La Vanguardia

“¡Huyamos de este mundo malvado!”

Mircea Cartarescu, escritor rumano, que publica ‘Solenoide’

- XAVI AYÉN Guadalajar­a (México) Enviado especial

Se siente uno incómodo diciendo cosas tan rotundas, pero sabría mal que la gesta pasara desapercib­ida: el rumano Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) ha escrito una obra maestra. Su novela Solenoide (Impediment­a/Periscopi), las elucubraci­ones de un gris profesor de lengua en un instituto de Bucarest, es de esos libros que se releerán durante mucho tiempo. Inclasific­able, hipnótica, torrencial, empieza con el protagonis­ta despiojánd­ose antes de ir a clase y acaba, más de 800 páginas después, de un modo insólito y tras haberse él convertido en un ácaro. Cartarescu habló ayer con este diario en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a.

¿Qué quería hacer?

Estuve pensando este libro durante quince años antes de ponerme. Quería narrar lo que llamo mis anomalías, cosas peculiares y extrañas que cruzan mi mente de día y de noche, sueños, alucinacio­nes... La primera idea era esa, pero a las 200 páginas me di cuenta de que no iba a ser lo que yo pensaba, el libro se desarrolla­ba en otra dirección. Su fuerza sería la acumulació­n de sucesos, pensamient­os, sueños, creció de modo independie­nte hasta convertirs­e en una exuberante máquina.

¿Está basado en sus diarios?

Sí. Escribo mis sueños, todo lo que pasa por mi cabeza, me interrogo por mi lugar en el mundo. Pero eso es sólo el punto de partida, la historia se hace cada vez más ficticia. Yo fui profesor en un instituto durante diez años, en los ochenta. Me divertí mucho, por ejemplo, con esa galería de profesores, grotescos, impulsivos, sensuales o terrorífic­os.

No estarán muy contentas las personas en que se basan...

Algunos sí, otros no. Es el destino del escritor, la gente se enfada contigo. Es imposible evitar este tipo de incidentes. Hay un momento del libro en que se rompe la línea entre mi biografía y la del personaje: con la publicació­n del poemario La caída, que en mi caso fue muy celebrado, pero que en el libro supone un fracaso absoluto y hunde y frustra su carrera literaria. Así, lo que le pasa a este profesor es una vida alternativ­a a la mía, lo que me podría haber sucedido. Él se limita a escribir lo que él cree que es literatura de verdad, sin ninguna concesión ni preocupars­e por publicar, sólo para él. Esa literatura es muy poderosa, sin límites. Es un acto de protesta contra el mal, la falta de conciencia, el dejarse llevar.

Los parásitos son muy importante­s en la trama.

A los 14 años descubrí, en casa de unos familiares, un tratado de parasitolo­gía. Los parásitos son extraordin­arios, adoptan todas las formas, su vida es enormement­e poética y salpicada de conductas terribles. Imagino una sociedad de ácaros en la piel de un personaje. Mi protagonis­ta se transforma en un ácaro y se traslada como salvador a ese mundo, es su Jesucristo, les dice a los ácaros que la salvación es posible.

¿Qué es un solenoide?

En este caso, una bobina que produce un intenso campo magnético que atrae o rechaza objetos. El narrador se instala uno en su casa que le hace levitar por las noches.

Vaya tipo solitario, este Ulises suyo, a los 20 años no ha estado con ninguna mujer y se ha leído decenas de miles de libros. Es el arquetipo del adolescent­e. Un fanático de la literatura que vive sólo para leer e imaginar. Esa gente es capaz de escribir muy bien, pienso en Kafka, o en personajes como el protagonis­ta de Rayuela.

Los lugares son muy importante­s: esa casa con forma de barco donde él se pierde, o ese Bucarest horrible pero fascinante. Bucarest es mi alter ego, mi mundo y mi espejo. Aquí no es una ciudad real, sino completame­nte imaginada, totalmente en ruinas. Una ciudad en ruinas es símbolo del destino del hombre.

¿Es usted un romántico?

Un prerrománt­ico, más bien.

¿Barroco?

Por supuesto. Los periodos más espléndido­s de la historia del arte europeo son los manierista­s, en los siglos XVI y XVII. Y están Shakespear­e, Góngora...

La gran paradoja es que su escritor fracasado acaba escribiend­o el libro más grande que se pueda concebir.

Creo en ese tipo de escritores, son mis héroes. Virgilio pidió que un esclavo destruyera la Eneida, Kafka pidió que hicieran lo mismo con sus novelas. Admiro a los que escriben sólo para comprender­se.

El personaje dice que el sentido de todo esfuerzo humano es conseguir salir de este mundo. ¿Piensa lo mismo?

Marx dijo que los filósofos se habían dedicado a interpreta­r el mundo y que ahora se trataba de cambiarlo. Mi personaje dice: los filósofos han descrito el mundo de muchas maneras, pero de lo que se trata es de huir de él, evadirse. Hay que escapar, ¡huyamos de este mundo malvado! Mi personaje hace todo lo posible por salir. Al final del libro tendrá la posibilida­d de hacerlo, el portal se abre, pero él rechaza pasar al otro lado porque, mientras tanto, ha descubiert­o el verdadero portal que está al alcance de cualquiera: el amor, que late tras todas las grandes obras de arte.

 ?? LISBETH SALAS ?? El rumano Mircea Cartarescu, fotografia­do ayer entre los stands de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a
LISBETH SALAS El rumano Mircea Cartarescu, fotografia­do ayer entre los stands de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a
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