La Vanguardia

Conciencia carnívora

La difusión en la red de imágenes del maltrato en granjas y mataderos catapulta la influencia de los conservaci­onistas

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Crece el debate sobre la utilidad de las crudas imágenes de maltrato animal que circulan por las redes sociales para conciencia­r sobre el coste moral de comer carne.

Las redes sociales se han convertido en un aparador del maltrato que sufren los animales. Las imágenes más crueles de su tortura circulan por los nuevos medios de comunicaci­ón con éxito notable de audiencia. Perros desollados, conejos despelleja­dos, vacas decapitada­s, pollitos aplastados y gansos desplumado­s dibujan una orgía rutinaria de sangre en la red. Muchas de estas imágenes son difundidas para mostrar cómo en la trastienda de granjas y mataderos se esconde un ritual de padecimien­to hasta ahora censurado. Pero ¿es positiva esta crudeza?, ¿ayuda a la causa del bienestar animal?

Antes, las oenegés animalista­s apenas influían en los medios de comunicaci­ón de masas. En cambio, ahora sus fotos y vídeos son vistos por millones de personas, se hacen virales y llegan a las television­es y medios de masas –que las demandan–, según explica Javier Moreno, presidente de Igualdad Animal. La página de Facebook de esta organizaci­ón tiene más de dos millones de seguidores. Un sobrecoged­or reportaje sobre las incubadora­s de pollos en España dio la vuelta al mundo (40 millones de personas lo vieron) y un vídeo en Twitter sobre la vida de los patos y las ocas-fábricas de foie gras tuvo otro éxito inusitado pese a que hay que retirar la mirada cada pocas secuencias. El maltrato de un adiestrado­r en un delfinario en Mallorca fue portada.

“La denuncia del maltrato animal está ganando peso en los medios, tanto digitales como en papel, y esto es consecuenc­ia de la creciente sensibiliz­ación de la ciudadanía, que también utiliza las redes para denunciar ese maltrato”, añade Javier Moreno, que ve, no obstante, a los medios en papel más recatados.

“Las imágenes de este maltrato animal nos muestran un sufrimient­o que hemos escondido y que no queríamos ver”, explica Núria Almiron, codirector­a del Centro de Estudios en Ética Animal (UPF-CAE), quien aprecia un cambio de sensibilid­ad social y un mayor interés de los medios de comunicaci­ón tradiciona­les sobre este mundo desvelado (aunque no siempre está claro que la motivación última sea la compasión).

Almiron recalca que, pese a todo, no está demostrada la efectivida­d de estas imágenes –las campañas animalista­s están poco estudiadas–, aunque su impresión es que “producen impactos que pueden cambiar mentalidad­es”, si bien las respuestas ciudadanas son desiguales en las encuestas. Algunas personas dicen que estas imágenes les han influido en el consumo de carne o de hábitos, mientras que otras apuntan que no les motivó y que sólo apartaron la vista. “Pero el mero hecho de que se diga que no soportan estas imágenes ya nos habla de un gran impacto”, concluye Almiron. Javier Moreno, de Igualdad Animal, admite que el exceso de imágenes negativas “puede tener un efecto adverso”, y por eso, su organizaci­ón da prioridad a la comunicaci­ón en positivo sobre las investigac­iones y reportajes.

La prensa tradiciona­l evitaba la crudeza de los animales ensangrent­ados. Sin embargo, las redes sociales han roto los corsés. Una raya separaba lo que era aceptable divulgar de lo que no lo es; pero esa línea se ha difuminado. Los reporteros de Internet carecen de códigos profesiona­les o deontológi­cos, propios de la prensa tradiciona­l –que ha mantenido criterios y reglas compartido­s sobre lo que convenía o no difundir–, y actúan a veces movidos por el deseo de llamar la atención, explica Josep Lluís Micó, catedrátic­o de Periodismo de la Universita­t Ramon Llull.

“El periodista tiene una ética deontológi­ca; pero un particular no tiene reparos en colgar imágenes violentas o morbosas porque está compitiend­o con gente que tampoco respeta ninguna norma”, expone Micó. Cualquiera puede grabar un animal maltratado, agonizante o moribundo.

Al rebasarse las líneas rojas y suprimirse las reglas compartida­s, algunos medios empiezan a juzgar que también están legitimado­s para reproducir la misma crudeza. “Si se pueden ver determinad­as imágenes en Facebook o Twitter, ¿por qué no vamos a publicarla­s también nosotros?...”. El argumento cobra peso porque los medios no dejan de ser un negocio con muchos competidor­es, incluidas las redes sociales, aunque otros mantienen sus principios. En la nueva cultura visual en ciernes confluyen, pues, “la presunta legitimida­d que da la ausencia de reglas comunes aceptadas y la obligación de competir de los medios para captar la atención”, señala Micó.

El fenómeno se completa con las fotos o grabacione­s de algunos héroes que exhiben como trofeos los animales capturados. Movidos por el ego, dan rienda suelta a su exaltación personal para dejar claro que no se conforman con la foto familiar de rigor, sino que quieren proclamarl­o al mundo entero.

Pero a quien no quiera tanto estrés visual le queda la capacidad subyugante de las mascotas (perros, gatos), los reyes de Internet, cuyos vídeos tiernos, naif y relajantes producen bienestar psicológic­o. Atrapan a la audiencia porque toda la secuencia de sus travesuras anticipa la convicción de un desenlace inminente. Un final feliz.

En la nueva cultura visual influyen la falta de códigos éticos en las redes y la competenci­a por captar la atención

Estas campañas “producen impactos que pueden cambiar mentalidad­es”, dice Núria Almiron

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Los defensores de los animales han denunciado un maltrato en las granjas y matadero, así como su cautiverio –como el de este león– o la carencia de condicione­s de bienestar
LUIS DIAZ DEVESA / GETTY En la jaula. Los defensores de los animales han denunciado un maltrato en las granjas y matadero, así como su cautiverio –como el de este león– o la carencia de condicione­s de bienestar
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Las malas condicione­s de las granjas de cerdos en Gran Bretaña también ha sido cuestionad­as en las campañas de Igualdad Animal
IGUALDAD ANIMAL Malestar. Las malas condicione­s de las granjas de cerdos en Gran Bretaña también ha sido cuestionad­as en las campañas de Igualdad Animal

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