Una aspirina contra el centralismo
João da Ega suele ser visto como un alter ego de su creador, el escritor Eça de Queirós, que hizo de él un personaje clave en la trama de Los Maia: Episodios de una vida romántica, obra maestra de la literatura portuguesa que contiene una sátira de la endogamia de las élites de la capital del país. Licenciado en Derecho y rentista que vive de los ingresos familiares que le llegan desde el norte, el provocador Ega traza en un pasaje de la novela toda una radiografía territorial del Estado luso cuando grita que “¡Lisboa es Portugal!”. “Más allá de Lisboa no hay nada. El país está comprendido entre la Arcada y São Bento”, añade en referencia al espacio delimitado por la sede principal de los ministerios, en los edificios amarillos de la plaza del Comercio, y la del Parlamento.
Ese centralismo, de los más intensos del mundo según los estudios comparados sobre la distribución del ingreso por niveles de la Administración, sigue muy vivo 129 años después de la publicación de Los Maia. Esta semana, el Gobierno del socialista António Costa ha intentado combatirlo con una aspirina sobre la que han surgido dudas acerca de si tan siquiera puede servir de placebo. Tras el fracaso del lunes de la candidatura de Oporto para acoger la Agencia Europea del Medicamento, carrera en la que la ciudad portuguesa quedó séptima, dos puestos detrás de Barcelona, el ministro de Sanidad, Adalberto Campos, anunció el martes el traslado a la urbe norteña en el 2019 de la autoridad farmacéutica lusa, Infarmed, de manera que su actual sede en Lisboa se convertirá en una simple oficina regional, dependiente de Oporto.
La sorpresiva noticia apareció como una fórmula del Gabinete del hábil António Costa para dejar atrás mediáticamente el sinsabor de la votación de Bruselas, después de haber apostado inicialmente por Lisboa, al tiempo que empieza a poner en marcha su promesa de aplicar medidas para combatir la macrocefalia capitalina. Y llega después de que en las municipales del 1 de octubre revalidase la alcaldía de Oporto, esta vez con mayoría absoluta, el independiente Rui Moreira, con su discurso contra la marginación política de la segunda ciudad del país. “Quiero agradecer al Gobierno por tomar esta decisión y expresar que nosotros, que no estamos satisfechos con el modelo del centralismo, también lo agradecemos cuando se toman medidas de esta naturaleza”, declaró Moreira.
En contraste con la reacción del alcalde, la mudanza de Infarmed chocó con el rotundo rechazo de los 350 trabajadores, conmocionados al enterarse, de repente, de que tienen que reconstruir sus vidas a 300 kilómetros de distancia. “Mis hijos quedaron llorando en el colegio”, declaró al diario Público Alexandra Pimentel, una encargada de ensayos clínicos. De acuerdo con un sondeo de los sindicatos, sólo 20 de los 321 empleados consultados están dispuestos a mudarse y únicamente nueve avalan la decisión del ministro, en un episodio que recuerda al del traslado de Madrid a Barcelona de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones. Más allá de las dudas sobre la legalidad de la medida que formula el comité de empresa, la oposición de la plantilla supone que el cambio de ubicación tendría un elevado coste económico.
En unas declaraciones difundidas por la radio pública Antena 1, Costa reconoció que el Gobierno no comunicó bien el traslado a Oporto de Infarmed, que según él estaba previsto en el plan para acoger la agencia europea, al tiempo que prometió una solución dialogada con los trabajadores. No obstante, el comité de empresa asegura que el traslado no se contemplaba ni en el programa estratégico ni en la propuesta presentada en Bruselas.
La actual polémica se suma a la que ya estalló ante la designación de la candidata portuguesa para acoger la Agencia Europea del Medicamento. La ciudad elegida en principio por el Gobierno era Lisboa, decisión que fue unánimemente respaldada por el Parlamento en mayo. Pero ante las múltiples críticas a una decisión que afianzaba el centralismo, formuladas incluso por diputados que habían votado a favor, y ya en precampaña de las municipales, Costa dio marcha atrás en julio para apostar por Oporto e intentar desmentir el dicho de que Portugal es Lisboa, y el resto, paisaje.
El Gobierno quería compensar a Oporto tras su fracaso en la carrera para acoger la agencia europea