“¿No serán una distracción para la reflexión sobre nuestro mundo?”
Carlos Beorlegui cree que en el auge de las tecnorreligiones se combinan diversos factores. En primer lugar, que la centralidad o supremacía de lo humano está cuestionada, tanto frente a los animales (seríamos un animal más), como frente a las máquinas y cíborgs. En segundo lugar, que la dimensión religiosa es algo absolutamente necesario para el ser humano y, aunque las religiones tradicionales tienen menos atractivo que en otras épocas porque la gente no quiere seguir normas, hay una vuelta a lo sagrado tanto por la vía de religiones o prácticas espirituales orientales como del afán por la inmortalidad que promete la ciencia, el posthumanismo y el transhumanismo. Y en este último ámbito Beorlegui considera que se están mezclando elementos científicos –como los avances médicos que permiten alargar la vida en condiciones más saludables– con utopías como la de que en pocos años seremos inmortales. “Una cosa es que la ciencia avance y otra que con esos avances se abra una perspectiva tan extraordinaria, y ahí es donde entra el elemento religioso que genera expectativas para todas las cuestiones difíciles de solucionar”, que hace que las personas se abran a una religión que resuelva los problemas a partir de máquinas inteligentes, comenta. Y expresa su preocupación de que estas tecnorreligiones y utopías científicas “estén siendo una tapadera, una distracción para la reflexión filosófica y política sobre nuestro mundo, porque mientras estamos distraídos por nuestras posibilidades futuras no hablamos de los pobres, de nuestra incapacidad para aceptar a los inmigrantes o de quién va a disfrutar realmente de unas tecnologías que son muy caras y que quizá nos lleven a un mundo con más desigualdad”.