Irlanda complica al Reino Unido la negociación del Brexit
Dublín exige garantías de que su frontera con el Ulster seguirá siendo ‘blanda’
La República de Irlanda podría vetar el comienzo de la segunda fase de negociaciones entre Londres y Bruselas para avanzar en el Brexit si no obtiene un compromiso firme de que dicha ruptura no dañará sus intereses comerciales. Así lo ha advertido el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, cuya posición es respaldada por los negociadores comunitarios.
Uno de los errores garrafales de la política exterior británica del siglo XIX y principios del XX fue ningunear a Irlanda y tratarla como una mera colonia con la que Londres podía hacer lo que le diera la gana. Semejante falta de lucidez acabó con una guerra, la independencia y la partición. Y ahora, como hay líderes muy duros de mollera y vicios muy difíciles de erradicar, Gran Bretaña –aunque en circunstancias muy diferentes– vuelve a cometer el mismo error.
La UE dejó claro desde el primer momento que había tres condiciones previas para que las negociaciones del Brexit pudieran entrar en una segunda fase: la factura del divorcio, los derechos de los ciudadanos europeos residentes en el Reino Unido (y viceversa) y la frontera de Irlanda. El Gobierno de Theresa May se ha tomado relativamente en serio los dos primeros asuntos, pero no así el tercero, como dando por hecho que Irlanda –país con el que tiene numerosas afinidades– no pondría problemas a su antiguo amo.
Pero Dublín las está poniendo, hasta el punto de amenazar implícitamente con un veto al comienzo de la segunda fase del diálogo si Londres no pone por escrito garantías de que la frontera entre el Ulster y la República va a seguir siendo blanda, es decir, sin controles de pasaportes para las personas, sin puestos de vigilancia y sin que los vehículos sean detenidos para ser inspeccionados. Lo cual significa que Irlanda del Norte debería aceptar las reglas y regulaciones de la UE. Y lo cual, salvo que alguien se saque de la manga una solución mágica, significa a su vez la permanencia de la región en la unión aduanera.
Hasta ahora la respuesta del Reino Unido ha sido triple. Primero, que está “comprometido” a que no haya una frontera física. Segundo, que han de buscarse “soluciones tecnológicas imaginativas”, que sin embargo no ha concretado y los expertos dicen que no existen. Y tercero, que en cualquier caso es imposible entrar en detalles hasta saber cuál es el pacto comercial al que llega con la Unión Europea. Pero Irlanda no se fía. “Los británicos –comenta un alto funcionario de Exteriores– operan sobre la base de que al final todo va a quedar como ahora, van a disfrutar de casi todas las ventajas del mercado único sin estar en él ni asumir sus obligaciones, y por tanto el tráfico de mercancías con origen y destino en el Ulster no va a necesitar de controles adicionales. Pero eso es una ficción. El Gobierno May se niega a ver la realidad, pero lo máximo que va a lograr es un tratado como el de Canadá y Corea, con disparidades regulatorias imposibles de soslayar y que requerirán una enorme dosis de burocracia”.
En sus conversaciones de los últimos días con representantes del Gobierno británico y apariciones en foros internacionales, tanto el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, como su ministro de Exteriores, Simon Coveney, se han resistido a utilizar la palabra veto, limitándose a advertir que utilizarán toda su “influencia” como miembro de la UE para que el Consejo Europeo no dé a mediados de mes la luz verde al inicio de la segunda fase de conversaciones del Brexit si no hay un avance sustancial en el tema de la frontera. Es decir, si Londres no ofrece garantías mucho más concretas en vez de hacer meras declaraciones de intenciones. Michel Barnier, el principal negociador de Bruselas, ha declarado que “los problemas irlandeses son también problemas nuestros”.
IRLANDA
Dublín propone que el Ulster tenga un estatus como el de Hong Kong o la isla de Man
GRAN BRETAÑA
Londres dice que la solución al tema de la frontera depende del acuerdo comercial
Dublín ofrece como alternativa al mercado único fórmulas como las de Hong Kong o la isla de Man. Pero la prensa sensacionalista británica trata con desdén y desprecio al Gobierno irlandés, diciendo en sus artículos y editoriales –como uno de The Sun– que “se deje de niñerías, se comporte como un adulto y respete la voluntad de los 17,4 millones de personas que votaron por la salida de Europa”. Como si la obligación del primer ministro Varadkar fuera atender a los deseos de sus vecinos y exdominadores coloniales en vez de a los de sus propios ciudadanos. Y aunque no se expresen de la misma manera, la opinión de los políticos británicos es bastante parecida, y dan por hecho que al final Irlanda se rendirá a las presiones.
“Sabemos que ahora es el momento en que podemos conseguir más –admite el funcionario de Exteriores–. Una vez que empecemos a hablar exclusivamente de comercio, cada uno de los 27 defenderá sus propios intereses y la inercia tenderá a aparcar los obstáculos, como el de la frontera, que se interpongan en el camino de un acuerdo razonable que salve los presupuestos de la UE hasta por lo menos el 2020”. La paradoja es que Irlanda –cuya economía está muy vinculada a la del Reino Unido– sería el principal abogado de los intereses de Londres en la segunda fase del diálogo. Pero en la primera es quien le planta cara con mayor vehemencia.
Irlanda es el miembro de la UE que más tiene que perder si no hay un pacto de comercio con el Reino Unido, a pesar de que la dependencia de su vecino no es ni mucho menos la que tenía en 1973, cuando se unió a la CEE. Por aquel entonces, un 55% de sus exportaciones eran a Gran Bretaña, hoy constituyen tan sólo un 17% (menos que a Bélgica). Pero aun así el Instituto de Investigación Económica y Social calcula que la ausencia de un acuerdo aumentaríaen 20.000 millones de euros la deuda nacional del país y costaría 40.000 puestos de trabajo.
Entre el Ulster y la República hay 315 pasos fronterizos, la mayoría de ellos en pequeñas carreteras comarcales que pasan absolutamente desapercibidos, y son utilizados tanto por personas que viven en un lado y trabajan en el otro, o que van a comprar, o por camiones que trasladan mercancías. La industria manufacturera y agrícola de Irlanda del Norte es una de las principales interesadas en que se mantenga el statu quo, porque desde la firma de los Acuerdos del Viernes Santo ha registrado un enorme boom que no quiere poner en peligro.
Un doble componente dificulta un eventual compromiso. Por un lado, que el Ulster lleva meses sin un gobierno autónomo, y uno de sus principales partidos –los ultraconservadores protestantes del DUP, socios de coalición de May– se niega a hablar de nada que suene al establecimiento de una frontera teórica en el mar de Irlanda para que la provincia pueda permanecer en la unión aduanera, o a que se someta a reglas diferentes que las del resto del Reino Unido. Considera que esa fórmula “es un complot ideado por los cowboys de Dublín y el Sinn Féin para avanzar hacia la reunificación de la isla”. “El único mercado único que no les importa es el del Reino Unido”, ha dicho su líder Arlene Foster en el congreso anual de su partido a las afueras de Belfast.
La segunda complicación es que el Gobierno de la República podría caer en los próximos días como consecuencia de una moción de censura por una cuestión que se remonta al liderazgo del anterior
taoiseach, Enda Kenny. La actual viceprimera ministra, Frances Fitzgerald, era ministra de Justicia cuando el jefe de la policía intentó desprestigiar con acusaciones infundadas a un chivato que denunció irregularidades en el cuerpo. Leo Varadkar puede tener que escoger entre renunciar a sus servicios o convocar elecciones anticipadas.
Consideraciones económicas aparte, la reaparición de una frontera dura pondría en peligro los Acuerdos del Viernes Santo y una relación bilateral entre Irlanda y el Reino Unido que ha estado marcada históricamente por la subyugación, la división, la injusticia y la sangre, pero que no era tan saludable desde la época colonial.
ULSTER
Los protestantes se niegan a dar alas a una mayor integración con la República de Irlanda
UNIÓN EUROPEA
Barnier dice que “los problemas de Irlanda son también los problemas de la UE”