Una jornada sin sobresaltos
Son las ocho de la mañana y en las radios de Catalunya se informa de que se ha llegado a un principio de acuerdo para cambiar la Constitución. Se informa de la liberación de todos los presos políticos. El FC Barcelona ha vuelto a ganar. Las cifras de asistentes al teatro se han duplicado. A las 9 h llegamos a nuestros lugares de trabajo. Las conversaciones giran alrededor de cómo ganar más competitividad en los departamentos. Se trabaja pensando en los objetivos marcados. En el café de las 11.30 h se comenta la fantástica exposición que se va a celebrar en el MNAC sobre arte románico; la más importante nunca vista hasta la fecha en Europa. A las 14 h, hora de la comida, vuelve a costar encontrar mesa en los restaurantes. En las mesas ninguna conversación es igual a otra. Son ya las 16 h. Se vuelve al trabajo sin incidencias de tráfico. A las 19 h nos dirigimos a nuestros hogares escuchando música. En la televisión, los informativos sólo duran 45 minutos. En la charla de la cena se debaten los planes del fin de semana. Sobre las 23.30 h, antes de ir a dormir nadie consulta su móvil. Es el final de una jornada normal, diríamos incluso tediosa, nada original. Una jornada de pequeñas cosas, pequeños detalles. Una vida de superaciones personales, de ambiciones posibles. Una vida de sobresaltos cotidianos para ver crecer las cosas sin que nos desborden.
Son cientos, miles de catalanes los que sueñan y anhelan volver a esta normalidad. Son muchos los que quieren volver a la rutina. Incluso el cazador, tras meses de caza, vuelve a su hogar para resguardarse de los sonidos del bosque, de la oscuridad y evitar los peligros que esconde. La adrenalina, que tanto ímpetu nos da, llega a un punto en que nos hace esclavos de ella. No poder controlar la excitación que nos asalta al querer alcanzar grandes metas, la excitación que despierta en nosotros un afán de superación, nos lleva a todas las direcciones sin permitirnos alcanzar el objetivo ansiado. Las grandes gestas históricas nos parecen poca cosa al lado de las pequeñas historias que nos estamos perdiendo. En las elecciones convocadas también se vota por el retorno a las motivaciones íntimas. Se vota por defender el primer principio de la democracia, como lo expuso Chesterton: “Lo esencial en los hombres es lo que tienen en común y no lo que les separa”.