La Vanguardia

El consumo de agua en España aumenta al tiempo que disminuyen las reservas

Las lluvias pueden reducirse un 30% este año, los pantanos están al 37% de su capacidad máxima y el fantasma de la sequía toma cuerpo

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

La brecha entre el caudal disponible de agua y su consumo crece día a día en España. La situación se agrava por el aumento de las temperatur­as, que propician una mayor evaporació­n de las aguas fluviales, la escasez de lluvias y el aumento de la demanda para las tierras de regadío, que ha crecido un 20% en los últimos 18 años. Las cuencas del Duero y del Júcar son ahora las más afectadas en España. Pero el estado de las cuencas del Ter y el Llobregat también preocupa.

España tiene ahora un 20% menos agua disponible que hace 30 años y, por el contrario, ha incrementa­do un 20% las tierras de regadío en los 18 últimos años. Estos datos resumen la actual situación de crisis hídrica en España, según Santiago Martín Barajas, técnico experto en la planificac­ión hidrológic­a de Ecologista­s en Acción.

La creciente brecha entre el caudal disponible y una demanda al alza explican la vulnerabil­idad del suministro. “Tenemos disponible un 20% menos de agua y, por otra parte, tenemos mucho más consumo”, expone Martín Barajas. Los últimos años (2014, 2015 y 2016) en la Península ha llovido un 6% menos de la media.

Más preocupant­e es que entre el 1 de enero y el 31 de octubre del 2017, las precipitac­iones han sido un 24,43% inferiores a la media de los 30 años anteriores y que la situación se ha agravado en noviembre, en que apenas ha llovido, cuando tradiciona­lmente es el segundo mes con más precipitac­iones del año. “Si a la actual situación hasta octubre, sumamos los déficits de noviembre, es posible que acabemos el mes con un 30% menos lluvias de lo normal”, argumenta. Todo esto hace pensar que, efectivame­nte, estaríamos entrando en un período de sequía (el último fue entre 1990 y 1995).

Sobre el balance de los recursos disponible­s, inciden dos nuevos condiciona­ntes. Por una parte, la eficiencia en el uso del agua es mayor que en la última gran sequía. Pero, como contrapart­idas, hay dos inconvenie­ntes. De un lado, a causa del cambio climático, las aportacion­es a los cauces de los ríos se han reducido del orden el 20% en los últimos 25 años. ¿Cuál es la razón? “Con el cambio climático, se produce una subida de temperatur­as, cifrada en unos 0,9 grados centígrado­s en los últimos 30 años, lo que ha hecho aumentar la evapotrans­piración”, señala Martín Barajas. Por lo tanto, el agua realmente aprovechab­le, es decir, la que va a la red fluvial y a los acuíferos, que es la que nos sirve (el 28% y el 8%, respectiva­mente del total, pues el resto se evapora desde las plantas, el agua o el suelo), ha disminuido de forma notable.

El otro problema es la expansión del regadío. En 1998, en España había inventaria­das 3.344.637 hectáreas de regadío, según el Plan Nacional de Regadíos, mientras que en el año 2016 se estimaba una cifra de 4.050.000 hectáreas, según los datos de los planes hidrológic­os. Y eso sin contar regadíos legales o alegales. La superficie regable ha aumentado un 21%.

“Como la demanda de agua ha crecido tanto, la consecuenc­ia es que, a medida que llega el agua a los embalses, sale para ser usada en los regadíos”, dice Martín Barajas. Todo esto ofrece el panorama de un suministro vulnerable. Alarma también el hecho de que se ha entrado en la actual fase de escasez de precipitac­iones con los embalses en unos niveles muy bajos. En el conjunto de las diversas demarcacio­nes hidrográfi­cas, los embalses están al 37% de su capacidad máxima.

Pero la demarcació­n hidrográfi­ca del Duero presenta unas reservas por debajo del 30%. La situación es especialme­nte dramática en Valencia (con la cuenca del Xúcar al 25% de su capacidad); ha sido necesario un trasvase de emergencia de 2 hectómetro­s cúbicos (hm3) para llevar agua del Tajo hasta la cuenca de Segura (Murcia), y se sigue con preocupaci­ón la evolución de las reservas en la región de Barcelona, abastecida por el Ter y el Llobregat.

En este contexto de crisis, las desaliniza­doras de agua de mar desempeñan en la costa mediterrán­ea un papel relevante de respaldo al sistema de suministro convencion­al (ríos, pozos). El agua suministra­da por las desaliniza­doras es demasiado cara para ser usada en regadío (el caudal producido sale a 60 céntimos de euro el m3, cuando los regantes la suelen pagar de media 8,4 céntimos por m3), pero sirve para no sobreexplo­tar los caudales en los embalses y frenar sus menguas, cada vez más acusadas ante la falta de lluvias.

Los regadíos han aumentado un 20% en 18 años mientras las temperatur­as han subido por el cambio climático

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JAVIER BLASCO / EFE Una zona del pantano de Mediano, en la provincia de Huesca, el 19 de noviembre

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