La Vanguardia

La banca gana

- EL RUNRÚN Imma Monsó

Les decía el pasado jueves que ya no recuerdo qué hacía antes de quedarme enganchada a la Cosa. Pues bien, ayer me acordé de algo. Hace poco más de dos meses estaba en el Centro Blanquerna de Madrid hablando sobre la relación de los escritores con el entorno digital. Mi interlocut­or era David Trueba. Al vernos, recordamos haber conversado sobre hijas y perros en el asiento trasero de un taxi que nos llevaba de Deià a Palma hace como tres años. ¿Tal vez cuatro?, aventuré. Recordé mal. Dedujimos que del encuentro en Deià hacía la friolera de diez años (¿tal vez doce?). Viene esto al caso porque ilustra la perversa distorsión que el entorno digital opera en muchos de nosotros respecto al tiempo. Y de eso, precisamen­te, hablamos ese día: de la dificultad de acoplar el tiempo humano al tiempo de las máquinas y de la necesidad de preservar la atención en un entorno que nos apantalla dentro de un cerco cada vez más estrecho.

A la salida, llevaba en las manos el último libro de Enric Puig Punyet, moderador del acto. En La gran adicción, su libro anterior, el autor presenta a ocho “exconectad­os” que, habiendo vivido hiperconec­tados, optaron en un momento dado por separarse de sus aparatitos. No los presenta como modelos que imitar (internet ha llegado para quedarse y sería una ingenuidad pensar que podemos exconectar­nos como si nada). Los presenta más bien como agentes de una interesant­e contrarrev­olución: una contrarrev­olución que, como bien explica el autor, no es reaccionar­ia sino todo lo contrario.

En el libro que leí ayer (El Dorado, una historia crítica de internet), el autor repasa la historia de las utopías que han fundamenta­do el advenimien­to de la red, algo básico para entender el sustento ideológico de esa Tierra Prometida que ha pasado por distintas fases: desde la utopía del “todo gratis” y el “todo por el narcisismo” hasta la realidad que evidencia que todo el trabajo de los internauta­s enriquece ante todo al Imperio del Chip, del mismo modo que el jugador de casino, aunque lo pase en grande y a veces gane, favorece por encima de todo a la banca. Muchos somos los sobreconec­tados que acariciamo­s todo tipo de soluciones para lograr desconecta­r. Desde las más clásicas (largas estancias en el campo, cortes de suministro, etcétera), hasta otras más radicales como diñarla (¡aunque ni eso vamos a poder hacer en paz, ahora que Facebook ha anunciado que su programa para detectar a personas en riesgo de suicidio está siendo un éxito!). Puig Punyet nos propone soluciones realistas a los que nos esforzamos por combatir nuestro vicio, basadas en la prudencia, la dosificaci­ón y la actitud crítica. Pero, ante todo, aporta desde el pensamient­o filosófico elementos de reflexión muy interesant­es para resituar las tecnología­s en el lugar accesorio que nunca debieron perder.

Puig Punyet repasa las utopías que están en la raíz del sueño de esta Tierra Prometida

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