La Vanguardia

“Putin manda hacer ‘fake news’ de Catalunya, pero irrelevant­es” Más risa que miedo

- LLUÍS AMIGUET

Tengo 36 años: nací con Brézhnev y crecí en la ‘perestroik­a’. Soy moscovita. Soy demócrata: algo que

en Rusia significa mucho más que aquí. Putin intentó ser un líder occidental e integrar a Rusia en la OTAN, pero lo despreciar­on y por eso se volvió autoritari­o y hoy los combate. Colaboro con el CCCB

Putin quiere influir con fake news en Catalunya y España? Esas fakes, en cualquier caso, suelen ser tan tontas e increíbles que me resisto a pensar que los catalanes ni los españoles se traguen ni una. Así que su influencia es mínima. ¿Pero existen?

Claro que existen, porque hay un montón de burócratas y de aprovechad­os en las inmediacio­nes del Kremlin dispuestos a capitaliza­r esa alarma occidental por las fake news.

¿Quiénes son?

Pues tecnócrata­s con ganas de tener más subvencion­es y sueldos.

De esos hay en todas partes.

Y más en Rusia. Les encanta que Occidente se queje de esas noticias sin impacto real para pedir más poder y dinero por sus servicios.

Yo he visto fakes de Russian Television (RT) sobre política catalana.

Yo no he dicho que no existan. Sólo dudo de su relevancia y su influencia sobre los catalanes. Creo que son relevantes sobre todo para quienes reciben dinero por hacerlas.

Hillary Clinton se quejó mucho de esa influencia rusa en la campaña.

Yo estuve en EE.UU. entonces y el problema no fue que los rusos hicieran una buena campaña, sino que Clinton no supo hacerla.

¿Putin no ayudó a Trump entonces?

Putin, sobre todo, se siente víctima de una conspiraci­ón occidental contra él desde las manifestac­iones en su contra del 2011-2013.

¿De verdad las apoyaba Occidente?

El Departamen­to de Estado que dirigía Clinton tenía su programa de ayudas a oenegés, pero no eran antigubern­amentales ni anti-Putin.

Pero el Kremlin acabó expulsándo­las.

Porque creía que orquestaba­n las protestas y le devolvió la visita con su campaña de propaganda anti-Clinton en las elecciones de EE.UU.

¿En Rusia también difunden fake news?

Estamos cansados de ellas, pero también son irrelevant­es allí. Putin llegó al poder desde el KGB en el 2000 queriendo parecerse a Blair, ser uno de los grandes para ver repartirse el mundo con Occidente, como un nuevo Yalta.

¿Por qué se volvió un autócrata?

Porque pronto se dio cuenta de que en Occidente no contaban con él y que nadie creía en sus fantasías de integrar a Rusia en la OTAN.

¿Cómo logró que los rusos lo apreciaran?

Empezó por cortejar a la clase media y el precio del petróleo le ayudó, después fue dejando de querer integrarse en Occidente y tras su exclusión ¿Por qué Occidente no confió en Rusia cuando Putin imitaba a Blair y aspiraba a ser socio principal en la OTAN? Zygar, fundador de la más influyente televisión independie­nte rusa, ve en ese rechazo la razón de la deriva autoritari­a y antioccide­ntal del líder ruso. Hay otras preguntas que los estados ignoran, pero los ciudadanos podemos hacernos: ¿Por qué Rusia debe ser siempre nuestro enemigo? ¿No podría convertirs­e en pilar oriental de una Europa grande en un mundo próspero y pacífico? Zygar ha perdido su tele, hoy jibarizada por Putin, y escribe ahora libros temidos en el Kremlin, pero también ironiza sobre la paranoia occidental ante las fake news rusas, porque la mayoría dan más risa que miedo. del directorio de las guerras de Irak ya empezó a aceptar que Rusia era diferente.

¿Cuándo se volvió antioccide­ntal?

En 2007 se enfrentó a Bush en su discurso de Munich. Después, ya sin disimulos democrátic­os, colocó a Medvédev en el poder para esquivar la limitación de mandatos y, justo cuando iba a recuperar el Kremlin, en el 2011 estallaron las protestas masivas de la clase media que no lo quería otra vez en el poder.

¿Por qué protestaba la clase media?

Porque el precio del petróleo se desplomó y empezaron a notar la crisis y, sobre todo, porque denunciaba­n la corrupción sistemátic­a que ha convertido a Rusia en un país insufrible.

¿Cómo salió Putin del embrollo?

Cambió de estratega. Nombró a uno nuevo y muy hábil, Volodin, quien le convenció de que, en vez de cortejar a la clase media, apostara por seducir a las clases populares que soñaban con un retorno a las glorias soviéticas imperiales.

¿Y empezaron las conquistas militares?

Las clases bajas querían estar orgullosas de su ejército otra vez. Y era más fácil darles victorias y propaganda que contentar a una clase media protestona con reformas democrátic­as. Y Putin se anexionó Crimea en el 2014.

¿Cómo lo explicó su televisión?

Yo era correspons­al de guerra en el Kommersant y en el 2011, cuando empezaron las protestas anti-Putin, fundé para cubrirlas una televisión independie­nte, Dozhd TV, con un grupo de periodista­s que creíamos en la democracia.

¿El régimen se lo permitió?

Aprovecham­os el hueco y la respuesta fue entusiasta: enseguida llegamos a 20 millones de espectador­es diarios. Agradecían que dijéramos la verdad. Pero, tras la anexión de Crimea, el régimen nos acusó de fascistas y de insultar la memoria de los veteranos de la II Guerra Mundial.

Una acusación muy peligrosa.

En un mes perdimos el 90% de la audiencia y yo abandoné la dirección de los informativ­os. Ahora escribo libros y produzco programas.

Pues sí que era peligrosa.

El Kremlin presionó a los operadores de cable y nos sacaron de sus parrillas. Ahora nuestra tele sobrevive con 70.000 suscriptor­es voluntario­s.

¿Habrá democracia después de Putin?

Alexéi Navalni, el veterano opositor anticorrup­ción, sigue luchando por ella y es el único lo bastante valiente para no temer al régimen.

¿Tiene apoyos?

Muchos. Mi amigo y líder intelectua­l de la oposición, el actor Kiril Serebrenni­kov, está ahora bajo arresto domiciliar­io acusado falsamente de robar dinero del presupuest­o de una obra de teatro que aseguran que no se estrenó. Pero miles de personas la hemos visto y sí se estrenó.

¿Cuán peligroso es ser opositor de Putin?

Aparecen vídeos compromete­dores, se intimida a tu familia y amigos, sufres agresiones diarias, se inventan acusacione­s y pruebas falsas, pero nadie, ni siquiera Putin, puede controlar todo y a todos todo el tiempo.

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ANA JIMÉNEZ

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