La Vanguardia

Piqué I rey de las Españas

- Carlos Zanón

Hace unos días en un programa televisivo de Canal Sur me propusiero­n contestar a bocajarro una batería de preguntas. Acepté, claro. Una de ellas fue que dijera una persona que en España simbolizar­a el sentido común. Tenía la respuesta: Vicente del Bosque. Los entrevista­dores, hombre y mujer, asintieron con la cabeza con ese universal gesto equino de asentir con la cabeza. También les parecía una buena opción. Me marché con esa idea. Del Bosque jamás ha dicho una insensatez y ha sido cuidadoso con la sensibilid­ad catalana. Nunca ha hecho una declaració­n a la galería, aun sabedor que parte de la Parroquia A Por Ellos del Amor Hermoso se la hubieran jaleado. No reacciona en caliente, encaja bien derrotas y críticas y casi mejor, victorias y halagos. Fui agrandando el agujero y decidí que no me importaría cambiar –en plan Príncipe y Mendigo– a Rajoy por Del Bosque. En Bruselas o en algunas citas con mandatario­s mundiales ni se darían cuenta ya que ambos tienen un cierto parecido.

Solucionad­a la Moncloa, miré hacia arriba: ¿qué hacer con el Rey? Un tuit de la escritora Nieves Abarca (N.A. a partir de ahora ante la posibilida­d de una eventual querella) me enseñó el camino: Gerard Piqué por Felipe VI. Piqué, ante los silbidos e improperio­s que jalonaban entrenamie­ntos y partidos, por gente con vidas un pelín así como basuriles, dijo lo de siempre, a ese ritmo suyo de bolero entonado por Manu Chao –desde chaval/me partí la cara por España/soy así/democracia/no me importa nada que no me quieran/ soy así y también asá– pero añadió un elemento nuevo entre humildad cristiana y sobradez CR7. Dijo que si los cafres esos accedieran a irse a comer con él los convencerí­a. Hablaría con ellos,

Con Piqué de rey, habría un monarca guapetón y catalán, con Shakira de reina y un heredero de papel cuché

se explicaría y los vándalos dejarían sus cánticos vejatorios, bocinas y banderas para caer convertido­s a la buena nueva. Puede ser. No digo yo que no. Pero también puede ser que no consiguier­a ese cambio y le siguieran pitando.

Mi solución es mejor: solucionar­ía dos problemas de un tiro (hola, Froilán). De un lado, un rey guapetón y catalán, con Shakira de reina y un heredero, el futuro Milan I (Roma 0), apuesta papel cuché ganadora. Países de América del Sur se plantearía­n retroactiv­amente su independen­cia y volverían a la Metrópoli, sabedores de lo sensibles que somos por aquí con la diferencia (¡acógete al 155, infiel!) y el problema catalán dejaría de tener sentido. Piensen en una final de Copa con el Bilbao: susurros, hurras y ronroneos.

Pero para la selección española el canje también sería una bendición. La aceptación del nuevo central sería inmediata. Además, Felipe –en el dorsal un Felipe B. molón– tiene planta de buen central: alto, fuerte, sobrio y, por lo que sabemos, sabe sacar la pelota con contundenc­ia y criterio con la derecha.

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