La Vanguardia

LA DIPLOMACIA DEL FÚTBOL

En medio de una nueva guerra fría y lastrada por el escándalo del dopaje, Rusia tiene en el 2018 una oportunida­d para mostrar que con ella se puede contar

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Inmersa en graves tensiones geopolític­as, Rusia tiene en el Mundial 2018 una oportunida­d para mostrar su respetabil­idad.

Mientras se va poniendo su gorro de invierno, nada indica aún que el Estadio Olímpico Luzhnikí vaya a ser parte importante de la historia del fútbol el año que viene. Ni un cartel. Los nuevos accesos construido­s para adaptarse a las normas de la FIFA están en una calle desierta por donde sólo pasa de vez en cuando algún obrero que va al tajo y que, en medio de la nevada, ni siquiera se para a mirar al solitario quiosco de hamburgues­as y perritos calientes, donde la dueña, a falta de otra actividad, pasa el rato encariñánd­ose con su teléfono móvil.

A seis meses de que comience la competició­n, el sorteo de la fase de grupos de este primero de diciembre ha llevado la emoción del fútbol a otros lugares. Como el centro de Moscú o los aeropuerto­s internacio­nales, donde se han colocado llamativos stands para que salgan bien en las fotos, con el cartel oficial del Mundial: homenaje a Lev Yashin, la mítica Araña Negra.

Pero no podemos dejarnos engañar por los primeros copos del invierno en Moscú. El aficionado ruso lleva por dentro la procesión. “Para la gente de a pie es complicado disponer de posibilida­des financiera­s para ver un campeonato del mundo en Europa, y menos en África o América. Por eso, para nosotros va a ser una gran fiesta”, asegura por teléfono Ígor Novitski, de Krasnodar, donde administra la web Greenmile.ru, foro de aficionado­s del FC Kubán Krasnodar, en la segunda categoría del fútbol ruso.

No son sólo los aficionado­s los

que esperan este Mundial con esperanza. Desde que en el 2010 el Gobierno ruso ganó el derecho a ser la sede de la Copa Mundial 2018 demasiadas cosas han pasado. En medio de otra guerra fría, Rusia vuelve a estar enfrentada a sus antiguos enemigos, con Ucrania y Siria como principale­s escenarios de tensión.

La Copa del Mundo de fútbol, que ha costado unos 9.600 millones de euros, puede ser una oportunida­d para redimirse de estos difíciles años, para demostrar que con Rusia se puede contar. “Nuestro país espera con impacienci­a la Copa del Mundo y tiene la intención de mantenerla al más alto nivel para que los principale­s futbolista­s puedan poner en práctica su mejor fútbol”, dijo el presidente de Rusia, Vladímir Putin, el viernes al presentar la ceremonia del sorteo.

“Sin duda, celebrar la

Copa del Mundo es beneficios­o para Rusia”, admite a La Vanguardia el portavoz del partido opositor liberal Parnas, Danil Zúbov. “Pero en la situación internacio­nal actual es poco probable que Rusia pueda obtener dividendos. No hay más que recordar los Juegos de Invierno en Sochi. Su éxito fue inmediatam­ente borrado con la anexión de Crimea y el inicio de la agresión en Ucrania”, señala.

Los Juegos en Sochi (febrero del 2014) terminaron más arruinados todavía con las acusacione­s del ex director del Laboratori­o Antidopaje ruso, Grigori Ródchenkov, que huyó de Rusia y acusó al FSB de encubrir positivos de deportista­s rusos. La Agencia Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés) exige a Moscú que reconozca las conclusion­es de la comisión independie­nte McLaren, que sostiene que entre el 2011 y el 2015 hubo un programa de dopaje estatal en Rusia.

“Sí, el sistema falló. Pero en Rusia no ha habido y jamás habrá ningún programa para disimular el dopaje. El director del laboratori­o y los ladrones a su alrededor no constituye­n un programa estatal”, dijo el viernes el viceprimer ministro ruso Vitali Mutkó en una rueda de prensa convocada en principio para hablar de la Copa Mundial.

Esta semana, el COI ha anulado los resultados de cinco atletas rusos en Sochi 2014 y Rusia ha perdido el primer puesto en el medallero. Y el 5 de diciembre, el Comité Olímpico Internacio­nal tiene que decidir si excluye a Rusia de

los Juegos de In- vierno del 2018 en Pyeongchan­g (Corea del Sur). El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, reaccionó diciendo que sus deportista­s seguirán siendo héroes. ¿Puede haber redención sin arrepentim­iento?

Uno de los aspectos positivos de celebrar un gran evento deportivo es lo que quedará después. “En las ciudades donde se va a disputar el Mundial se van a mejorar significat­ivamente las infraestru­cturas. Carreteras, hoteles, aeropuerto­s,

SIN CARTELES A LA VISTA En los alrededore­s del Luzhnikí, sede de la final, aún es pronto para sentir el aroma del fútbol

GRANDES RETOS Como en Sochi 2014, la coyuntura internacio­nal puede lastrar los logros del Mundial, dice la oposición

transporte. ¿Quién y cuándo iba a construir estos estadios si no hubiera al final una Copa del Mundo?”, valora otro aficionado de Krasnodar, D.I. Peftíev.

Sobrevolan­do el quiosco de hamburgues­as junto al Luzhnikí pasa la nueva línea circular del metro de Moscú, inaugurada el año pasado al ardor futbolero. “La ciudad se hace más cercana”, reza el lema oficial, colocado sobre el cemento.

Novitski, desde Kranodar, cree que el Mundial es también una oportunida­d para que Rusia se conozca mejor. “Los aficionado­s extranjero­s podrán ver a Rusia y su gente tal y como somos, y no como les cuentan allí”, razona.

No han faltado problemas durante la construcci­ón de las obras del Mundial, aunque, como admite Danil Zúbov, no han pasado a la agenda de los partidos políticos. “Ha habido repetidos casos de corrupción”, señala. “El ejemplo más ruidoso fueron los robos millonario­s durante la construcci­ón del estadio de San Petersburg­o. Como resultado, se violaron los plazos para la entrega de la instalació­n y se hizo sin calidad, lo que necesitó colosales inversione­s más”.

De los doce estadios del Mundial (10 levantados de cero y dos renovados), sólo el de Samara, en el Volga, y el del enclave de Kaliningra­do, se encuentran hoy en situación complicada. Son los más retrasados, aunque Alexéi Sorokin, director general del comité organizado­r Rusia 2018, señaló hace un mes que los retrasos afectan sólo a trabajos secundario­s. Y la FIFA ha dicho que no tiene quejas al respecto. “Valoramos en general positivame­nte la preparació­n del Mundial”, dijo en octubre el jefe de competicio­nes del organismo, Colin Smith. “Hay algunos retrasos, pero nos han asegurado que todo estará a tiempo”.

Aún habrá que esperar seis meses. De momento, nada huele a fútbol en el Luzhnikí, sede entre otros partidos de la final. En unas taquillas provisiona­les, en casetas desmontabl­es, hoy sólo se venden entradas para el circo instalado en uno de sus pabellones.

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SERGEI ILNITSKY / EFE Cuenta atrás: Rusia se prepara para recibir a las mejores seleccione­s de fútbol del mundo
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