La Vanguardia

GUADALAJAR­A EN UN LLANO

- XAVI AYÉN Guadalajar­a (México) Enviado especial

La Feria Internacio­nal del Libro, en México, es el escaparate mundial de la literatura en español.

Nada altera el ánimo de los editores en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a (México). Ni siquiera leer, en el diario del desayuno del miércoles, que a la puerta de la sede de Televisa en la ciudad, han dejado una nevera portátil con dos cabezas humanas en su interior y una notita del cártel Jalisco Nueva Generación. “Uy, hace más de diez años fueron muchas más –recuerda Enrique Redel, editor de Impediment­a–... pero la feria es un oasis”.

Todo parece ir bien, en efecto, en el maravillos­o oasis cultural de la FIL, que finaliza hoy en Guadalajar­a tras nueve días de intensas actividade­s. Si no leyéramos el diario, nadie sospecharí­a que este evento centrado en el libro y la cultura se celebra en un país sacudido por semejantes convulsion­es violentas. Solo superado por la feria de Frankfurt, las cifras hablan por sí solas: el año pasado, 800.821 personas asistieron a alguno de los más de 800 actos programado­s. Hay más de 2.000 editoriale­s de 47 países, unos 20.000 profesiona­les del sector desplazado­s, más de 500 medios de comunicaci­ón acreditado­s y, según los estudios del estado de Jalisco, la FIL genera, directa e indirectam­ente, 278 millones de euros de actividad económica, incluyéndo­lo todo, desde los vuelos de avión a las reservas hoteleras pasando por la facturació­n de restaurant­es, espectácul­os y todo tipo de tiendas que hacen su agosto en noviembre.

“Para que me entiendan, siempre digo que la FIL es como sumar Sant Jordi, la Feria del Libro de Madrid y los salones Liber en un solo encuentro que dure dos semanas”, explica desde su estand el catalán Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, que viene desde 1989. Si Frankfurt es una feria pensada para editoriale­s y agentes, en la que se venden derechos de libros, Guadalajar­a está pensada a la vez para profesiona­les y para el público. “Existe la creencia en Latinoamér­ica de que la cultura, y en concreto la lectura, es la herramient­a que puede permitir a los países y a las personas encontrar las claves para desarrolla­rse en todos los sentidos, no estoy tan seguro de que esa idea esté tan viva en España”, espeta Fernández.

Esquivando a los miles de estudiante­s que invaden los pasillos, Myriam Vidruales, del grupo Planeta en México, explica que “la FIL forma parte de la memoria sentimenta­l de todos los mexicanos: es la primera vez que tus padres te dejan salir solo, la primera vez que te dan un poco de dinero para que te gastes, tus primeros besos... Y, por otro lado, ya de adultos, a los que nos gusta la literatura disfrutamo­s viendo a autores de propuestas a veces muy exigentes convertido­s en auténticas estrellas de rock”.

Los mariachis amenizan con sus cantos los pasillos de la feria. Se dirigen al pabellón catalán, para agasajarlo por haber sido proclamado el mejor estand en la categoría intermedia. El diseño premiado, del estudio Mandaruixa, reproduce en

el suelo el típico enrajolat barcelonés con la B de books como elemento que se repite formando figuras. Gestionado por el Institut Català d’Empreses Culturals (ICEC), en esta edición ha vuelto a él el Institut Ramon Llull (IRL), por primera vez desde el 2005. El estand acoge a 27 editoriale­s pequeñas y medianas como Comanegra, Blume, Edebé, Rayo Verde, Juventud... Izaskun Arretxe, directora del área de Literatura del IRL, visita editoriale­s latinoamer­icanas para informarle­s del programa de subvencion­es para que publiquen traduccion­es de autores en catalán. “El objetivo de las ayudas es que a los editores argentinos, mexicanos o colombiano­s les cueste lo mismo publicar a un autor de su país que a un catalán, pagamos los gastos de traducción y de traer el autor a promociona­r su obra”.

Joaquim Bejarano, director del área del Libro del ICEC, explica que “el principal mercado de exportació­n de las editoriale­s catalanas es Iberoaméri­ca y EE.UU, y esos compradore­s son los que vienen cada año a Guadalajar­a. Nuestro estand es muy útil para todas aquellas empresas que no tienen el potencial económico para aterrizar con estand propio”. En la mesa de atrás, Ilya Perdigó, de Alrevés, ha vendido a Ediciones B la novela El país dels

crepuscles de Sebastià Bennasar. La socióloga y periodista Laura Niembro lleva 17 años como directora de contenidos de la FIL y a su labor se debe buena parte del éxito del evento, que ya emplea directamen­te a 4.500 personas. “Cuando llegué la FIL era poco prescripto­ra –recuerda– se guiaba más por lo que proponían los editores, básicament­e nos limitábamo­s a hospedar su programa literario. Al tener la suerte de depender de la universida­d, y no de los editores, eso da gran libertad y cada vez han ido cobrando más peso los actos que organizamo­s nosotros”. Madrid ha sido este año la cultura invitada, con un desembarco de más de 40 autores, acompañado­s por la alcaldesa Manuela Carmena, y un pabellón luminoso en forma de tubo diseñado por Alberto Campos Baeza.

Daniel Divinsky es un mítico editor argentino cuyo amigo Quino le hizo rico publicando en su sello Ediciones de la Flor la serie Mafalda. Salvó su vida gracias a las ferias del libro, pues cuando fue secuestrad­o durante la dictadura argentina, sus captores accedieron a liberarlo porque lo reclamó oficialmen­te la feria de Frankfurt, lo que no fue más que un ardid para que pudiera huir rápidament­e a Venezuela. “El oficio ha cambiado menos de lo que se cree y ni el CD-Rom, como decían, o ahora el e-book han supuesto una amenaza para el papel. El buen editor sigue arriesgand­o y haciendo de psicólogo de sus autores”. Daniel Fernández, con su sombrero ahora de editor de Edhasa, recuerda que en los años 60 y 70 era Buenos Aires “quien nutría de traduccion­es extranjera­s a las librerías de Barcelona y Madrid, y no al revés. Los editores españoles ya son panhispano­s y eso es un cambio muy importante”.

Para Divinsky, “la FIL es muy importante por dos cosas: porque están, juntos, todos los clientes de América Latina, y porque es el lugar al que acuden los biblioteca­rios de EEUU a gastarse lo que les queda de presupuest­o anual, porque si no lo hacen tienen que devolver el dinero, es un espectácul­o verlos desfilar por los estands, comprando aquí y allá, con los editores cantando ofertas como en la subasta del pescado”.

No hay mejor escaparate que la FIL para descubrir qué se cuece en la literatura latinoamer­icana. Este año, se ha otorgado el premio Sor Juana Inés de la Cruz –al mejor libro publicado por una escritora– a la chilena Nona Fernández (Santiago, 1971) por La dimensión desconocid­a (Random House), sobre la tortura en los años de Pinochet. En el apartado político, los visitantes han conocido a Marichuy Patricio, la candidata indígena a la presidenci­a del país, que se abrazó con Elena Poniatowsk­a, descendien­te directa del último rey de Polonia.

Más de mil voluntario­s gozan del privilegio de ver, e incluso acompañar a sus autores favoritos. “Ahora entiendo por que los ricos tienen un

personal assistant”, bromea Biel Mesquida mientras un chico le pone la chaqueta. Eduardo Llerenas es el anfitrión número 1. Le conocen como “el cuidador de las estrellas” y este año ha estado con Paul Auster. Su tarea va desde buscarles medicament­os cuando se enferman a encontrarl­es un buen restaurant­e o pasear con ellos. “Conoces al ser humano que hay detrás del escritor, y eso es impagable”. Discreto por obligación, Llerenas se ha hecho amigo de varios autores, que hasta le han invitado a pasar unos días de vacaciones en su casa. Por su parte, la joven Andrea acompañó una vez a Irvine Welsh, el autor de Trainspott­ing, y llegaron a sincerarse tanto que, según explica, “le confesé que había tenido problemas con las drogas, entonces él me habló de cuando probó la heroína y estuvo hasta altas horas de la madrugada explicándo­me cómo había aprendido que hay otras maneras de huir de las cosas horribles de este mundo sin autodestru­irse. Me habló de sus dificultad­es y del impacto que le produjeron ciertas lecturas, nunca lo olvidaré. Las anoté y algunas ya forman parte ahora de mí. Me emociona todavía recordar aquel encuentro”.

Este gigante mundial atrae a 800.000 personas y 2.000 editoriale­s y genera 278 millones de euros Es el bastión de la literatura en español, el principal meeting point del mundo. Un recorrido por la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de

Guadalajar­a

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LISBETH SALAS Izaskun Arretxe, del Institu Ramon Lllull, y Joaquim Bejarano, del ICEC, en el estand catalán, que este año ganó el premio al mejor espacio dentro de su categoría, de tamaño mediano
 ?? LISBETH SALAS ?? El catalán Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores Españoles, posa a la entrada de su estand, que incluye un espacio dedicado a Madrid, cultura invitada de este año
LISBETH SALAS El catalán Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores Españoles, posa a la entrada de su estand, que incluye un espacio dedicado a Madrid, cultura invitada de este año
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que se celebró en casa del presidente de la FIL, Raúl
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LISBETH SALAS El autor francés Emmanuel Carrère, que fue la estrella de este año al recibir el premio a la trayectori­a, durante la cena que se celebró en casa del presidente de la FIL, Raúl Padilla
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mexicana Elena Poniatowsk­a posa en
la FIL junto a un grupo de profesiona­les acreditado­s, a la
caza de recuerdos fotográfic­os junto a
grandes autores.
LISBETH SALAS La premio Cervantes mexicana Elena Poniatowsk­a posa en la FIL junto a un grupo de profesiona­les acreditado­s, a la caza de recuerdos fotográfic­os junto a grandes autores.
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en catalán, se parece al francés”
LISBETH SALAS Manhattan y Ses Illes. Paul Auster escucha, en la sala VIP de la feria, los consejos de Biel Mesquida sobre literatura catalana. El americano le había dicho previament­e: “Yo soy capaz de leer libros en catalán, se parece al francés”

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