para darle la buena noticia.
Pero... ¿por qué tardaron cinco meses en hacer una simple fotografía que hubiera acabado con tanto alboroto? La respuesta es compleja y seguramente nunca será completa. Sólo Messi y Josep Maria Bartomeu conocen toda la verdad. He aquí algunos detalles.
El primer absurdo se produjo entre los días 12 y 19 de julio. Con Messi recién llegado de su luna de miel y antes de que el equipo partiera de gira a EE.UU., esa semana apareció en el calendario como la ideal para el acto protocolario. Sucedió que algún directivo la bloqueó al encontrarse de vacaciones. Quería salir en la foto del año. Messi aceptó, pero hay testimonios que aseguran que mucha gracia no le hizo.
Hubo futuras oportunidades para provocar el encuentro, pero algo empezó a cambiar a raíz del adiós de Neymar. El PSG había pagado 222 millones, el mercado había volado por los aires, y la cláusula de 300 millones estipulada para Messi pasaba de ser imposible a asequible. ¿Para quién? Principalmente para el Manchester City. “En el nuevo fútbol existe una competición entre jeques para ver quién la hace más bestia”, se decía y se dice en el club.
He aquí la parte que la versión oficial ha escondido durante meses. Es cierto que se sucedieron los imprevistos (no hay que relativizar tampoco el contexto político y la correspondiente incerteza que se derivaba de él), pero lo que realmente relajó la prisa de las partes fue que fue inaugurada una nueva negociación. El club instó a los Messi a adecuar su cláusula a los nuevos tiempos (700 millones), y eso, obviamente, debía tener un precio a cambio. Hubo por tanto un giro de guion: Messi y Bartomeu no firmaron ayer el contrato acordado en junio sino uno nuevo que anula el anterior, cuya vigencia no ha llegado a los 5 meses. La cláusula ha cambiado; el sueldo, también.
Pactado el acuerdo, faltaba elegir el momento del anuncio. Se barajaban dos opciones: antes del clásico o antes de ir a Mestalla. El viernes, después de que la gala de la Bota de Oro disparara de nuevo las dudas ante el silencio de Messi, se prefirió la opción valencianista. Esa misma noche. Doce horas después, el barcelonismo recibía, y celebraba, la noticia.
Bartomeu sonríe siempre, pero ayer no lo hacía por defecto. El ruido alrededor de Messi, feliz en el Barcelona y en Barcelona a la espera de su tercer hijo, ha cesado. Aparecerán otros, pero este era ensordecedor. Y capital.
Messi y Bartomeu no han firmado el contrato vigente desde julio, sino uno nuevo que anula el anterior