Cartografías de urgencia
LA cartografía de urgencia es un concepto usado sobre todo en las catástrofes naturales. Con la ayuda de satélites, los responsables de coordinar las emergencias visualizan cómo las inundaciones o los terremotos han alterado los mapas. Volver a cartografiar en cuestión de días esa realidad cambiante permite un mejor acceso de los rescatadores a las zonas afectadas. Si existieran cartografías buenas y cartografías malas, esta sería sin duda de las primeras, y su antítesis sería aquella que se ocupa de redibujar los mapas después de las guerras.
Habría que buscar un sinónimo menos rotundo que el de catástrofe para definir la sacudida política que implica el Brexit, aunque también en este caso cabe hablar de cierta recomposición de urgencia de los viejos mapas. La crónica que abre Internacional sobre la crisis fronteriza entre Irlanda y el Ulster que comporta la salida británica de la UE es un buen ejemplo. No hace falta ningún manual teórico para constatar que el mero indicio de que se va a crear una nueva frontera produce movimientos económicos. El dinero sabe que siempre habrá una regulación o un contexto político que le favorecerá más en un lado que el otro, por lo que tiende a elegir sin dilación el que más les conviene. Y a veces lo hace a la velocidad casi cuántica del mercado globalizado.
Ahí está, en las páginas de Economía, el ejemplo de París, con opciones de convertirse en el nuevo centro financiero de un mapa de Europa redibujado gracias a la inusitada generosidad de los británicos que votaron desposeer a Londres de su condición de capital económica europea. O la redefinición del mapa empresarial catalán (ahora más que nunca con capital en Madrid), motivada por el proceso independentista. A diferentes escalas, son dos ejemplos de cómo proyectos políticos inspirados por las emociones han propiciado que el capital respondiera con una cartografía de urgencia. Ojalá fuera reversible.