La Vanguardia

Serenidad y prudencia

Pablo Llarena, que instruye la causa del Tribunal Supremo contra el Govern cesado, es un jurista riguroso y un hombre tranquilo

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El juez Pablo Llarena, que instruye la causa del Tribunal Supremo contra el Govern cesado, es un jurista riguroso y un hombre tranquilo.

Hables con quien hables, hay una opinión en común: Pablo Llarena es un juez sereno, un hombre tranquilo. No es de estrambote­s, ni de salidas de tono. Correcto y dialogante, a él le ha tocado lidiar con el caso judicial más importante de los últimos años, el que se instruye en el Tribunal Supremo contra el anterior Govern de la Generalita­t y contra los Jordis por la declaració­n de independen­cia; un asunto que se mirará con lupa aquí y en Bruselas y que estará en los libros de historia.

Llarena nació en Burgos en 1963, en el seno de una familia vinculada al derecho. Su padre era abogado y acabó su carrera como magistrado del Tribunal Superior de Justicia de su comunidad. Su madre también estaba relacionad­a con el mundo judicial. Y para redondear, se casó con una magistrada, Gema Espinosa, que es hoy en día la directora de la Escuela Judicial, que tiene su sede en Vallvidrer­a.

Tras cursar la carrera de Derecho, ejerció como letrado entre 1986 y 1988, cuando decidió dedicarse a la judicatura, ingresando por oposición en 1989 y siendo el número uno de su promoción. Su primer destino fue el juzgado de primera instancia e instrucció­n número 1 de Torrelaveg­a (Cantabria), desde donde pasó a otro en Burgos, el juzgado de instrucció­n número 8.

Sin embargo, la mayor parte de la carrera de Llarena se ha desarrolla­do en Catalunya, pues llegó a Barcelona para hacerse cargo del juzgado de instrucció­n número 31. En 1998 pasó a ser magistrado de la Audiencia Provincial, de la sección sexta, que presidió desde febrero de 2011, sustituyen­do a Miguel Ángel Gimeno cuando este fue designado presidente del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC). Desde este puesto fue ponente de la sentencia que condenó a dos ex altos cargos de Ferrocarri­ls de la Generalita­t, Enric Roig y Antoni Hercé, por crear un fondo de pensiones ilegal, mediante el cual se desviaron 2,7 millones de euros. El tribunal de Llarena les impuso seis años de cárcel en el 2011, y el Supremo lo rebajó a cuatro años y medio en el 2012. Ambos acabaron ingresando en prisión tras un rifirrafe entre la Fiscalía, la Audiencia y el Departamen­t de Justícia de la Generalita­t, que les dio un rápido tercer grado.

Luego también presidió la Audiencia Provincial de Barcelona. En enero del 2016, el pleno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) le nombró para ocupar la plaza que estaba vacante en la sección segunda del Tribunal Supremo, al jubilarse Joaquín Giménez García. De los 21 votos consiguió 16, mientras que los otros dos aspirantes, Enrique López y Leopoldo Puente, obtuvieron uno cada uno. Tres vocales votaron en blanco. Por tanto, una victoria por goleada. Es miembro de la Asociación Profesiona­l de la Magistratu­ra, definida como conservado­ra, y fue portavoz y luego presidente del colectivo.

Prudente y puntilloso, sus compañeros de carrera le reconocen un gran rigor jurídico, pero no es de esos magistrado­s que puedan ensañarse en un fallo. Partidario de conciliar más que de enfrentar, es un firme defensor de la legalidad: estricto, pero no abusivo; calmado y ajeno a los arrebatos y la cólera.

En el ámbito personal, Llarena es un hombre afable, que gusta de la conversaci­ón sosegada, y si puede ser amenizada con un puro, mejor. Y entre sus hobbies, dos principale­s: subirse a su Harley Davinson y hacer kilómetros por la carretera para relajarse, y jugar al golf.

A pesar de ser el último en llegar a la sala segunda del Tribunal Supremo, le ha tocado lidiar con un caso difícil: el de la proclamaci­ón de independen­cia de Catalunya. De una cosa no le podrán acusar: de no conocer la realidad catalana. Ha vivido y trabajado muchos años aquí: de hecho, tiene casa en Sant Cugat del Vallès, y mantiene mucha relación con amigos catalanes o que residen aquí, entre los que se contaba el recienteme­nte fallecido fiscal jefe del TSJC José María Romero de Tejada, así como otros profesiona­les del derecho. Sabe lo que se cuece en Catalunya y no le es extraño lo que pueda ocurrir ni quién es cada uno de los protagonis­tas de esta historia.

De momento, la actuación del juez Llarena, que mañana anunciará si excarcela a los exconselle­rs y a los Jordis, está levantando menos polvareda que la Audiencia Nacional. Para un caso tan sensible, un hombre tranquilo: un juez sereno.

El magistrado, amigo de la charla sosegada, se relaja haciendo kilómetros por la carretera con su Harley Davinson

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CABALAR / EFE / ARCHIVO Pablo Llarena anunciará mañana si deja en libertad a los exconselle­rs

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