Catolicismo universal
“Hay que ir paso a paso, con delicadeza”, admite el Papa
El papa Francisco no oculta uno de los objetivos estratégicos de su pontificado, el acercamiento a China, e insiste en una visita que, de hacerse realidad, puede suponer un hito histórico en las relaciones vaticanas.
Francisco no oculta uno de los objetivos estratégicos de su pontificado: el acercamiento a China. Anteayer, en el vuelo de regreso a Roma desde Bangladesh, el Papa volvió a decir que le gustaría viajar al coloso asiático. Las autoridades de Pekín habrán tomado buena nota. Hay combustible para que la maquinaria diplomática siga funcionando a pleno rendimiento y un día no muy lejano esa visita, sin duda un hito histórico, pueda hacerse realidad.
Jorge Mario Bergoglio ya había expresado su deseo de ir a China en el verano del 2014, mientras sobrevolaba su espacio aéreo, cuando regresaba de Corea. El sábado insistió en ello cuando un periodista francés, durante la rueda de prensa en el avión, pinchó al Papa sobre este asunto. Le recordó que, en varios viajes (a Filipinas, Sri Lanka, Birmania), había rodeado a China.
“Meter la nariz en China...”, contestó Francisco, con humor. El Papa constató luego que los países limítrofes necesitan tener buenas relaciones con Pekín y que eso es “sabio”. “El viaje a China no está en preparación, estad tranquilos, por el momento no está en preparación”, dijo a la prensa. Después admitió que existe un diálogo intenso entre el Vaticano y China, a nivel cultural, con exposiciones artísticas recíprocas, relaciones científicas, profesores y sacerdotes que enseñan en universidades chinas y otros contactos. El Pontífice citó de pasada el gran escollo del diálogo político, la existencia de una iglesia católica “patriótica” (bajo tutela del régimen comunista) y otra –la fiel a Roma– que es clandestina. “Se debe ir paso a paso, con delicadeza, como se está haciendo –comentó Bergoglio–. Lentamente. Creo que estos días, hoy o mañana, empezará en Pekín una reunión de la comisión mixta. Y eso (debe hacerse) con paciencia. Pero las puertas del corazón están abiertas. Y creo que un viaje a China hará bien a todos. Me gustaría hacerlo.”
Los intercambios culturales entre el Vaticano y Pekín podrían estar desempeñando un papel similar al que tuvieron, a principios de los años setenta del siglo pasado, los legendarios partidos de pingpong entre equipos de China y Estados Unidos. Aquellos encuentros deportivos allanaron el camino para la visita del presidente Richard Nixon a la China de Mao, en 1972, un acontecimiento de gran calado geopolítico. Hoy, Pekín y la Santa Sede todavía no mantienen relaciones diplomáticas.
Como jesuita, Francisco siente una predilección por Asia. De joven quiso que lo enviaran a Japón, como Francisco Javier, pero sus superiores en Argentina no se lo permitieron. El caso de China es especial. En la isla china de Shangchuan falleció Francisco Javier. Unos años después tuvo lugar la extraordinaria aventura china del misionero jesuita italiano Matteo Ricci, un gran matemático, cartógrafo y sinólogo, que vivió en China a caballo entre los siglos XVI y XVII, se instaló en la corte del emperador, enseñó a los chinos su posición geográfica en el mundo y, atendiendo a su condición de imperio del centro, los situó así en el planisferio terrestre.
Quizás Francisco no logre mientras sea papa su sueño de visitar China. Tal vez le toque a su sucesor. Entre los papables del futuro figura destacado, por cierto, del arzobispo de Manila, el joven y mediático cardenal Luis Antonio Tagle, cuyo abuelo era chino y de niño aprendió algo de mandarín. Sea como fuere, Asia seguirá siendo uno de los escenarios más dinámicos del catolicismo y la presencia en China un reto básico de la Iglesia.
Bergoglio usa con los chinos el intercambio cultural, como Nixon se acercó a ellos con partidos de ping-pong