Privacidad
La información afecta inevitablemente a la vida de la gente. Y, de hecho, uno de los objetivos fundamentales del periodismo es contribuir a la mejora de la sociedad en la que se desarrolla. Ahora bien, hay facetas de la información que atañen a la vida privada de individuos concretos y ahí emerge un debate tan viejo como el propio periodismo: ¿Cuándo es lícito entrar en la privacidad de una persona?
La respuesta no está en absoluto clara. No sólo porque se producen situaciones en las que precisamente la vida privada de una persona constituye una noticia de interés general para la sociedad (como sería ahora mismo el caso del productor de cine estadounidense Harvey Weinstein, acusado de abusos sobre mujeres para los que se habría valido de su posición de poder social, económico, laboral…), sino que existen no pocos casos en los que los propios protagonistas de noticias buscan salir en los medios a toda costa y a continuación pretenden que la fama les persiga sólo para aquello que les interesa a ellos.
Con todo, sí hay casos en los que no deberían existir tantas dudas. Uno de ellos se produjo hace pocos días, cuando se conoció que Malia Obama, la hija mayor del expresidente de Estados Unidos, sale con un joven británico de su misma edad, 19 años, con el que comparte estudios de Derecho en la Universidad de Harvard. La pareja fue captada besándose sin esconderse antes de la disputa de un partido de fútbol entre Harvard y Yale y, como suele ocurrir hoy en día, las imágenes se expandieron a toda velocidad en este mundo hipercomunicado. Y el tema se publicó como noticia en numerosos medios de todo el mundo, también en La Vanguardia.
La lectora Anna Belén Chamorro Ruiz envió una carta al Defensor en la que planteaba dos cuestiones. “Por un lado, encuentro que el titular es un poco machista (en la edición digital la información se tituló “Rory Farquharson, el joven que ha robado el corazón a Malia Obama”), ya que se da por entendido que la chica cae rendida ante él. Él es quien seduce y ella se deja seducir. Creo que hay otras formas de decir que una pareja ha empezado una relación”.
“Por otro lado –sigue diciendo Anna Belén Chamorro–, encuentro desafortunado hablar de una persona que ya no es famosa. La hija del expresidente Obama intenta rehacer su vida y la gente se dedica a cotillear acerca de con quién sale. No es una chica que suela mostrarse a los medios, sólo intenta hacer su vida y estudiar”.
La lectora da en el clavo con el uso de ese verbo: cotillear. Ciertamente, no hay elementos de la información que puedan considerarse objetivamente como una noticia. La joven es conocida exclusivamente por ser hija del expresidente Barack Obama y no sólo no pretende valerse de ello sino que no hace nada distinto de lo que haría una desconocida de su edad.
En nuestro diario, la información tuvo continuidad al publicarse que Ivanka Trump, hija mayor del actual presidente de EE.UU., y Chelsea Clinton, hija del expresidente Bill Clinton y de Hillary Clinton, habían salido en defensa de Malia Obama y de su derecho a la privacidad. Chelsea Clinton fue muy dura con los medios de comunicación, decía el texto publicado el pasado lunes: “La vida privada de Malia Obama, como mujer joven y estudiante universitaria, una ciudadana privada, no debería ser vuestro clickbait (cebo de clics o ciberanzuelo). Sed mejores”.
La escueta, y también cordial en el tono, lección de Chelsea Clinton, recogida por las ediciones impresa y digital de La Vanguardia, seguramente no necesita mayores apostillas.
Una lectora plantea el pertinente debate sobre por qué ha de ser noticia la vida privada de una de las hijas del expresidente Barack Obama