Un espacio centenario para El Nacional
La emblemática manzana del Ensanche la han ocupado desde un teatro hasta un garaje
BARCELONA— El Nacional es un concepto innovador en el mundo de la restauración, un macroespacio gastronómico con una propuesta basada en la cocina y los productos propios de la Península, puesta al día sin perder sus raíces, como el propio espacio físico que ocupa el restaurante, un lugar cargado de historia que se restauró con el máximo cuidado para que todos los visitantes se sientan como en casa y a la vez sean partícipes de su historia. Esta ha sido la vida de una manzana emblemática del Ensanche.
El Nacional está situado en el interior de la manzana formada por la Gran Vía, el paseo de Gracia y las calles de la Diputación y de Pau Claris, en pleno Ensanche, el barrio más emblemático de la ciudad fuera murallas. No es en vano esta precisión, ya que el barrio, y con él la manzana donde está ubicado el restaurante, han marcado la historia contemporánea de Barcelona.
A mediados del siglo xix, la ciudad era una pequeña parte de lo que es ahora, encerrada dentro de las murallas medievales y sin poder crecer porque una amplia franja a su alrededor estaba declarada zona militar estratégica, donde no se podía edificar: iba hacia el oeste hasta la ciudadela militar, hoy parque y sede del Parlamento y el Zoo, y al norte hasta la villa de Gracia.
En este amplísimo espacio, el gobierno central impuso en 1860 el plan Cerdà, para ensanchar la ciudad, que fue recibido con una fuerte polémica, porque el Ayuntamiento había escogido otro proyecto. Pero con los años el Ensanche ideado por el ingeniero catalán Ildefons Cerdà se convertiría en un modelo de urbanización, gracias a la adaptación que hizo del denominado plan hipodámico, es decir, el diseño de las calles en ángulos rectos, creando manzanas entre ellos.
Cerdà revolucionó este planeamiento con la creación de chaflanes, que mejoraban la visibilidad en los cruces de calles y convertían las manzanas en octágonos en lugar de cuadrados. Esas manzanas ideadas por Cerdà eran en realidad dos hileras de casas, en la parte monta-
La última reforma rehabilitó el techo, de ocho metros de altura, formado por bóvedas soportadas por columnas industriales y con claraboyas que iluminan el interior, y conserva elementos como el pavimento de losas hexagonales
ña y en la parte mar, abiertas por los lados, con la idea de crear en su interior espacios verdes y comunitarios. A la hora de ejecutar el plan, los intereses económicos hicieron que la mayoría de esos espacios terminaran edificados.
La manzana que comentamos da al paseo de Gracia, una calle diferente al resto que Cerdà quiso que coincidiera con el antiguo camino que llevaba a la villa del mismo nombre, hoy integrada en la ciudad, y es desde este paseo que se puede entrar en el interior de la manzana, a través de un pasaje hasta ahora poco conocido por los barceloneses, pese a la popularidad de la que gozó en sus inicios.
DE TEATRO A GARAJE. Su primer destino fue alojar un teatro, el Teatro Español, diseñado por el arquitecto Antoni Rovira, ganador del concurso municipal para urbanizar el Ensanche que rechazó el gobierno central. El teatro se inauguró el 21 de mayo de 1870, y no es casualidad que se ubicara allí, ya que el espacio que ocupa el paseo de Gracia, cuando no se había urbanizado todavía, era un camino para pasear lleno de árboles donde los barceloneses iban, entre otras cosas, a presenciar representaciones teatrales en locales provisionales de madera.
El Teatro Español duró poco, exactamente hasta el 18 de noviembre de 1889, cuando un incendio de madrugada devastó el local. Lo reconstruyó en 1892 el arquitecto Ramon M. Ruidor, y esta vez adoptó el nombre de Jardín Español, donde se representaban zarzuelas, arias y conciertos, pero también tómbolas y ferias. El éxito no fue el esperado y cerró con el cambio de siglo, en 1900. La ciudad crecía y un espacio grande y céntrico como este no podía estar mucho tiempo cerrado: su nuevo destino fue acoger una curtiduría de pieles para zapatos, la Tenería Moderna Franco-Española, conservando la cubierta de bóvedas tabicadas con claraboyas para garantizar la iluminación natural, que se incluyó en el Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de la ciudad, del que todavía forma parte.
Repasando la historia del espacio, se documenta por los anuncios en la prensa que en 1929 se había convertido en un concesionario de coches de alta gama, de la marca americana Graham. Después de la Guerra Civil, aunque no se ha podido documentar, cuentan que el Ayuntamiento utilizó el espacio como punto de recogida de alimentos, y más tarde albergó un garaje privado, hasta 2013, uso que muchos barceloneses todavía recuerdan.
UN NUEVO PROYECTO. En junio de ese año, Subirats Bureau y el empresario Lluís Canadell crearon la sociedad Ocio Gastronómico Barcelona SL con el objeto de recuperar este espacio emblemático: el 25 de octubre de 2014 abrió las puertas El Nacional Barcelona, un espacio de más de 3.000 m2 que puede acoger hasta 695 personas en sus diferentes espacios. Ocupa el antiguo garaje y un edificio anexo que da al número 99-101 de la calle de Pau Claris.
La reforma respetó y rehabilitó el techo, de ocho metros de altura, formado por bóvedas soportadas por columnas industriales y con numerosas claraboyas que iluminan el interior, y conserva elementos singulares como el pavimento de losas hexagonales de la entrada o la puerta de acceso a la cocina. La decoración, ideada por el interiorista Lázaro-Violán, se caracteriza por grandes vidrieras y pilares metálicos, mobiliario hecho a medida para cada espacio y elementos singulares como el quiosco de la entrada, formado por dos antiguos balcones procedentes de La Coruña y unidos entre sí.
Se recuperaron también otros elementos que han dado una personalidad única a El Nacional, como las pilas antiguas de mármol de los servicios.