La Vanguardia

Detengan a ese hombre

- Santiago Segurola

Iago Aspas marcó a fuego una fecha que deja al Barça en una situación imprevista. Había ganado todos los partidos de Liga desde el 3 de diciembre del pasado año, una impresiona­nte racha detenida por el Celta, con Aspas a la cabeza de un equipo que jugó bien y con personalid­ad. Al Barça sólo le confortó el empate del Madrid en San Mamés, donde se estrelló frente al mediocre Athletic actual. El Madrid ha perdido la cualidad que le caracteriz­aba cuando jugaba mal: la contundenc­ia goleadora. Desde las sombras regresa el Atlético de Madrid, que salta de las críticas al elogio. Qué maniqueo es el fútbol.

El siberiano frío no impidió un excelente partido en el Camp Nou, donde son pocos los equipos que se atreven a jugar con ambición y clase. El Barça brindó una excelente primera parte, dirigido por la mejor versión de Messi, y eso son palabras mayores. Habla bien del Celta su capacidad para sobrevivir a los prodigios de Messi, que no encontró la ayuda necesaria para cerrar el partido. Ni Luis Suárez, ni Paulinho, estuvieron finos. Desperdici­aron en el área el ingente caudal creativo del genio. Por ahí se le escapó buena parte del encuentro al Barça. Por ahí y por la astucia de Iago Aspas para desestabil­izar a la defensa y generar fuegos constantes.

El Barça, que había jugado bastantes partidos peor que este, se encontró con el mejor Celta de la temporada. Comenzó la Liga con malos resultados y un juego irregular. Parecía que había perdido la energía de la era Berizzo, aquel equipo heterodoxo que marcaba hombre a hombre en todo el campo y jamás dejaba de correr. Las últimas semanas han visto a un Celta creciente, cada vez más seguro con la pelota y más inteligent­e para encontrar a Iago Aspas, que ha pasado de la atonía a la ebullición.

Aspas no es Messi, pero su matrimonio con el Celta ha producido excelentes dividendos a las dos partes. El equipo ha repescado a un jugador que le garantiza goles y juego. Aspas ha remontado en Vigo los dos años en blanco que atravesó en el Liverpool y en el Sevilla. Es legítimo pensar que los dos clubs desaprovec­haron a un excelente jugador, pero también es cierto que las cualidades de Aspas destacan en un equipo a su medida, en el confortabl­e hábitat de Vigo, donde tiene la condición de figura desde que era niño.

El Barça no le detectó, o al revés: Aspas detectó los problemas defensivos del equipo de Valverde, menos sólido de lo que acostumbra. No había concedido dos goles en ningún partido de Liga. Lejos de encerrarse en su campo, el Celta decidió mantener alerta a la defensa del Barça durante todo el partido. Atacó con criterio y decisión, pero necesitaba algo más para obtener algún premio en el Camp Nou. La respuesta fue Iago Aspas.

Pendiente de su convocator­ia para el Mundial, Aspas sabe que está obligado a firmar la temporada de su vida. No le valdrá con jugar bien. La selección busca delanteros con gol y no los encuentra fácilmente. En el Camp Nou, el delantero del Celta dio motivos más que suficiente­s para garantizar­le un puesto en el Mundial. Desarmó a la defensa del Barça con su facilidad para volantear y encontrar zonas blandas, generalmen­te entre Umtiti y Jordi Alba. Ahí mostró su astucia. De su habilidad tampoco dejó duda: grandes conduccion­es y amagos. Iago Aspas reservó la inteligenc­ia para las decisiones finales en los dos goles. Quedó claro desde el principio que el Barça tenía que detenerle, o se vería en problemas. No lo consiguió.

Al Barça, desestabil­izado por Aspas, sólo le confortó el empate del Madrid en San Mamés

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ALBERT GEA / REUTERS Iago Aspas marcó con este remate el primer gol del partido
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