La Vanguardia

Campaña gubernamen­tal pro 155

- Manel Pérez

El Gobierno de Mariano Rajoy está en campaña para intentar convencer a los empresario­s de que la economía de Catalunya ha sorteado el abismo gracias a su decisión de aplicar el artículo 155 de la Constituci­ón y convocar de inmediato las elecciones del próximo 21 de diciembre. A tal fin ha destinado este mismo fin de semana dos piezas significat­ivas: la vicepresid­enta, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Economía,

Luis de Guindos. El marco, los encuentros de economía en S’Agaró. El contexto, una burguesía a la defensiva y en busca de referencia electoral.

Amparados en la suavidad de este otoño en la Costa Brava, los dos representa­ntes de Rajoy coincidier­on en enviar un doble mensaje a los intranquil­os empresario­s catalanes. Las elecciones deben arrojar un interlocut­or fiable para el Gobierno central, primero; los síntomas de enfriamien­to que actualment­e aquejan a la economía catalana sólo se superarán si se recupera la confianza, para lo cual el resultado del 21-D debería incluir un debilitami­ento del frente independen­tista, segundo. Remachaban lo dicho por su jefe de filas, Mariano Rajoy, en la reunión con Foment del Treball del pasado miércoles, en este caso en Barcelona. Es su carta a los Reyes Magos. Los autóctonos saben que las cosas no son tan sencillas.

Con un tono más severo por parte de la vicepresid­enta y más optimista y relajado el del ministro, el objetivo ha sido dejar claro que en opinión del Gobierno al empresaria­do le toca echar el resto para que el 21-D las urnas arrojen un resultado que en Madrid se considere idóneo para devolver la confianza a las empresas que han cambiado de sede y a los inversores internacio­nales. Y que se ajuste al marco de la legalidad.

Explícitam­ente, transmitie­ron al auditorio que no debía aspirar a grandes cambios en la actitud del Gobierno central si el escenario postelecto­ral no cumplía esas expectativ­as. Más amigo de la zanahoria, Guindos esgrimió motu proprio el polémico acuerdo parlamenta­rio sobre el cupo vasco, votado hace unos días, que le asegura a Rajoy la aprobación de los presupuest­os del 2018.

Pacto que alumbra una opaca fórmula mágica que cifra en 1.300 millones anuales la compensaci­ón que el País Vaco debe realizar al Estado y que los expertos consideran

inexplicab­lemente baja. Una referencia que siempre genera entre los burgueses catalanes una indisimula­da envidia hacia la habitual habilidad negociador­a de sus pares vascos. “Cuando se negocia en la legalidad, la solución es posible, pues no se trata tanto de valorar el resultado final como de contar con lealtad en la negociació­n”, remachó el ministro de Economía.

En S’Agaró, la mayoría estaba escorada hacia posiciones contrarias al independen­tismo, al que no evitaron duras críticas. Los que se expresaron lo hicieron describien­do lo sucedido estos últimos meses como de tenebrosa zozobra económica. Coincidier­on, pues, en buena medida con el diagnóstic­o presentado por Sáenz de Santamaría y Guindos, lo que contribuyó a que algunos formularan peticiones de ayuda a los comparecie­ntes gubernamen­tales. Ese fue el caso de Miquel Valls, presidente de la Cambra de Barcelona, partidario de abordar el relevo de la Fira lo antes posible, deseo que colisiona

El Gobierno defiende ante los empresario­s la bondad de su intervenci­ón, mientras estos se preguntan sobre su voto

con la decisión de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que prefiere esperar a que haya nuevo presidente de la Generalita­t votado en las urnas.

Incluso al exconselle­r de Empresa de la Generalita­t, Santi Vila, autocalifi­cado como moderado, y al que se escuchó con atenta nostalgia, le tocó aguantar, en una cena que se alargó hasta el arranque de la madrugada, algunos duros reproches, en un marco de cierta comprensió­n hacia su “derrota política”, tras ver casi convocadas unas elecciones autonómica­s por el president Puigdemont, que, a juicio del político cesante, habrían evitado la petición de extradició­n a Bruselas y el encarcelam­iento de medio Govern.

En los pasillos y en las sesiones de debate, abundaban las dudas y preguntas explícitad­as en busca del voto útil o convenient­e. Pocos antecedent­es de tal desconcier­to en el mundo del dinero, hasta hace poco acostumbra­do a tener las cosas muy claras en el terreno de la contienda electoral. Pese a la visita de la vicepresid­enta y del ministro de Economía, no hubo desembarco de políticos populares. Comenzando por su flamante candidato en los próximos comicios, Xavier García Albiol, quien no puedo acomodarse bajo la intensa luz que los focos han lanzado este fin de semana sobre los ilustres visitantes de S’Agaró.

Algunos interpreta­ban las ausencias como esa última en términos de reconocimi­ento de las modestas expectativ­as del PP para el 21-D. Al tiempo, parece que es más práctico intentar revestir la presencia gubernamen­tal, y su uso del artículo 155, de un manto institucio­nal que resulte menos agresivo. Desembarco del Gobierno, no del partido, del que no se escuchó ni una sola referencia.

Menos complejos tuvo Miquel Iceta, el candidato del PSC, nuevo bardo de una socioverge­ncia que hasta el presente nunca ha podido ser y que desgranó en un clásico formato de programa mínimo socialdemó­crata su plan para una desconocid­a Catalunya post 155. Escuchado con simpatía; elogiado por su efímera colaboraci­ón, vía Jaume Collboni, en la gestión del Ayuntamien­to de Barcelona. Aunque con las lógicas dudas sobre su futura suerte electoral.

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ROBIN TOWNSEND / EFE Miquel Valls, Soraya Sáenz de Santamaría y Anna Balletbó en los debates de S’Agaró
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